Cambio Climático: Riesgo de Transición a Nivel País. ¿Y el Perú?
En los textos sobre gestión del cambio climático, se suele mencionar primero el llamado “riesgo físico” (relacionado a desastres y a otros eventos desfavorables de desarrollo más lento), al que se hace frente con medidas y estrategias de Adaptación al Cambio Climático (ver mi post de Marzo 2021). Es el más conocido. Pero también he tenido la oportunidad de hablar de la Mitigación del Cambio Climático, que consiste en estrategias y medidas que tienen por objetivo reducir y limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Y este esfuerzo lleva a que se genere un riesgo adicional, llamado “riesgo de transición”. No he visto que en el Perú se sea muy consciente del tema ni que haya alguna preparación para ello. Intentaremos explicar la problemática de manera simple, en este contexto de COP 26, la reunión internacional que se desarrolla este fin de semana en Glasgow, similar al que hubo en el Perú en el 2014 (la COP 20), que precedió al Acuerdo de París del 2015 (COP 21), en cuya preparación el Perú jugó un rol clave.
El riesgo de transición a una economía baja en carbono, que es el “nombre largo” se genera porque los esfuerzos para emitir menos gases de efecto invernadero (GEI) llevan a que en cada país y sobre todo a nivel global, ciertas actividades económicas tenderán a declinar rápidamente; aunque un país decidiera no hacer dicho esfuerzo, si una masa de economías suficientemente grande lo hace, igual esas actividades económicas serán afectadas, sea directamente, sea indirectamente (al depender de las primeras). Por supuesto, se trata de un riesgo con un fuerte nivel de incertidumbre, puesto que también podría suceder que una mayoría de empresas y de economías de gran peso decida no efectuar ningún esfuerzo decisivo, aún a sabiendas de que eso podría llevarnos más rápido de los pensado a un calentamiento global muy elevado de consecuencias desastrosas (por búsqueda de ganancias a corto plazo, por negacionismo “sincero” o interesado; este también existe: recuerden a Donald Trump queriendo “comprarle” Groenlandia a Dinamarca).
Hasta ahora el problema se ha estudiado más en los círculos de las finanzas y de la supervisión financiera internacional. Ya he tenido la oportunidad de dedicar un par de posts a la Task Force on Climate-related Disclosures (TCFD), promocionada por el Financial Stability Board, que ha llevado a que cada vez más grandes empresas declaren en sus informes anuales qué están haciendo para hacer frente a los riesgos climáticos; en ese marco se ha llegado a la conclusión que no pocas empresas tendrán problemas financieros, al bajar sus ventas y el valor de sus acciones y bonos, por estar demasiado expuestas a actividades económicas declinantes (“sunset industries”) salvo si se adaptan. Se suele citar a las industrias de hidrocarburos y del carbón como los ejemplos más obvios, pero no son las únicas (imagínense lo que pasaría a grandes empresas basadas en la soja y en la carne bovina si el consumo de estos productos disminuye fuertemente en Europa como resultado de sus esfuerzos de transformación y del cambio de mentalidades que ahí se produce). Y como tuve la oportunidad de decirlo el tema ya ha entrado a las discusiones internacionales sobre regulación bancaria y financiera, primero a través del NGFS (Network for Greening the Financial Sector), una red internacional de supervisores financieros y bancos centrales (98 actualmente) y de instituciones internacionales observadoras (16 actualmente), entre ellas las “instituciones de Basilea”; dicha red creada a fines del 2017 cuenta con la participación de numerosos supervisores y bancos centrales de países latinoamericanos, entre ellos los de la Alianza del Pacífico….salvo del Perú, lo que no deja de llamar la atención.
Es decir, en lo que respecta a los sectores corporativo y financiero, el Perú está ausente de esta reflexión a nivel del foro de supervisores y bancos centrales. En cuanto a socios del TCFD, sólo están presentes el grupo Credicorp, la consultora especializada Avanza Sostenible, y, curiosamente, la Superintendencia del Mercado de Valores (SMV), que bien podría estar en el NGFS, su foro más natural. Podría decirse, que, en fin de cuentas, gracias a la SMV, el Perú no está totalmente ausente a nivel de supervisión financiera, puesto que el TCFD trabaja sobre todo el tema de estándares de información financiera respecto de los riesgos ligados al cambio climático (riesgo físico, riesgo de transición y riesgos legales); ya es algo. El TCFD es un excelente foro, con un gran trabajo técnico y con empresas y gente muy comprometidas, aunque algunos miembros en la lista sean algo sorprendentes (de esos que se suele acusar de “greenwashing”: el hecho de aparentar ser “verdes” mientras perpetran barbaridades contra el medio ambiente)
Pero ha estado apareciendo entre los interesados en las evoluciones del riesgo país en el mediano y largo plazo, como quien les escribe, una reflexión cada vez más fuerte sobre el riesgo de transición a nivel global y de cada país. Es decir, la idea de que hay países/economías más expuestos que otros a ese riesgo de transición, que de todas maneras es un riesgo a nivel global. Riesgo cuya materialización contiene factores de incertidumbres adicionales: cortoplacismos políticos e intereses geopolíticos pueden demorar esa transición aunque las consecuencias previsibles de la inacción o de la acción tardía sean gravísimas. Esos riesgos de transición pueden verse a través del frente externo (afectando a la balanza de pagos) y/o del frente fiscal (afectando a los ingresos del Estado; es decir, se trata de una nueva fuente de riesgos fiscales) y/o del frente socioeconómico (impactos en el empleo y en la pobreza). El tema está interesando cada vez más a organismos internacionales y de cooperación bilateral.
Ejemplo: un país puede tener un elevadísimo riesgo de transición si gran parte de sus exportaciones y de sus ingresos fiscales dependen del petróleo o del carbón, o indirectamente de industrias proveedoras o clientes de éstas. Pero, aunque no los tuviese a ese nivel gracias a una mayor diversificación de sus exportaciones y de sus fuentes de ingresos fiscales, tal vez los tenga en el frente socio económico si gran parte de los empleos formales de calidad dependen de esas industrias. O puede ser a la inversa (sé de un país africano con una economía bastante diversificada, pero con una fuerte dependencia presupuestal respecto del petróleo). De alguna manera la dependencia excesiva en un frente puede terminar creando impactos en otros frentes.
Es el tipo de análisis que acaba de publicarse bajo la égide de la Agencia Francesa para el Desarrollo (AFD). Los autores mismos reconocen que es un primer estudio que necesita ser refinado, pero se trata de un trabajo notable. Se ha buscado identificar no sólo los impactos en los frentes mencionados, pero también los mecanismos de afectación directos e indirectos. Y también la capacidad de moverse efectivamente a actividades económicas “menos emisoras” o más “verdes”. En base a los modelos utilizados, el Perú aparece como más afectado sobre todo a nivel del frente externo. Por supuesto, casos como los de Venezuela y Bolivia serían particularmente preocupantes de manera general.
Recomiendo mucho la lectura de este documento, publicado en inglés. Aún cuando su lectura resulte más fácil para macroeconomistas no es tan difícil de entender y analizar como se podría creer.
Ya sería tiempo de efectuar análisis de esa naturaleza en el Perú, para mejorar nuestra planificación estratégica, y quizás algunos ya lo estén haciendo. He notado en algunos periodistas inquietudes cercanas a las de este estudio y de esta problemática, lo que es muy meritorio. Sobre todo en un contexto en el que como sabemos, tenemos a un Ejecutivo (en fin no todo, gran parte de éste más bien) y a un Congreso completamente faltos de interés por problemas de mediano y largo plazo, que de ser olvidados, nos van a golpear más temprano que tarde.
Como ya sabemos, tenemos la paradoja extraña de que el MEF haya logrado, a pesar de los sabotajes desde el mismo Ejecutivo. hacer una buena emisión de “bonos sostenibles”, lo que está muy bien (sin el nivel de sofisticación de los exitosos Bonos Verdes de Colombia lanzados hace unas semanas) y de tener un Presidente que en vez de ir a la COP 26, a aprender del tema, a falta de conocerlo, priorizó, con el beneplácito del Congreso, una reunión binacional que a la luz de inadmisibles y peligrosísimas injerencias en la política interna peruana (que en realidad ya llevan muchos años pero se han intensificado), debió ser más bien postergada, y cuyo contenido debería ser examinado con microscopio, más que con lupa, a la vista de signos inquietantes de subordinación mental e ideológica, que contienen para colmo visiones dañinas para el medio ambiente en el Perú. Sabiendo que además el Perú está siendo especialmente afectado por el cambio climático. Estamos muy lejos de los tiempos en los que el Perú tenía una gran actividad y visibilidad internacional en grandes temas internacionales. Terrible involución.