Covid-19 y Riesgos Fiscales
En el post de inicios de Mayo último con algunas reflexiones urgentes en materia de gestión de riesgos que espero haya servido a muchos, terminaba con el tema de la gestión macro-fiscal, que tendría que ir adecuándose a un escenario extremadamente incierto, con posibles subidas y bajadas de la prevalencia del virus. Desde entonces es lo que ya se nota en algunos países que están teniendo segundas olas o profundización de la primera, según como se la mire. Y las proyecciones macroeconómicas de los grandes organismos internacionales tienen cada vez más reservas en cuanto al margen de incertidumbre. Es la oportunidad para recordar el tema de los riesgos fiscales sobre el cual ya he escrito antes, pues esta crisis ha mostrado de manera brutal cómo la materialización de una fuente de riesgo fiscal específico, el riesgo de desastres, siendo una pandemia un desastre de tipo biológico, puede llevar a consecuencias gigantescas.
Efectivamente, si en muchos países no entendían muy bien lo que eran los riesgos fiscales, han tenido estos últimos meses un curso práctico acelerado involuntario.
Recordemos, para simplificar, que los riesgos fiscales son una serie de factores que pueden llevar a que los resultados de las finanzas públicas (principalmente déficit fiscal y ratio de deuda, medidos respecto del PBI) se desvíen de lo proyectado. Y que las grandes categorías son los riesgos macroeconómicos (por ejemplo, tasa de crecimiento económico y tipo de cambio), los riesgos fiscales específicos (que pueden ser los riesgos contingentes como el de desastres o el del sistema financiero o riesgos de largo plazo como el de pensiones) y los riesgos institucionales o estructurales (factores operacionales que en general empeoran a los otros riesgos fiscales).
Esta crisis ha sido un curso acelerado, porque, además, para aquellos que tienden a razonar en silos y a no darse cuenta, o no querer ver, que todos estos riesgos fiscales están muy interconectados, se pudo ver esas interacciones a partir de los “impactos en cascada”, un tema que he estado explicando en diferentes países para que no subestimen al riesgo de desastres, una tendencia muy habitual en los círculos financieros y macroeconómicos. Mirándolo en nuestro caso lo hemos tenido todo, como en casi todas partes:
. la materialización de un evento de la categoría del riesgo de desastres (pandemia con la correspondiente crisis sanitaria), que es el evento-base, que rápidamente llevó a la brutal materialización de diversos riesgos macroeconómicos con una recesión no vista desde hace mucho tiempo
. en cascada se van materializando también otros riesgos fiscales específicos; por ejemplo, el haber tenido que aportar apoyo financiero, para impedir que la situación sea peor, a muchísimas empresas y a hogares, un fenómeno mundial, parte de las recomendaciones del FMI y del Banco Mundial. En no pocos países también el Gobierno ha tenido que apoyar a empresas públicas, o las contingencias explícitas contenidas en garantías crediticias y sobre todo en los contratos de APPs se están materializando, pues muchas de ellas están en sectores de infraestructura muy afectados. Dicho sea de paso, cabe preguntarse cómo está ahora ese frente en el Perú. También se ha visto afectado el riesgo pensionario.
. y como factor de empeoramiento hemos visto cómo riesgos estructurales o institucionales fueron decisivos para empeorar los impactos del evento-base: un sector de salud pública raquítico – con agentes privados aprovechándose al máximo (como farmacias en situación oligopólica) en vez de la cooperación público/privada vista en otros países, viejos problemas organizativos estructurales del propio Estado y los derivados de la falta de inclusión financiera y digital, corrupción, vulnerabilidades sociales estructurales combinadas con la ausencia de un sistema de protección social adaptativa.
El Gobierno hace lo que puede y felizmente, años de manejo fiscal responsable, así como de manejo responsable del BCR y de una buena supervisión financiera le dieron al país un buen margen de maniobra, y se notó en el diseño ambicioso del plan de respuesta y de reactivación, tan elevado respecto del PBI como el de un país avanzado. Y como lo han observado ya muchos especialistas internacionales acerca de países con características de precariedad social como el nuestro, muchísima gente, que vive solamente al día, también hizo lo que pudo hasta que ya no pudo aguantar más ante la perspectiva de morirse de hambre (muy desubicados los insultos que he visto a menudo en las redes: el confinamiento es extremadamente difícil para la gran mayoría de la gente en países con alta precariedad social).
Hay actualmente ciertos frentes que me están preocupando especialmente:
. un Congreso donde no les vendría mal un curso acelerado de finanzas públicas, porque han estado fabricando riesgos fiscales adicionales a un ritmo acelerado: riesgos legales ligados a APPs con el asunto de los peajes donde se ve muy difícil que se puedan ganar los arbitrajes internacionales, riesgos pensionarios adicionales, ahora tal vez riesgos fiscales ligados a la posible desestabilización de las entidades financieras con el absurdo ese de la moratoria y reestructuración obligatoria de la cartera crediticia (cuando los mismos bancos ya lo hacen siguiendo las recomendaciones de la SBS pero también porque tiene más sentido desde el punto de vista de la gestión del riesgo, con aquellos que lo necesiten realmente; si hay desacuerdos, quizás se pueda ampliar el servicio de mediación financiera, como lo hizo el regulador francés).
. en el frente del sistema judicial se diría que salvo intervención decisiva in extremis de la JNJ, que ha sido una ilustración perfecta de lo que escribí hace unos años acerca de los riesgos de la continuidad operativa de la lucha anti-corrupción, el sector ya identificado como mafioso dentro de dicho sistema se habrá anotado una gran victoria
. en el frente ambiental, se diría que con nuevos proyectos destinados a acelerar la deforestación en la Amazonía (como de palma aceitera masiva, cuyos estragos ya se vieron en otros países; también había un proyecto de carretera entre Pucallpa y el Brasil), vamos camino a imitar al Brasil en el afán deforestador. Esto no solo podría costarnos caro en cuanto a exportaciones en el marco de TLCs clave; así como en Africa la deforestación y otros ataques a los ecosistemas favorecieron con el tiempo las zoonosis como el VIH/SIDA y el Ebola, y en Asia las del SARS y del Covid-19 y del Nipah, ya podríamos estar fabricándonos otra(s) zoonosis con potencial pandémico “hecha en la cuenca amazónica” (made in Peru or made in Brazil).
Estos temas conllevan sus propios riesgos fiscales en cascada: una baja en la nota soberana a causa de los ataques continuos a las finanzas públicas desde el Congreso, agravando el impacto del Covid-19 (lo que causaría un aumento de la tasa de interés a la que el país puede endeudarse), y de una menor atractividad para las inversiones extranjeras, y por ende de la capacidad de recuperación, al ser visto el riesgo institucional, sobre todo el judicial, como más peligroso que nunca para la seguridad jurídica, podría costarnos muy caro (hay que vigilar el indicador de riesgo institucional país de la clasificadora de empresas de seguros AM Best, que no vayamos a pasar “gracias” a los otros Poderes del Estado y a algunos de nuestros sectores políticos y empresariales, del mediocre CRT-4, el penúltimo grado, al CRT-5, el último grado; para saber más sobre sus Country Risk Tiers, ver http://www.ambest.com/ratings/cr/GuidetoCRTs.pdf)
Sería bueno quizás recordar que Colombia, al haber efectuado una serie de reformas clave, ya ingresó a la OCDE, a pesar de haber iniciado ese proceso posteriormente al nuestro. Hizo su tarea, a pesar de enormes desafíos y corresponde felicitarla. En nuestro caso, que ya somos el único país de la Alianza del Pacífico en no formar parte de la OCDE, no sé cómo vamos respecto de mediados del 2016 en el que se había dejado el tema bien encaminado, antes de que tiempo después en el Congreso anterior se dijera que la OCDE conspiraba con un ex Ministro de Educación que no les gustaba en el tema de las pruebas PISA. En todo caso, no creo que los factores de riesgo institucional (y otros riesgos fiscales, en cascada), que acabo de mencionar ayuden mucho.
Es terrible saber que se tiene el potencial para estar entre los mejores, pero que no faltan los que siempre lo malogran todo.
En cuanto a nuestra institucionalidad para la gestión proactiva e integral del riesgo de desastres, en esta realidad de riesgos múltiples y simultáneos que se está viendo cada vez más, que tenemos como espada de Damocles más permanente que nunca, y de descubrimiento de que las grandes pandemias dejaron de ser “eventos de cada 100 años” se la necesita más fuerte que nunca, junto con un fuerte sistema de salud pública, y un buen sistema de protección social adaptativa. No estaría de más tener algo más de cultura al respecto, para ello recomiendo lo que publica la UNDRR, que además está difundiendo en redes unos spots y documentos cortos muy didácticos, que podrían servir de inspiración, adaptándolos a nuestro país, a nuestros especialistas en el tema. Es tanto más necesario que da la impresión de que hubo durante varios años en el Perú, por lo menos entre el 2008 y el 2016 todo un impulso y concientización que se han ido perdiendo (sin lo construido antes, la fase de respuesta del Niño Costero relativamente exitosa hubiera sido imposible).
https://www.undrr.org/drr-and-covid-19 y https://www.undrr.org/building-risk-knowledge/understanding-risk