Riesgo País: Reflexiones Prácticas sobre las Elecciones de Abril 2021
Los resultados de la Primera Vuelta de la Elección Presidencial, aunados a los de la Elección del nuevo Congreso, han sido abundantemente comentados tanto en el Perú como en el extranjero. Entre los más interesantes hasta hoy se encuentran la extensa entrevista del Sr. Levitsky a la ex Ministra María Antonieta Alva, Salvador del Solar, Alberto Vergara y Marisa Glave, la de los periodistas Josefina Townsend y Renato Cisneros al Sr. Hildebrandt, datos y “recordaris” muy útiles expresados por La Encerrona o por Rosa María Palacios o publicados por el diario La República del domingo 18, o comentarios de los economistas Carlos E. Paredes en Gestión y Miguel Castilla en Semana Económica. Las características de los candidatos para la 2da vuelta son grosso modo conocidas, como lo es la reciente opinión de Mario Vargas Llosa. Me limitaré a hacer algunas reflexiones que espero puedan ser útiles en estas semanas de decisiones difíciles para la inmensa mayoría que no votó por ninguno de los dos.
Desde un punto de vista de los planteamientos económicos y sociales, aunque por un lado queda claro que en vista de experiencias pasadas y de lo que se sabe de las capacidades de los gobiernos regionales, es muy difícil imaginar cómo el programa del partido ganador no terminaría en un desastre, luego de una posible y corta prosperidad artificial (ver los primeros años de Velasco, los dos primeros de AGP 1), cuidado también con los planteamientos de su rival, que evitarían seguramente un descalabro en el corto plazo: sin severos ajustes al “modelo”, este continuaría profundizando las brechas sociales que ha ido creando o empeorando, entonces la siguiente etapa dentro de unos años ya no sería la llegada a 2da vuelta de un candidato radical, sino tal vez un nuevo y largo episodio de guerra interna. ¿Y sin embargo, las elecciones del 2006 no habían sido una alerta suficiente? El “status quo” que tanto les gustaría a algunos mantener no puede ser una solución de ninguna manera y hace años que debió cambiar. Lo que me lleva a la primera reflexión.
En ese lado del tablero harían bien en conocer mejor los abundantes análisis de las instituciones internacionales sobre cómo la crisis del Covid-19 ha desnudado en muchos países grandes vulnerabilidades estructurales que se habían olvidado por la ilusión creada por buenos indicadores “macro”, y que han empeorado el impacto de la crisis (y basta leerlos para encontrar las razones por las cuales el Perú ha sido uno de los peores ejemplos, a menos de empecinarse en la auto-ceguera). También han salido numerosos estudios sobre cómo construir una mayor resiliencia social y macroeconómica a futuro, en base a buenas experiencias. No olvidemos que pueden suceder nuevas pandemias, y en cierta forma las nuevas variantes del virus han sido como sub-pandemias adicionales. Más vale salir un poco de su burbuja mental y beneficiarse del conocimiento basado en la experiencia de muchos países con desafíos similares, en vez de ver a esas organizaciones como “entidades caviares multinacionales que conspiran con los caviares peruanos”, como ciertos congresistas dijeron de la OCDE hace pocos años, y otros, en esos lares siguen diciendo de las Naciones Unidas o del Banco Mundial.
En el caso del Perú, no debemos olvidar la espada de Damocles permanente que constituyen los sismos de gran magnitud, no sólo para Lima y Callao, sino también para Arequipa y la región de Cusco, para mencionar los casos más obvios. Y desastres como el Niño Costero que en razón del cambio climático, se volverán más frecuentes e intensos. Visiblemente, ese tema no está en el mapa mental de los candidatos. Olvidarlo puede costar muy caro, porque estamos todavía muy lejos de estar suficientemente preparados para enfrentarlos. Y después de todo, las pandemias forman parte de los grandes desastres (sub-categoría biológicos) y la actual ha mostrado hasta qué punto es indispensable disponer de un buen sistema de salud que funcione para las grandes mayorías. Para mí sería una gran sorpresa si alguno de los dos candidatos tuviera técnicos que conocen a fondo los temas del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres y el de los impactos previsibles del cambio climático (se debería decir “calentamiento global”, como antes, lo que describe mejor la realidad; la expresión “cambio climático” licúa la gravedad del problema actual) en el Perú, que ya son serios y lo serán aún más, incluyendo un estrés hídrico creciente en varias zonas del país, y mayores dificultades para nuestros agricultores, sobre todo la pequeña agricultura familiar, aquella que alimenta al país. Esos temas de sostenibilidad de largo plazo en general han interesado muy poco a los políticos del país en los últimos años, salvo excepciones (como durante el gobierno del Sr. Humala).
Dos prioridades absolutas de cortísimo plazo son la reactivación económica teniendo en cuenta que ya no queda tanto margen fiscal como antes (entonces el tema es lograr que la actividad privada se vaya reactivando, tanto más que el sector público sigue mostrando grandes problemas de ejecución) y la lucha contra la pandemia en un contexto de poca disponibilidad de las vacunas, que llegarán pero lentamente y seguramente con muchas postergaciones sucesivas: hasta en los países más ricos de Europa no paran de tener malas sorpresas de demoras con las entregas de los fabricantes, y cuando se ve lo que sucede en Brasil y que esas variantes son las que más están azotando al Perú, se debería tener una mejor idea de la realidad.
En el Perú el Congreso actual y otros grupos afines a él a través de un canal televisivo hicieron todo lo posible para sabotear el trabajo del Ejecutivo en el tema de la vacunación, y ya escribí al respecto en un post anterior.
Acá veo dos problemas:
. una de las candidaturas parece más bien empeñarse en espantar al sector privado, lo que ya compromete las chances de reactivación económica, además de no tener para nada a la pandemia en el mapa, como si no existiera; ¿vamos a tener algo parecido al negacionismo presidencial del Brasil, pero uno de izquierda?
. ¿podrá trabajar tranquilo el gobierno elegido sobre ambos aspectos? Con ese Congreso fraccionado, nada parece seguro, menos aún si la polarización aumenta en las próximas semanas.
Hablando de polarización, espero que por fin esta vez no se vean los vergonzosos despliegues masivos de racismo que se vieron sobre todo para la 2da vuelta del 2011. Y que no se produzca, lo que ya se ha observado antes, una “conversión en mesías salvador” de cada uno de los candidatos por parte de los electores (con amnesias selectivas sobre hechos incómodos y virtudes inexistentes súbitamente detectadas), lo cuál sería extremadamente peligroso para la gobernabilidad futura, si cada uno olvida el poco apoyo real que tuvo en primera vuelta y el aspecto “anti” del que obtenga después. Y no olvidemos además que detrás de uno de los candidatos existe una ideología cuyo modo normal de toma del poder es por la vía violenta (y con horizonte de tiempo definitivo), en cualquier parte del mundo. Y del otro, un modus operandi basado en el abuso del poder y la búsqueda de la permanencia. Me preocupan muchísimo esos “endiosamientos”, esta campaña para la 2da vuelta es suficientemente larga para hacerlos aparecer y desestabilizar al país.
Lo anterior nos lleva a lo que debería ser un examen detallado de las correlaciones de fuerzas (dejo de lado las sociales, poco claras por el momento), no sólo por el tema de cómo un nuevo Gobierno va a poder trabajar, pero por algo más profundo, con mucho más en juego. Cada uno de los dos candidatos despierta enormes temores en la mayoría de la gente, con razón por los motivos que ya se conocen, aunque con el tiempo puedan ser objeto de amnesias selectivas.
Una de las claves del asunto es, irónicamente por la mala experiencia de las vacancias express (facilitadas ahora más que nunca gracias a la “lavada de manos” del Tribunal Constitucional) que deberían llevarlo a uno a aborrecerlas, cuán fácilmente “vacable” es cada uno de los dos candidatos de llegar al poder y empezar a hacer cosas que demostrarían el haber logrado hacerse elegir con engaños por ejemplo (como lo hizo Chávez en Venezuela para llegar al poder). Miren bien la composición del Congreso y los aliados probables “si las cosas se ponen bravas”. Se podría decir que uno de los dos lo será mucho más difícilmente, basta hacer unas cuantas sumas. En cuanto al 2do, puede contar con un solo aliado relativamente seguro, pero en un Congreso como el que se avizora, conseguir además fácilmente los pocos votos faltantes para evitarlo, salvo que su propia bancada le sea un problema si hay desavenencias en lo que puede considerarse una coalición bajo el mismo membrete (no olvidar que quien controla el partido ganador controla la mayor parte de la bancada aunque haya tenido que aceptar a gente del candidato presidencial).
Pero el tema de las correlaciones de fuerzas no se detiene en ese aspecto institucional entre Poderes del Estado. Se olvida un factor clave que es el control de los servicios de Inteligencia, de la PNP y sus unidades altamente especializadas, y de las Fuerzas Armadas. Ahí, el que ocupa el Ejecutivo tiene las mejores cartas, incluso para controlarlos mediante la desinstitucionalización y el copamiento, como se vio con Montesinos en los 90, y en Venezuela después, donde hubo además la variante de crear milicias paralelas en un complejo sistema de contrapesos destinado a reforzar la permanencia del régimen en el poder. No hay que subestimar este aspecto, pues es lo que puede permitir a un grupo muy minoritario el hacerse del poder casi absoluto de facto progresivamente. Una de las incógnitas es si dichas instituciones se dejarán hacer esta vez. Recuérdese que hace pocos meses, las Fuerzas Armadas no permitieron que se las use para fines ilegítimos; el problema ahora es que ambos candidatos pueden despertar sospechas al respecto.
Acabaré estas reflexiones con un tema que no es nada menor. Uno de los candidatos (o co-candidatos, sería más acorde a la realidad) propone convertir al Perú en una federación. Pero veamos la realidad tal cual es: la llamada descentralización ha producido un país balkanizado, lleno de pequeños “reinos”, con varios gobernadores regionales que desafían abiertamente las políticas nacionales o no las aplican cuando no las sabotean, alientan acciones violentistas en contra del gobierno nacional, y muchas veces para culparlo de las consecuencias de su propia ineficiencia (muchos ni hasta con enormes recursos del canon logran prestar los servicios esenciales que la población necesita). Los más entusiastas en ese tipo de comportamientos son o mafiosos que se han apoderado de una región mediante un “movimiento regional” como uno actualmente encarcelado que llegó a dar la apariencia numérica de una buena ejecución del gasto público, o simpatizantes ideológicos de un par de mandatarios foráneos; incluso uno famoso por tener la foto de uno de ellos en su oficina ya había propuesto un referéndum ad hoc para “su región” hace como unos 15 años, y más recientemente hubo 3 que rindieron pleitesía a uno de esos exmandatarios pasándole por encima a las competencias del gobierno nacional en materia de relaciones internacionales, y vaya casualidad que de dicho exmandatario externo hayan venido las más calurosas y entusiastas felicitaciones a uno de los dos candidatos.
Se trata del Perú, no de Suiza ni de Alemania, y en los países latinoamericanos donde ese sistema existe es por tradición institucional ya muy antigua (y aún así ha llevado ahí a veces a grandes problemas de manejo de la seguridad ciudadana o de las finanzas públicas). Además, en el Perú, ya tuvimos una experiencia así: una malhadada confederación que partió artificialmente al Perú en dos, para beneficio de un mandatario no peruano y de su país. ¿Una conversión del Perú en federación no sería más bien un primer paso para despedazarlo en nombre de un proyecto “internacionalista”? Cabe hacerse la pregunta. Estamos hablando de un tema de integridad territorial, que ya está bastante amenazada.
Me parece una idea fatal, aún más a la luz de cómo funciona en realidad la descentralización; es más bien ésta última la que debería ser reformada de manera profunda, para que el Estado llegue de verdad a todos los rincones del país y de manera eficaz y eficiente, con funcionarios públicos permanentes y no cambiados a cada elección regional. Se puede descentralizar muy bien para beneficio de las regiones más pobres del país sin crear feudos políticos portadores de desmembramiento territorial de facto. De paso ya tuve la oportunidad de mencionar que se debería buscar la manera de desarrollar más las regiones del interior y dejar de hacerlo con Lima y Callao, aglomeración cada vez más riesgosa, con un enfoque de ordenamiento territorial nacional. En esa línea es una lástima que no se haya llegado a concretar el Gasoducto del Sur, de una manera beneficiosa para las regiones del Sur y para el Perú. Y es increíble que existan políticos cómplices de traficantes de terrenos que organizan invasiones, una de las formas de crimen organizado que más se desarrolla estos últimos años frente a un Estado débil.
Razón adicional para no quedarse con un status quo que reduce al Estado a un aparato minimalista sin autoridad y sin alcance en todo el territorio y que abandona a grandes sectores de la población, al cual toda clase de mafias e intereses privados “le sacan la lengua”, incluso colocando a su gente en el Congreso.