Campaña de vacunación y gestión de riesgos – Algunas reflexiones
Durante las últimas semanas he estado siguiendo los eventos del llamado Vacunagate y los que se produjeron a continuación, así como la evolución de la situación de la campaña de vacunación, evitando comentar el tema “en caliente”, para analizarlo también a la luz de lo que sucede en otros países. Efectivamente, los comentarios en el Perú suelen estar determinados más que nunca en función de intereses de corto plazo, sobre todo políticos, aunque también puede haberlos más materiales. El objetivo en este post es aportar algunas reflexiones desde el enfoque de la gestión de riesgos, tanto a nivel micro como a nivel macro. Al hacerlo, no puedo dejar de recordar mi último post del 2020 sobre nuestro Grado de Inversión y el 2021.
Algo que es importante anotar es que el escándalo de “vacunas VIP” se ha dado también en otros países, y en algunos casos con números aún mayores, basta ver en nuestro continente. No tiene por qué ser un consuelo, pero se nota un factor común en la combinación con las prácticas comerciales poco transparentes de un proveedor clave.
Tampoco se debe olvidar que salvo algunos casos de éxito rápido de la campaña de vacunación proveniente antes que todo de la combinación de ser uno de los países fabricantes de vacunas y/o de una gran fuerza de la institución militar con grandes capacidades logísticas y/o de poblaciones relativamente pequeñas, la mayoría de los países, incluso en Europa, están lidiando con dificultades para obtenerlas al ritmo deseado porque los proveedores no logran producir tan rápido como pensado (atrasándose en sus entregas) o se demoran en entregar la información necesaria a las autoridades sanitarias para poder autorizar la distribución, y también están encontrándose con una falta de preparación logística para efectuar las vacunas de manera masiva. En el caso del Perú, hemos tenido además la combinación de la auto-parálisis del Estado por simple terror administrativo (un mal que se ha acentuado estos años) agravada por el largo estancamiento en el Congreso de una urgente ley necesaria para que los funcionarios pierdan el temor de comprar vacunas aún no aprobadas, combinado con la inestabilidad política y administrativa creada por el mismo Congreso.
También es necesario recordar que lo que se ha visto en muchos países es que, sobre todo teniendo en cuenta el contexto de un fuerte grado de rechazo inicial a las vacunas en razón de la fuerte difusión de teorías conspiranoicas, algo que también se veía en el Perú (un fenómeno que parece amainar en estas últimas semanas), es que los líderes del Poder Ejecutivo (Presidente y/o Primer Ministro, Ministro de Salud sobre todo),hayan tenido que dar el ejemplo haciéndolo de manera pública y muy mediática. Es clave que aquellos que piden a la población hacer algo que ésta ve con cierta desconfianza demuestren que creen en lo que están haciendo.
Y, desde el punto de vista de la gestión de la continuidad operativa, y en función de las características de la crisis, tomando en cuenta lo que las entidades públicas ya deberían tener implementado luego de la Resolución Ministerial PCM respectiva de principios del 2015, una medida de prudencia elemental es que aquellos que están participando de manera activa y directa en las negociaciones para obtener lotes de vacunas también estén vacunados (viendo la emergencia no hay espacio para demoras debidas a “curvas de aprendizaje”). Eso no opera para nada en desmedro de la necesaria prioridad dada al personal sanitario de primera línea, pues se trata de un número relativamente limitado de funcionarios (que no debe incluir a familiares), que también cumplen una función clave.
Luego de haber recordado estos hechos y principios básicos, las características del escándalo en el Perú aparecen como particularmente surrealistas, pues incluyen la demostración de cómo en el Perú se han llegado a “torcer” u olvidar los más elementales principios de responsabilidad, de buena gobernanza administrativa y de manejo racional del riesgo:
. un ex presidente y dos ministras que se hacen vacunar de manera oculta, cuando en realidad no había ninguna razón, salvo politiquería de bajísimo nivel, para objetar el hecho que estén entre los primeros en ser vacunados, y es más, era su deber hacerlo en su momento de manera pública; en el caso del ex presidente, se añade el hecho de que lo hiciese mucho antes de que la fase de ensayos esté terminada, es decir tomó un riesgo poco razonable. Pero llama la atención en el caso de las ministras, el que hubieran interiorizado una suerte de regla absurda según la cual no debían hacerlo, al punto de hacerlo a escondidas, por miedo auto-confesado y no por sentido de responsabilidad hacia el rol que cumplían. A punta de agresiones continuas de los dos Congresos sucesivos, se diría que se ha instalado en parte del Ejecutivo una actitud mental de sumisión hacia los agresores, donde hasta reflejos básicos del funcionamiento de un Poder Ejecutivo digno de ese nombre se han perdido. Algo parecido en cierta forma al terrible síndrome de culpabilidad y/o de vergüenza de muchas mujeres agredidas por su cónyuge o conviviente, que no logran liberarse de él por ello ¿Pero qué Gobierno puede funcionar así? Eso no es sostenible, es un factor mayúsculo de riesgo operacional y es extremadamente peligroso para la gobernabilidad de cualquier país.
. una nueva intentona de golpe parlamentario, con apoyo de un candidato presidencial, aprovechando el incidente para tratar de desbancar al Ejecutivo actual en plena lucha para firmar contratos de vacunas y a pocas semanas de las elecciones. Felizmente la cosa no fue más allá, porque las consecuencias hubieran sido dramáticas para la imagen y la “nota país” del Perú y su acceso a los mercados de capitales a tasas razonables (como la última emisión exitosa). Pero lo inimaginable no deja de ser que la intentona se haya producido.
. para coronarlo todo, un sector del Congreso y sus aliados políticos y mediáticos casi provocan un incidente diplomático mayúsculo con China, primero con exigencias absurdas hacia la Embajada China, y luego con un programa televisivo donde se difundió deliberadamente información falsa sobre la vacuna china, sobre la cual ya se sabe por la misma experiencia china y la de varios países, que sí funciona bien; evidentemente la intención era golpear al gobierno de transición y provocar un cargamontón para derrocarlo, pero los promotores de este desaguisado ni siquiera pensaron un solo momento en el problema de relaciones exteriores que eso le iba a provocar al Perú (felizmente se escogió muy bien al nuevo Canciller), ni que eso iba a provocar pánico y rechazo masivo a la vacunación en curso. Aunque para esto último, la opinión muy difundida acerca de un sabotaje deliberado de la campaña de vacunación podría ser la correcta, desgraciadamente; me inclino más por la hipótesis de un ejemplo más de objetivos subalternos tan cortoplacistas y de mediocridad tan absoluta que no se llega ni a visualizar consecuencias posibles, algo tan difundido en ciertos círculos políticos y mediáticos del país, que es una de las fuentes principales de nuestro riesgo operacional sistémico. Si mi opinión es errada y fue algo deliberado, estaríamos entonces ante una situación de tipo sabotaje y alta traición en tiempos de guerra.
También he podido observar dos fenómenos que muestran poco sentido de la gestión de riesgos:
. esas ideas absurdas de querer que el sector privado pueda comprar vacunas para sus propios fines, por ejemplo para proteger a sus propios trabajadores, sin tomar en cuenta la necesaria estrategia nacional de priorización en un contexto de penuria de vacunas; es notable a lo que puede llegar cierto tipo de ceguera ideológica (como si el mercado fuera la solución mágica frente a crisis sanitarias) o el perseguir objetivos puramente personales. Por supuesto, el sector privado puede contribuir, como algunas empresas lo hacen para otros aspectos de la lucha contra el Covid 19, a que se traigan más rápido las vacunas, para compensar las ineficiencias del sector público, pero aun así solo podría ser en beneficio de la estrategia nacional de priorización. De paso, para la implementación de la campaña de vacunación, el sector Salud no lo está haciendo nada mal, tal vez por su experiencia previa en campañas de vacunación; a muchos les cuesta reconocer eso, porque en su ideología (que también existe en círculos de otros países, todo lo que haga el Estado, por definición es malo; en ambientes conspiranoicos, por ejemplo en los EE.UU., es considerado hasta “diabólico” lo que puede llevar a atentados graves como el de Oklahoma City en 1995 o la reciente conspiración para secuestrar a la gobernadora demócrata de un Estado en un contexto de tweets del ex-presidente alentando a atacar a las autoridades de varios Estados)
. el que muchas de las personas vacunadas se estén imaginando que por eso ya no necesitan observar las medidas prudenciales de distanciamiento, lavado de manos y puesta de mascarilla. Es algo que he observado también en Europa. Y esto, en el contexto actual en que las personas vacunadas no dejan de ser una minoría, una situación que va a perdurar aún por mucho tiempo por la cantidad insuficiente de vacunas, justo cuanto se están extendiendo las nuevas variantes más contagiosas y agresivas, es un factor de riesgo adicional mayúsculo, pues hasta ahora no hay ninguna prueba de que las vacunas impidan contaminarse y contagiar, sólo se sabe que reducen muy significativamente el riesgo de desarrollar una forma grave y de morir. Lo que podríamos tener con ese relajamiento de la gente vacunada, que parece muy difundido, es una ola de contagios adicionales provocada por esta gente inconsciente o egoísta frente a los no vacunados. El colmo de la paradoja: una solución sanitaria correcta y tan esperada que en la práctica agravaría la situación, por la actitud de muchos de sus beneficiarios.