Al ejemplo de Perú, Guatemala intensifica la lucha contra la desnutrición
Por Axel van Trotsenburg.
América Latina nos ha demostrado que la lucha contra la desnutrición crónica es posible. El caso más emblemático es el del Perú que, en menos de diez años, logró que sus altas tasas de retraso en el crecimiento entre niños y niñas menores de cinco años se redujeran a menos de la mitad: de 28% en 2008 a 13% en 2016.
Para ello, el país reconoció que el problema de la baja talla de los niños -una de las consecuencias de la desnutrición crónica- no era un tema hereditario, sino que tenía su origen en la dieta y el acceso inadecuado a servicios de salud, agua y saneamiento. Además, el tema quedó instaurado como un problema de Estado que requería de esfuerzos a largo plazo, lo cual llevó a que cuatro gobiernos consecutivos implementaran las mismas políticas. Asimismo, se reasignó presupuesto a las áreas que más contribuyen a la reducción de la desnutrición, como salud, agua, educación y protección social.
Esto fue acompañado de fuertes campañas de comunicación para sensibilizar sobre los efectos devastadores de la desnutrición crónica infantil, también conocida como el “asesino silencioso”. Además, se trabajó para que los padres, los gobiernos locales y los profesionales médicos proporcionaran mejores servicios de nutrición y salud, y modificaran las actitudes y conductas para establecer prácticas de alimentación más adecuadas durante los primeros mil días de vida.
Cerca de un cuarto de los niños menores de cinco años en todo el mundo presentan retrasos en su crecimiento como consecuencia de la desnutrición crónica. Los padecimientos de estos 150 millones de niños son innecesarios, porque la desnutrición se puede prevenir con mejores prácticas de salud, alimentación y servicios de agua y saneamiento de calidad, entre otros factores. Dicho de otra forma, depende de nosotros que se convierta en un flagelo del pasado. Es por ello que su erradicación se incluyó en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y fue apoyada por la comunidad internacional.
Los niños que la sufren tienen mayor riesgo de muerte en sus primeros años. Posteriormente, experimentan limitaciones físicas y cognitivas. Entre otras razones porque pueden tener hasta un 40% menos de desarrollo estructural del cerebro una vez que han cumplido sus primeros mil días -contados desde la concepción- un período clave para el desarrollo de cualquier niño. Esto, a su vez, se traduce en que a menudo aprenden más lento y reciben menores ingresos laborales. Además, tienen un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas a largo plazo.
En otras palabras, la desnutrición compromete el futuro del aspecto más importante para el desarrollo de un país: su capital humano. O lo que es lo mismo, las personas. Al afectar sus conocimientos, sus habilidades y su salud, no pueden desarrollar su potencial como miembros productivos de la sociedad.
Esto, a su vez, desencadena otras consecuencias. Sin capital humano preparado, los países no pueden mantener su crecimiento económico porque no cuentan con una fuerza laboral lista para los empleos calificados y no son capaces de competir en la economía global. Y lo que es peor, no logran reducir la pobreza extrema.
El impacto económico que esto conlleva es también significativo. Según un informe del Banco Mundial de 2018, los países pierden hasta el 10% del Producto Interno Bruto por no haber eliminado el retraso en el crecimiento cuando los actuales trabajadores eran niños.
Mas al norte de Perú, en Guatemala, donde la pobreza afecta a la mitad de la población, esta lucha es más importante y urgente que en cualquier otro lugar de América Latina y el Caribe, pues el país presenta las tasas más elevadas de la región. En concreto, más de un millón de niños menores de cinco años sufren desnutrición crónica o retraso del crecimiento. Esto compromete no solo su futuro sino el de la sociedad entera.
El liderazgo cuenta y esperamos que la experiencia exitosa del Perú se pueda trasladar a otros países. Guatemala ya ha iniciado su camino para lograr una historia de éxito como la del Perú. Lo hizo en 2016 con el lanzamiento de la Estrategia Nacional para la Prevención de la Desnutrición Crónica y avanzó recientemente con la firma por parte del Gobierno del proyecto del Banco Mundial “Crecer Sano”. Este hito ha sido posible gracias al compromiso conjunto de varios sectores de la sociedad ante un reto crucial para el desarrollo del país.
Ahora será importante continuar sumando esfuerzos colectivos para lograr su implementación y así conseguir los resultados esperados. Tal como lo hicimos en el Perú, vamos a seguir apoyando este esfuerzo con el objetivo de que Crecer Sano no sea una utopía para los niños y niñas de Guatemala, sino un sinónimo de futuro y oportunidades.
* Axel van Trotsenburg es vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe
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