Covid-19 y Gestión de Riesgos – Reflexiones Urgentes
Luego de los posts de Marzo y Abril últimos sobre el Coronavirus, Riesgo Operacional y Gestión de la Continuidad (15 de marzo) y sobre los Desastres por Voluntad Propia (12 de Abril), he venido observando lo sucedido estas últimas semanas, que vieron la extensión del confinamiento por 1 mes más. Queda claro que hay algunas lecciones que sacar y cambios a efectuar en el tema de la gestión de riesgos, tanto conceptualmente (para hacer ciertas cosas en la práctica sin tardar) como medidas concretas que tendrán que hacerse “sobre la marcha”. Esta lista no es exhaustiva.
. no olvidemos que aún en tiempos de pandemias, los otros desastres no dejarán de existir mágicamente y pueden producirse en todo momento; cabe preguntarse cómo la pasarán los países sujetos a ciclones/tifones/huracanes al llegar la estación habitual para ello. En el Perú hasta ahora hemos tenido suerte que no se produzca la más que obvia espada de Damocles que es un mega-sismo en Lima y Callao, o incluso solo uno como los del 40, 66 o 74. El coronavirus ya puso seriamente a prueba los dispositivos de continuidad en los sectores público y privado, y se ha podido ver que de manera general las entidades financieras, han respondido bien, así como muchas empresas que prestan servicios públicos y diferentes ministerios, destacando por ejemplo el MEF que ha llevado a cabo una exitosa colocación de bonos y está logrando hacer las transferencias necesarias, o el Minedu poniendo en marcha en tiempo récord la tele-enseñanza. ¿Pero cómo se anda al respecto frente al escenario de un gran sismo? ¿Se ha acelerado la preparación de lo no hecho y la reanudación de lo interrumpido? Esperar “tocando madera” que ello no suceda no sirve.
. la comparación que hacen Alonso Segura y otros economistas, en La República, de la curva de defunciones comparada a la de otros países que también tomaron medidas tan rápidamente como el Perú es terrible, pero desnuda a fondo lo disfuncional que es nuestro Estado; aún con medidas de manera general bien concebidas, todos los problemas de capacidad de ejecución que ya se conocían nos jugaron en contra. Se van a reabrir las actividades de manera gradual, porque ya no queda otra socialmente, hay que ser lúcidos, con una curva de contagios y muertes no aplanada (no es el único país en esa situación). Dichos economistas hacen una serie de recomendaciones útiles (contrariamente a los que critican por criticar, con motivaciones subalternas), pero queda por ver si nuestro Estado puede realmente ejecutarlas. Por ello, es recomendable aceptar otros aportes: como lo recordó el almirante (r) Montoya, las FFAA pueden aportar más todavía, así como hay normas que se pueden usar más, como la de Movilización. O la muy concreta propuesta efectuada por Monseñor Barreto, sobre el uso de la red de parroquias y capillas para alcanzar un objetivo de “hambre cero”; PD del 5 de mayo: acabo de ver el artículo de Waldo Mendoza en Gestión, con el que suelo coincidir, sobre el apuro por reactivar; es cierto que se está tomando un gran riesgo de nuevo aumento de contagios, y también en el plano macro-fiscal por via de consecuencia; pero me parece que con una situación social que ya se está desbordando y que lleva a una cuarentena poco acatada (ver punto siguiente) y con los problemas de ejecución del Estado, era difícil que una nueva extensión lo sea; esto hace que la responsabilidad de los empresarios con lo que suceda en las próximas semanas será enorme, y tienen la obligación de estar a la altura, porque ellos de su lado han presionado mucho por ese lado también; y también aumenta la responsabilidad de los alcaldes con el tema de los mercados, por ejemplo (el Alcalde de Lima está tomando medidas preventivas; ¿pero los demás?). Ver también el de Miguel Castilla sobre manejo de riesgos sanitarios para la reactivación también en el Gestión de hoy 5 de mayo.
. Justamente, uno de los factores clave para que no funcionaran como esperado las medidas tomadas (aunque innegablemente se hayan salvado muchas vidas y evitado una situación aún peor), ha sido nuestra gigantesca precariedad social, la que recordé el 15 de marzo y que en años anteriores daba también como argumento adicional para que se combatiese de manera firme el riesgo de sobreendeudamiento de los hogares. Muchísimos no han querido verla, inflando de manera interesada los resultados en materia de reducción de la pobreza, que en realidad eran frágiles. No por nada eran tan importantes los programas sociales ampliados en el período 2011-2016 y que se dejara de ningunear al proyecto Sierra Productiva, tan útil para el desarrollo sostenible de la pequeña agricultura familiar. La brutalidad de nuestras desigualdades nos ha saltado a la cara, ahora nadie podrá decir que no sabía (una ignorancia en enorme grado voluntaria). Sin caer en modelos que ya se sabe sobradamente que sólo empeoran la situación luego de una mejora aparente y artificial (y que algunos interesadamente proponen aprovechando esta crisis), es obvio que no se puede seguir así; aparte de inmoral, es un factor de riesgo país mayúsculo (hablo del verdadero riesgo país, no del que sólo miran los círculos financieros). Al respecto, cuidado con ciertas ideas algo demagógicas que circulan, lo que se necesita es una verdadera reforma tributaria que aumente la contribución de los que más tienen (y eso incluye a los muchos que están en el sector informal, no solo el formal), que comparada a países tipo OCDE es minúscula (¿existirá gente como Warren Buffett en el Perú?) sin golpear más a los pocos que ya pagan un porcentaje muy grande de sus ingresos (para colmo sin tomar en cuenta el número de hijos); digo también cuidado porque con esta crisis, mucha gente que se cree tiene cierto nivel de ingresos (base fines del 2019) ya no los tiene. De paso también nos saltó a la cara, como subcomponente de esa desigualdad, algo que sí sabían ciertos sociólogos: la enorme proporción de hogares dirigidos por mujeres solas (de eso alertó una feminista de izquierda, estilo voz en el desierto; en gestión de riesgos, las alertas no deberían tener color político) , y la de hombres totalmente inútiles para ocuparse de ciertas cosas del hogar, algo objeto de chistes en las redes, pero en realidad un riesgo operacional sistémico para el país, peor aún en caso de epidemias o pandemias. Para entender mejor el problema enorme de grandes urbes no inclusivas como Lima y Callao, recomiendo este corto video del Banco Mundial: https://www.youtube.com/watch?v=-RYSTCdbX4Q&list=PLopq6yGfmFAve2Oj-g4mPzZnt_rMwd9Ts&index=2&t=0s
. ligado a lo anterior: la tremenda desigualdad se expresa también en los muy limitados medios de nuestro Sector Salud, agravados por la mal llamada descentralización (de paso en algunos países europeos, ésta en el sector Salud parece haber sido un factor agravante de falta de respuesta oportuna a nivel país). Esto obligó a poner rápidamente restricciones aún más duras que en otros países. Formamos parte de la cola del continente en ese campo. Con un nivel de recaudación tan bajo, comparado con otros países de la región, especialmente nuestros vecinos y socios de la Alianza del Pacífico, ello no debería sorprender. Como lo dije en el post anterior, y también lo recordé en Marzo, aquí estamos más en el “terreno del desastre por voluntad propia” Ahora, imagínense si nuestro sistema de salud también tuviese que enfrentar otro gran choque simultáneo, como el de un gran sismo en Lima y Callao o un nuevo gran Niño (o Niña). Cabe preguntarse si habrá que poner en marcha para el Perú todo un dispositivo de auxilio por parte de la OMS y otros organismos internacionales aunados a grandes ONGs especializadas, no por falta de espaldas fiscales, sino por falta de capacidades operativas. ¿No teníamos muchos médicos venezolanos a los que no se dejaba ejercer? ¿Y el reforzamiento estructural de los grandes hospitales en las regiones sísmicas, cómo anda? (espero que no siga paralizado por razones burocráticas). Lo que me preocupa es que es muy probable que después de esta crisis, los intereses y las ideologías de siempre sigan impidiendo que se mejore en este campo esencial. En realidad, una gran lección mundial para las clasificadoras internacionales debería ser la necesidad de integrar entre las variables de riesgo país: capacidad de resiliencia real del sistema de salud frente a desastres de todo tipo. Ya lo había mencionado en cuanto a resiliencia operativa general frente a grandes desastres, pero visto que el riesgo de pandemias parece aumentar (ya van varias este siglo), el tema de la Salud merece un análisis aparte.
. urge que entre los que “risk managers” y los auditores se abandone de una vez el enfoque tradicional sobre las matrices de riesgo operacional que desestima la priorización del tratamiento del riesgo de los eventos de baja probabilidad y de alto impacto (LFHS en inglés). Algunos no utilizan el color “negro” en las matrices de riesgos para priorizar, y/o ver inmediatamente lo que se puede hacer en términos de costo-beneficio por el costo inevitablemente alto de ciertas medidas a tomar, y ni siquiera el rojo (riesgo alto, que también obliga a la priorización). Al considerarlos como un riesgo medio, ciertos eventos para los cuales hay que estar bien preparado no son priorizados (ver mi post de Junio 2014). Por lo menos un ministerio aplicó el enfoque que recomendaba para las matrices de riesgo en su normativa interna de gestión de riesgo operacional. Que para implementar las medidas necesarias y decididas se vean luego problemas de velocidad de ejecución y problemas de constancia en el tiempo, tiene que ver más con problemas sistémicos de nuestro Estado que ya he mencionado en varios posts
. eso va de la mano con el necesario abandono de la tendencia de la gran mayoría de los economistas de considerar, en función de sus modelos estadísticos, a dichos riesgos como “riesgos de la cola” (grandes desastres, grandes crisis financieras), entonces a subestimarlos (ver mis posts de Octubre 2013 y de Julio 2014). Algunos han hablado de esta pandemia como de un Cisne Negro, la famosa noción inaugurada por Nassim Taleb. Eso puede ser discutible, porque después del SARS, el A-H1N1, el MERS, el Ebola, desde inicios del siglo, no se puede hablar de frecuencia realmente baja; lo que sí ha sido relativamente imprevisible ha sido el elevadísimo grado de contagiosidad, incluso por personas asintomáticas, de este brote, comparado con los anteriores, y la variedad de modalidades de ataque al organismo que se va descubriendo, lo que ha derivado en un impacto macroeconómico descomunal, incluso comparándolo con el de la “Gripe Española”. Independientemente de la posición que se tenga, de todas maneras, también hay que desarrollar resiliencia frente a los “Cisnes Negros”, tales como tener una sólida posición fiscal con baja deuda pública, grandes reservas internacionales (algo que sí hizo el Perú) o una fuerte capacidad efectiva de reducción del riesgo de desastres, una fuerte continuidad operativa, un fuerte sistema de salud, un sistema social “que no deje a nadie atrás”, etc.
. en la normativa de gestión de riesgo de desastres hay dos temas clave: dejar de una vez de hacer esa diferencia artificial entre desastres “naturales” y desastres causados por el hombre; ya escribí sobre este tema en los últimos posts y el año pasada; las realidades son más complejas, con factores a la vez naturales y humanos, y a menudo con desastres combinados. Se debería decir desastres, a secas, y adecuar de la manera correspondiente la normativa del Sistema de Deuda que toca al financiamiento ex ante de los impactos de los desastres. Pero también es necesario restablecer la rectoría relativamente fuerte que existía en la PCM hace unos años, a pesar de una relativa falta de medios, con una Secretaría de Gestión del Riesgo de Desastres, a la cual debemos la introducción de temas clave en el Planagerd 2014-2021 (como la gestión de la continuidad operativa, reforzada por la RM 028-2015 del 5 de febrero de ese año – que ya he mencionado); con el tiempo se la fue debilitando, hasta desaparecerla.
. en materia macro-fiscal, sería mejor acostumbrarse rápidamente a la idea que esta crisis debería ser más larga de lo pensado, no sólo porque a nivel global macro será difícil que haya una recuperación en V, con algo de suerte podría ser en U (suponiendo que una vacuna se logre rápidamente), puesto que la crisis tendrá consecuencias duraderas en la capacidad adquisitiva y en la confianza de demasiada gente y empresas a nivel global, pero en nuestro país justamente por los factores de problemas de ejecución, los de falta de disciplina, así como las vulnerabilidades sociales mencionadas, podríamos tener el escenario de “subidas y bajadas” de la crisis sanitaria que también se teme incluso en varios países desarrollados ( en vez de una bajada rápida o lenta luego de un “pico”). Es muy probable que el programa del 12 % del PBI, que es de lo mejor que se haya diseñado a nivel mundial, deba ser aumentado en ciertos aspectos, a pesar de tener problemas de ejecución del gasto en otros. Es lo que ya se está viendo de manera realista para el programa Reactiva Perú. Esperemos que no tengamos una larga recesión a nivel mundial luego de una breve recuperación, como lo avizora Nouriel Roubini; es un escenario posible (casi como una L alargada) también, desgraciadamente; también podría serlo el de una recuperación lenta (una V alargada). La política macro-fiscal tendrá que ir ajustándose a un escenario en realidad extremadamente incierto por ahora, que dependerá de demasiadas cosas, entre ellas lo que nosotros mismos hagamos en términos de capacidad de disciplina.
Hay varios otros temas que deberán revisarse con el tiempo, por supuesto. Solo queríamos concentrarnos en ciertos aspectos algo urgentes; he mencionado la Movilización y esto es como una guerra: ¿están contribuyendo todo lo que deberían los canales de televisión privada con la tele-enseñanza? ¿y están participando las clínicas privadas en el esfuerzo de aporte a la capacidad total en UCI y ventiladores, o no, o resulta que desgraciadamente ellas también ya están desbordadas? (recuerdo una clínica privada muy conocida cuya UCI me pareció bien chiquita) .