El Riesgo Operacional Derivado de las Alertas de Actos Terroristas
Hace unos días un amigo me contaba cómo su viaje de regreso de los EE.UU. había sido perturbado por la falsa alarma de ataque terrorista en el aeropuerto neoyorquino JFK, que provocó escenas de pánico, cierre del aeropuerto, etc., por lo que se creyó era una balacera. En resumen, se puede considerar que se produjo lo que en gestión de riesgo operacional se llama un evento disruptivo de la continuidad de las operaciones del aeropuerto, y por vía de consecuencia de otras operaciones. No hubo acto terrorista propiamente dicho, sino una alerta de acto terrorista. Desgraciadamente este es un factor de riesgo operacional que se está extendiendo y está llamado a extenderse aún más.
Cuando uno hace la lista de eventos de riesgo operacional, y en especial de les eventos que pueden afectar la continuidad de las operaciones de una empresa o de una entidad pública, los actos de terrorismo forman parte de los factores de riesgo clásicos. Es una de las razones clave para desarrollar un plan de continuidad, uno piensa inmediatamente en el local destruido por una bomba u ataque de otro tipo, como los atentados del 11 de setiembre del 2001.
Yendo más allá del acto de terrorismo en sí, uno piensa también fácilmente en sus consecuencias operativas indirectas inmediatas, y con graves impactos financieros, que agravan el riesgo crediticio: frecuentación en caída de ciertos lugares como restaurantes, estadios o salas de concierto, y en casos más fuertes, caída brutal del turismo en alguna ciudad o incluso en todo un país, y hasta del transporte aéreo: nunca podré olvidar las semanas que siguieron a los atentados del 11 de setiembre del 2001, pues se rumoreaba que el próximo ataque podría ser en Asia, y en ese momento me encontraba basado en Hong Kong, con una posición regional…y con una buena lista de viajes ya previstos en razón de una reorganización en curso. Se nos dio la opción a los que estábamos en esa situación de postergarlos o de mantenerlos previa firma de una carta descargando a la empresa de toda responsabilidad civil; mantuve los viajes y pude ver de manera muy directa lo vacíos que estaban los aviones, ni siquiera hacía falta viajar en clase business porque era fácil tener toda la hilera del medio de 4 asientos de un B-747 para uno solo. Por supuesto, en los bancos tuvimos además un buen tiempo de suspenso en gran parte de nuestra cartera crediticia de empresas de transporte aéreo.
Pero también, para la vida de muchas empresas (si dejamos de lado las que vieron sus negocios caer en picada), aparte de viajes de negocios postergados o anulados, se fueron viendo otra serie de factores de riesgo operacional: múltiples demoras en los aeropuertos y otros medios de transporte por la frecuencia y exhaustividad de los controles por el temor a un nuevo atentado; todo se volvía como más lento y trabajoso, con una cuasi imposibilidad de llegar con puntualidad a donde fuere. Todo estaba perturbado. Recuérdese además que en los EE.UU., la suspensión absoluta de vuelos duró cierto tiempo.
Y apareció otro factor de riesgo derivado, que me tocó sufrir en persona, y a otros colegas y conocidos míos: los maltratos en los aeropuertos a los empleados y funcionarios de empresas internacionales, porque tenían el aspecto y/o el nombre y/o el pasaporte “equivocado”, pues las fuerzas de seguridad en los países de la región, como en los EE.UU. estaban nerviosísimas. No citaré los dos países donde me pasó por cortesía y comprensión del contexto, pero en uno tuve que pasar a una habitación especial para desvestido e interrogatorio largo y muy hostil, y en otro ser demorado anormalmente en el counter y volver a ser controlado e interrogado ya en el avión de manera bastante humillante por varias personas frente a los poco pasajeros que ahí estaban. El problema venía de un apellido que para gentes poco conocedoras del castellano les sonaba a árabe, combinado con rasgos algo medio-orientales por la ascendencia armenia, y el pasaporte francés: es decir, el perfecto sospechoso franco-musulmán a sus ojos (como el que no logró participar en el famoso atentado al ser arrestado poco antes por un hecho menor). En Francia se le suele llamar a eso irónicamente “el delito de la fea, o sucia, cara”. Un colega franco-marroquí la pasó peor todavía en situaciones similares, porque él ni siquiera podía en medio de arduas explicaciones dar un pequeño curso de geografía y de lenguas latinas e hispanoamericanas, y bueno, en uno de los dos casos decir Machu Picchu terminó por lo menos acortándome la mala experiencia (paradójicamente en el que menos inglés hablaban).
Esto puede sonar algo anecdótico, pero no pude dejar de considerar más tarde que no era grave, y en qué hubiera pasado con otro pasajero de carácter más irritable, o que opusiera resistencia por otra razón que no tuviera nada que ver con el terrorismo (ingesta previa de alcohol o droga, que lleva a reacciones estúpidas, algo bastante frecuente, transporte oculto de efectivo por encima de los límites autorizados como le pasó a un político peruano, etc.), a la vista de lo que sucedió en Londres después de los atentados suicidas del 7 de julio del 2005 en el metro y los buses: ¿recuerdan el asesinato de un inocente pero nervioso brasileño en el metro por unos policías también presas de su nerviosismo? Aparte de la horrible pérdida de una vida en esas circunstancias, esto fue un evento de riesgo operacional grave para la Policía británica, con un fuerte impacto reputacional. ¿Cuántos casos más de personas inocentes golpeadas, o heridas y hasta asesinadas, por error, pero sin que trascienda por alguna razón, se habrán producido en el Mundo luego de atentados? No es ignorado que incluso se han dado casos de personas trasladadas a Guantánamo por error, luego de haber sido torturadas en terceros países, siendo inocentes (la excelente película “Rendition”, basado en un caso real, lo ilustra muy bien, aunque aquí el cineasta deje adrede al espectador con la duda).
Y aparte de eso, volviendo al incidente que acabo de mencionar en la introducción, que hubiera podido terminar con varios heridos y muertos por disparos a locas de agentes de la Policía convencidos de un ataque terrorista, con el consiguiente riesgo reputacional, están también las innumerables interrupciones operativas causadas por las falsas alertas de bombas, que provocan cierres de barrios enteros, evacuaciones de edificios que pueden durar horas, en medio de un gran pánico: aparte de que se haya tenido que activar tal vez el dispositivo de continuidad del negocio en un local alterno, para las empresas más avanzadas, es en ese tipo de circunstancias que se extravían documentos importantes en físico o en dispositivos USB, por ejemplo, o peor, que se producen caídas en las escaleras y hasta estampidas, un poco como sucede en un sismo.
En casos más extremos, falsas alertas terroristas pueden causar tantas perturbaciones operativas como un accidente grave en la red de transporte, o una huelga dura desencadenada súbitamente o un ataque de un grupo muy numeroso de hooligans o una gran manifestación urbana que degenera en violencia.
Conclusión:
Como ven, los actos de terrorismo no son eventos de riesgo operacional sólo cuando se producen, sino también por lo que pueden provocar en los días, semanas y meses…y hasta años, siguientes.