Los Sismos de México y Nosotros
El terrible drama que ha golpeado a México con dos grandes sismos sucesivos, siendo el segundo de mayor impacto aún, al golpear a la capital, nos obliga a varias reflexiones. Una que se puede tener, para partir de algo muy concreto, es a partir de la excelente noticia de que ingenieros del INDECI han ido a México para ayudar en la evaluación de daños. Nuestra solidaridad con México no debe hacernos olvidar que, a la inversa, México, en medio de la prueba que enfrenta, puede ayudarnos mucho también. Veamos por qué.
Primero, hay que ser muy claros: un sismo como el que golpeó a la Ciudad de México, que hay que verlo en términos de intensidad, más que de magnitud, al ser muy violento por su mayor cercanía (comparado con el del Sur), habría causado en Lima y Callao una destrucción mucho más grande y un número de víctimas por lo menos 50 veces mayor, seguramente. México, en medio de todo el drama humano que representa este sismo, y no sólo por la ya muy conocida escuela (¿cuántos casos así tendríamos a pesar de los meritorios esfuerzos del Ministerio de Educación en los últimos años, con la asistencia técnica del Banco Mundial ?), nos está mostrando cuánto ha mejorado respecto del 1985 (México en varios temas, se ha vuelto un ejemplo a seguir), pero también nos hace tomar debida conciencia de nuestras debilidades.
Como muestra de ello, estos días se ha estado dando a conocer mucho las declaraciones de nuestros científicos, lo que está muy bien; pero no debemos olvidar que ellos ya han hablado a menudo antes, sin que se les haga gran caso; hasta han habido comentarios descalificadores frente a sus justificadas solicitudes de mayores recursos (de paso la misma penuria afecta a otros organismos científicos clave para los riesgos hidro-meteorológicos) e incluso a veces burlas en su contra cuando mencionaban hipótesis que también son consideradas como muy reales por sismólogos de otros países que tienen una larga experiencia muy diversificada geográficamente, y un conocimiento muy fino de las fallas de subducción como la de 400 km que tenemos al frente. Se olvida que los sismólogos trabajan mucho con sus pares extranjeros, habiendo varios apoyado al IGP en sus estudios, y que en ese tema hay una verdadera “comunidad científica”. Y que también hay modeladoras internacionales de riesgo catastrófico que trabajan desde hace mucho tiempo con organismos científicos y con las grandes reaseguradoras, que también necesitan esa información. Tomó mucho tiempo para que al fin se tomara ese escenario muy real de un posible sismo de 8.5 Mw para simulacros, lo que es más prudente que sólo tomar el de 8 Mw o algo menos que nos es más familiar, que de todas maneras, en la Lima de hoy (y ya no la de 1940, 1966 o 1974) sería más catastrófico; con 8 Mw ya tendríamos lo que se sintió en Pisco, pero en Lima y Callao.
Por otro lado, el funcionamiento del Gobierno Federal de México no parece haberse paralizado y se sabe que el Tesoro Federal logró continuar sus operaciones; y al mismo tiempo pueden tener a pesar de todo algunas lecciones aprendidas que nos pueden ser muy útiles. Lo que la PCM y el INDECI deberían hacer es contactar a los responsables de continuidad del negocio (u operativa, o de operaciones, como dicen algunos) de sus pares Mexicanos para saber más al respecto. El MEF debería hacer lo mismo con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. El BCR igual con el banco central de México, así como la SBS con sus pares mexicanos (su supervisión está organizada de manera algo diferente). Cabe anotar que el FMI, con financiamiento suizo o japonés según los casos, ha estado asistiendo técnicamente a los “ministerios de finanzas” de ambos países así como al de Colombia.
Dicho sea de paso, los gremios empresariales, que ya deberían estar teniendo un enfoque mucho más estructurado de gestión integral de riesgos a través del Capítulo Peruano de ARISE (promovido por las NNUU y sobre el cual ya escribí varias veces), deberían conversar con sus pares mexicanos; ¿no están ya conectados a través del CEAP (Consejo Empresarial de la Alianza del Pacífico), en el marco de la Alianza del Pacífico? ¿Y no tenemos también a la AILA (Asociación de Industriales Latinoamericanos), que tuvo un evento hace unos meses organizado en Lima por la SNI, punto focal de ARISE Perú?
Lo que me lleva de vuelta al INDECI y al simulacro nocturno del 13 de octubre próximo. Ese simulacro, que supongo, tendrá al COEN fuertemente involucrado, debería ser la oportunidad también para que las entidades del gobierno nacional que ya han estado implementando la gestión de la continuidad, conforme a los lineamientos publicados por la PCM a principios del 2015 en línea con lo ordenado en el Planagerd 2014-2021, “testeen” sus dispositivos existentes, empezando con el “árbol de contactos” esa misma noche, para simular luego una reanudación de operaciones alterna el lunes siguiente, luego de un fin de semana de “caos total” (en la práctica podría durar más), parte de las operaciones del viernes por la noche debiendo servir a la “preparación de la reanudación” del lunes. Será también la oportunidad para que ciertas entidades “desempolven” y actualicen lo que ya tenían y se venía haciendo pero que puede haber sido paralizado totalmente o parcialmente con el cambio de gobierno o de cierto personal clave tiempo después (son cosas que suceden en nuestros países, desgraciadamente); una buena manera de ayudar a hacerlo es pidiendo “prestado” para ese fin de manera puntual a personal que puede estar ahora en otras entidades públicas, por ejemplo, porque tienen la memoria institucional reciente de su entidad anterior; además siempre hay gente en cada entidad que se acuerda de ensayos anteriores, y hay informes que se hicieron en su momento y pueden servir (aunque desgraciadamente exista en no poca gente la manía de botar al tacho o en un cajón lo que pueda haber sido dejado por los anteriores, y andar diciendo después que no le dejaron nada; recordarán lo que ya escribí sobre el “complejo de Adán”). Por supuesto, ello debería hacerse sin perturbar significativamente el funcionamiento normal de la entidad, como lo recomiendan los mejores estándares en la materia.
Y luego deberían reportar al respecto a la unidad que se ocupa de ello en el INDECI; antes era en la Secretaría de Gestión de Riesgo de Desastres de la PCM, pero al ser disuelta esta, el tema pasó al INDECI. Personalmente, pienso que ello debería regresar a la PCM, porque la gestión de la continuidad operativa es algo que va mucho más allá de la preparación y respuesta, es una manera de funcionar que debería ser constante y que luego de un evento, puede dar lugar a un restablecimiento de las condiciones anteriores de funcionamiento muy progresivo, que puede durar meses; hay toda una organización en ello, y el tema es en realidad muy multisectorial. Y podría ser dentro del vice-ministerio de gobernanza territorial, que a mi parecer tiene un potencial muy grande aunque muchos no lo perciban aún (siempre y cuando se entienda bien todo lo que incluye en realidad esa noción, a la luz de cosas escritas por la OCDE o destacados funcionarios de otros organismos multilaterales o de la noción de “acción social” desarrollada en círculos militares, y se restablezca una ONDS fuerte, dejarla de lado no fue un acierto, como lo recordó recientemente el Sr. Vladimiro Huároc).
Hay empresas del sector privado que deberían hacerlo también, y luego reportar cómo les fue a sus gremios, a los ministros/viceministros sectoriales correspondientes y a sus supervisores, cuando los hay (las lecciones aprendidas son claves para mejorar: siempre las hay; un ensayo donde nada falla es siempre sospechoso: o demasiado fácil o demasiado preparado como el que se aprende un examen “de paporreta”, en la vida real no es así). No hay que olvidar que existen interdependencias entre sector público y privado, también, y que cada entidad tiene ciertos “socios estratégicos”. De paso, ¿qué esperan empresas líderes para incorporarse a Continuam Perú y a ARISE Perú?
Como ven, lo que ha sucedido en Ciudad de México debería ser una oportunidad para que el simulacro del 13 de Octubre sea más ambicioso en sus objetivos, y para aprender de los Mexicanos.
No solo las entidades públicas y partes clave del sector privado sabrían mejor “cómo andan” en este tema, pero de manera coordinada. Y además sería el momento de retomar las prácticas y proyectos que podrían haber sido paralizados, sea por el “complejo de Adán”, sea sencillamente por pérdida de capital humano clave, sea por la atmósfera de temor que se vivió en la función pública durante bastante tiempo en parte a causa del accionar de cierta institución clave, o porque hubo gente que “se durmió” porque hasta ahora no sucede nada (como pasó en Nepal; estaban más que advertidos, pero como el sismo demoró muchos años en llegar, ya no tomaban la amenaza en serio: algo parecido a lo que sucede con las crisis financieras y con los fines de “tramo favorable del ciclo”) o se les puede haber metido en la cabeza que su local es más seguro de lo que es realmente por un reflejo de auto-ceguera (sin que nadie ose contradecirlos), un fenómeno muy frecuente ligado en parte a la reticencia a invertir en la continuidad del negocio, que es muy similar a la reticencia frente al gasto en seguros, así como a la reticencia a invertir en seguridad industrial en ciertas empresas.
Cabe anotar que la SBS, como hace un par de años, lideró hace poco, un ejercicio de continuidad con el sector financiero, en el que participaron igualmente el BCR y el MEF.
Me permito recordarles el post de Julio último sobre la propuesta de un Sistema Nacional de Gestión Continuidad Operativa (mejor aún si es igualmente de Gestión de Riesgo Operacional, vista la fuerte inter-relación), que integre al sector privado. Así como ya existe algo para la Seguridad de Información y la Seguridad Informática. Ambos tendrían que articularse para ciertos aspectos, en todo caso. Un ensayo así podría ayudar a generar una suerte de “borrador” de ese nuevo sistema, así como la experiencia del Niño Costero y de la ARCC deberían ayudar a mejorar de manera sostenible, y no improvisada, al SINAGERD, con la asistencia técnica multilateral y bilateral.