Las facturas de la calefacción se disparan y el combustible y los alimentos pesan cada vez más en el presupuesto del hogar en el hemisferio norte. El retorno de la inflación complica la ecuación de la salida de la crisis.
¿Qué dicen las cifras?
Aumentan desde hace meses. En Estados Unidos, los precios de consumo crecieron un 5% interanual en octubre, el progreso más alto desde 1990, según el índice PCE publicado el miércoles.
La zona euro también registra un aumento de 4.1%, el más alto en trece años, y en el Reino Unido la inflación fue de 4.2%. Los bancos centrales recomiendan una inflación de alrededor de 2%.
En otras grandes economías la inflación también causa estragos: Sudáfrica registró un 5% en octubre, Brasil un 10.67% y Rusia un 8.1%.
Las estadísticas se trasladan al día a día: la factura de la calefacción está por las nubes, el precio de la gasolina se disparó, crece también el coste de la carne o de alimentos básicos.
En Estados Unidos, el sector agroalimentario ha reducido el peso de los artículos vendidos en supermercado para camuflar el encarecimiento. Y algunos restaurantes confesaron haber retirado de sus cartas productos cuyo precio se ha vuelto prohibitivo.
¿Por qué este crecimiento?
Tras un 2020 de congelación económica debido al COVID-19, el repunte del consumo de los hogares y la reconstitución de las existencias de las empresas hicieron estallar la demanda y la oferta no pudo mantener el ritmo.
Esto infló los precios de numerosas materias primas como el petróleo, el cobre o la madera.
El sector tecnológico sufrió también una escasez de ciertos chips, esenciales en sectores como la telefonía o el automóvil.
A ello se une la congestión de las rutas del comercio mundial, con numerosos puertos bloqueados, sin mano de obra suficiente para cargar y descargar los navíos, lo que también ha hecho aumentar hasta niveles récord los precios de los fletes.
¿Es transitoria?
Los meses pasan y los bancos centrales insisten en hablar de factores coyunturales que desaparecerán cuando terminen los efectos de la comparación automática con el 2020 y los problemas de aprovisionamiento.
“Ahora es evidente que este proceso va a tomar más tiempo del anticipado, y que la progresión de la inflación probablemente se agravará antes de mejorar”, advierten analistas de Goldman Sachs, que auguran el inicio de una normalización a mitad del año próximo.
Señal de que el problema se ha instalado en el paisaje, la palabra inflación lleva semanas entre las más buscadas en Google en Europa y Estados Unidos, según Google Trends.
Uno de los principales temores es que el sentimiento de inflación persistente se traduzca en demandas generalizadas de aumentos salariales y que las empresas lo repercutan en sus precios, desencadenando una espiral difícilmente controlable.
En Estados Unidos, “podemos esperar a que las empresas hagan subir los salarios ofrecidos a la mano de obra que buscan en un futuro próximo”, señala Jaboc Kirkegaard, investigador del Peterson Institute (PIIE) en Washington.
La fragilidad del mercado de trabajo, vinculado a las jubilaciones y a los puestos vacantes, y los beneficios elevados de las compañías deberían, según él, amplificar este movimiento.
¿Por qué es terreno minado?
Tradicionalmente, los bancos centrales pueden incrementar sus tasas de interés para compensar el aumento de precios, pero esto puede ralentizar el crecimiento económico.
Un año después de una crisis mundial histórica, es difícil para estas instituciones tomar el riesgo de estropear la frágil recuperación iniciada este año y que ya muestra señales de debilitación.
Varios bancos centrales de países emergentes ya han dado este paso y han aumentado sus tasas de interés presionados por la inflación, como México, Brasil y Rusia.
Bajo presión de un presidente estadounidense deseoso de preservar el poder adquisitivo de los hogares, el dirigente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, indicó en su discurso de reelección el lunes que actuará para que la inflación “no arraigue”.