El bajo crecimiento de la economía tendrá un impacto en la reducción de la pobreza este año y el próximo. A ello se le suman los problemas generados por la crisis alimentaria que también afectará a los sectores vulnerables del país. Las políticas públicas no están respondiendo a estas necesidades. En este entrevista, la exministra de Desarrollo e Inclusión Social, Carolina Trivelli, explica la situación del país y los desafíos para afrontar esta situación.
¿Cuál será el impacto del bajo crecimiento del 2022 y 2023 sobre la pobreza?
La reducción de pobreza requiere que sucedan dos cosas. El crecimiento es muy importante pues se le atribuye dos tercios de la rebaja, porque genera más empleo y más demanda para los emprendimientos de las personas en situación de pobreza. Pero para que el crecimiento llegue a las personas más distantes de estas oportunidades, el crecimiento debe venir acompañado de acciones de política pública y privada que conecten con estas personas, como por ejemplo otorgar mejores servicios.
¿Qué tipo de políticas públicas?
Están, por ejemplo, las mejoras en la calidad de la educación, la pertinencia de la salud y los programas sociales que ayudan a tomar ventaja de las oportunidades que ofrece el crecimiento.
Pero ahora además de crecimiento de bajo, tenemos políticas públicas debilitadas…
El problema que tenemos para este año y para el próximo es doble. Uno de bajo crecimiento, pues para que haya un impacto visible en reducción de pobreza se debe crecer más de 4% y (dos) un sector público con políticas desarticuladas, de baja calidad, que no genera oportunidades a las personas en situación de pobreza. Es la combinación de estas dos carencias lo que hace ineludible que, en el mejor de los casos, la pobreza no empeore.
¿Qué significa el no empeorar?
Que nos vamos a quedar en torno a 26% este año y el próximo igual. El incremento de pobreza que vimos durante la pandemia y que se quedó durante el 2021 es en buena medida explicado por el aumento de la pobreza urbana que responde muy rápido al crecimiento a través del mercado laboral. Lo que estamos viendo es que el mercado laboral se ha recuperado lentamente, con niveles de remuneración similares al 2019, después de un par de años con inflación por encima del rango meta, por lo tanto, con menor capacidad adquisitiva.
¿Qué trae como consecuencia?
El efecto de este crecimiento con alta inflación y con remuneraciones estancadas, es que las familias no van a poder consumir todo lo que necesitan, por lo tanto, muchas de ellas van a quedarse en la condición de pobreza en la que han caído durante la pandemia.
¿El enfoque para una reducción rápida de pobreza es el sector urbano?
Eso que uno vería que sería una ruta rápida de reducción de pobreza, que sería activar mercados laborales urbanos, en las grandes ciudades como Lima y eso se traduciría en una reducción rápida de reducción de pobreza, pero vemos que el empleo es más informal, de peor calidad y con una remuneración estancada cuando todo cuesta más.
¿Y cómo se hace ahora que crecemos menos de 4%?
Para reducir pobreza con tasas de menos de 4% de crecimiento, necesitas tener un aparato público y privado realmente haciendo transformaciones para permitir a los pobres tomar ventaja de este crecimiento modesto.
Pero la no hay transformaciones…
Tenemos las mismas políticas sociales de hace 10 o 15 años. Tenemos la calidad de los servicios esenciales para las personas en situación de pobreza como transporte público, salud, educación y seguridad ciudadana empeorando. Pero, además, hay inflación. La pobreza que tenemos hoy en día es distinta a la que teníamos hace 10 años, que también era del 26%, y es que esta es una pobreza marcada por el hambre.
Es muy duro eso de tener una pobreza marcada por el hambre...
Es durísimo. Ya teníamos problemas de maltrutición, pero ahora además tenemos un problema de hambre. En el IEP hicimos un par de preguntas sobre temas alimentarios en las últimas encuestas de opinión que se han hecho y los resultados son devastadores.
¿Qué muestran los resultados?
En el 2012, cuando la pobreza era 26% como ahora, se le preguntó a los encuestados en el Barómetro de las Américas, si por falta de dinero o recursos, alguna vez en los últimos tres meses se habían quedado en su casa sin alimentos y 17% de los peruanos dijo que sí. Replicamos esa misma pregunta en junio del 2022, 10 años después, y la tasa subió a 44%.
Es un aumento muy grande.
Es brutal. Y en setiembre, incluimos una pregunta más que decía ante el alza de precios qué había pasado con su consumo de alimentos. El 11% dijo que había logrado mantener su consumo, solo uno de cada 10. El 35% dijo que había reducido mucho su consumo de alimentos, de los que en la zona rural llegó a 44% y 46% en el estrado socioeconómico D y E. Hay un tercio de peruanos adultos que siente que ha tenido que reducir de manera importante su consumo de alimentos por mayores precios. A ese tercio le hemos fallado. Hay un tercio de peruanos que come menos de lo que solía comer, que seguramente ya no era suficiente ni en calidad ni en cantidad, porque no le alcanza.
¿Cómo se explica situación?
Tenemos un problema de acceso económico a los alimentos. A la gente no le alcanza, por dos razones: sus ingresos no son suficientes por la recuperación precaria del mercado laboral con ingresos similares al 2019; y la inflación. Los mismos S/ 100 del 2019 alcanza para comprar el 85% de lo que compraba antes, pero siguen ganando S/ 100.
¿Se puede revertir esta situación?
Lo que están haciendo los peruanos para enfrentar la situación son tres cosas. Una es que están trabajando más. Lo segundo es que están recurriendo a soluciones comunitarias, van a comer a la olla común. En esta encuesta de setiembre preguntamos si en los últimos siete días habían ido a una olla común o comedor popular, y 14% dijo que sí, esos son tres millones de peruanos adultos. Lo tercero que están haciendo es comiendo menos, en cantidad y en calidad. Lo que hay que hacer que la gente tenga los recursos suficientes para obtener los alimentos que necesitan. O les donas o subsidias, o incrementan sus ingresos.
¿Hay opción para lograrlo?
Estas personas no están esperando ya la ayuda social ni pública ni privada. Si les llega va a ser un alivio, pero es puntual, no resuelve el tema. El foco debe estar en la generación de empleo. No hemos visto programas de empleo temporal agresivo o incentivos para contratación en el sector formal. No se ve un esfuerzo para incrementar la inversión privada que es la que genera empleo.
Con estos datos la magnitud del problema es muy grande…
Sí, pero lamentablemente no se está viendo la magnitud de este problema y no estamos discutiendo el impacto que le va a traer en el país. Comiendo menos y con mala calidad se incrementa la desnutrición, es decir, se generan poblemas de salud que los paga, precisamente el sector salud, porque son costos que se van a generar para los próximos 10 o 20 años. Además, se limita el desarrollo de capacidades de los niños o la falta a empleos porque se van a enfermar más, lo que tendrá un impacto en la productividad laboral. Esto nos va a acompañar las próximas décadas. Esta factura va a ser altísima y la vamos a pagar.
¿Qué cree que impide que se mire esto con atención?
El sector público hoy día está viviendo de la inercia que sirve para lo que ya existía hace años. Por ejemplo, si bien el Midis no se ha deteriorado como otros sectores, sigue haciendo lo que hacía hace 8 años. Por otro lado, están ocupados en otras cosas y no tienen una acción estratégica para responder a las coyunturas de las personas.