Inversión responsable
Inversión responsable

Por Mark Gilbert

Tanto las compañías como los gestores de fondos que invierten en ellas tienen la presión de poner más atención a los asuntos ambientales, sociales y de gobierno (ESG, por sus siglas en inglés).

Para las primeras, eso implica mayor transparencia en una variedad cada vez mayor de indicadores. Para los inversionistas, el diseño de estrategias para atender las nuevas demandas implica un mayor gasto en datos, en un momento en que las tarifas crecen de forma lenta pero constante.

Un estudio publicado esta semana por la consultora de mercados capitales OPIMAS predice que los costos de los datos sobre ESG crecerán a aproximadamente US$ 750 millones el próximo año, un incremento de casi 50% desde el año pasado y casi 300% desde 2014.

El incremento en el gasto refleja una explosión de productos de inversión que se promocionan como más socialmente responsables en sus objetivos. El número de gestores de inversión que adhirieron los Principios para la Inversión Responsable de Naciones Unidas creció 18% el año pasado, a 1,111. En junio, los fondos soberanos de inversión de Kuwait, Nueva Zelanda, Noruega, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos se reunieron en París y acordaron una estrategia alineada de presión a las compañías en las que invierten para hacer análisis de riesgo de cambio climático y estrategias de reducción de carbono.

El crecimiento en los productos de inversión con mandatos de ESG está avivando el correspondiente aumento en los índices diseñados para seguir estas estrategias. En el mundo hay más de 3.7 millones de índices, de acuerdo con un estudio publicado en noviembre por la Index Industry Association. Los índices de ESG fueron los de mayor crecimiento en el mercado, con un aumento de 60% hasta mediados de 2018, según la IIA.

Y no es solo el mundo de las acciones el que está cambiando. En los mercados de renta fija, la emisión de los llamados Bonos Verdes, lo cuales prometen gastar sus ganancias en proyectos amigables con el medio ambiente, alcanzó US$ 136,000 millones el año pasado.

Opimas estima que más de US$ 30 billones de activos a nivel global están asignados actualmente a estrategias de ESG. El total ha crecido más de 30% en los últimos dos años y se espera que crezca 17% más en los próximos dos. Esto quiere decir que la demanda de la información sobre la conducta de las compañías está creciendo.

Los proveedores de datos que intentan llenar la brecha de información son Sustainalytics, Truvalue Labs, Arabesque y EthiFinance (Bloomberg LP también proporciona datos de clasificación de ESG e índices ESG).

Pero a medida que las estrategias de inversión se hacen más sofisticadas, también lo hará la demanda de datos más profundos y estandarizados. Los fondos que intentan considerarse cumplidores de parámetros ESG por exclusión –prohibiendo compañías o industrias previamente identificadas, como mineras o fabricantes de armas– son muy fáciles de diseñar. El cambio a una acción positiva que ponga más dinero en compañías con mejores puntajes de ESG según criterios de producción de carbono o diversidad de género necesitará cifras más refinadas.

También está el asunto de la relevancia. Los asuntos ambientales son más importantes para una compañía de transporte que para un banco, por ejemplo. Las emisiones de carbono son más relevantes para una empresa de servicios públicos que para una de medios. El aumento en la popularidad del veganismo como método para prevenir el calentamiento global afecta más a los productores de comida y las cadenas de restaurantes que a la industria del juego o de la tecnología. Por ende, un único enfoque hacia la evidencia no funcionará.

Aún falta ver quién se hará cargo de los costos asociados a la recolección de las observaciones necesarias para impulsar la inversión ESG. Los gestores de fondos podrían descubrir que el entusiasmo de los inversionistas por salvar el planeta disminuye ante mayores tarifas y menores rendimientos. Sin embargo, es poco probable que el crecimiento de la inversión responsable se detenga, incluso si los gastos asociados van en una sola dirección. Como dice el dicho, si el conocimiento es caro, la ignorancia es peor.