Reflexiones sobre unos Días en el Cusco y la Gestión de Riesgos
En el mes de febrero último tuve la oportunidad de regresar por unos días a Cusco luego de casi 10 años, además de pasar varios días en el valle del Urubamba. Por supuesto, tuve el gusto de poder por fin hacer conocer a mi hijo menor a una ciudad que representa mucho para mí por los años preparatorios de mi regreso al Perú, y del placer de volver a ver el hotel del Centro Bartolomé de las Casas donde me alojé varias veces, y su gran librería donde una vez vi el Principito de St Exupéry impreso en quechua, con la pequeña panadería con productos estilo francés hechos por los chicos de Qosqo Maki, y de ver que la Panadería del Buen Pastor en la cuesta San Blas seguía funcionando con el mismo sistema impulsado por las monjitas de la orden fundada por Santa Eufrasia, y de fallarme la sopa de quinua de la Granja Heidi cerrada por mantenimiento (en la misma cuesta), donde años atrás un sacerdote andino me levantó en 20 minutos de un brutal ataque de soroche por empezar el trajín sin descansar las 3 horas habituales (el colmo para un risk manager). Pero también regresé de esos intensos 8 días bastante preocupado sobre el futuro de Cusco y su región. Veamos por qué.
Las múltiples razones de la preocupación
Para empezar, ya desde el valle del Urubamba, utilicé la oportunidad para hablar con las diferentes personas que nos iban llevando a los diversos paseos, y por supuesto para observar mucho alrededor mío. Y entre las cosas que vi y escuché, aunque por supuesto, no tuve tiempo para confrontar más puntos de vista, hubo demasiadas que me preocuparon:
. si bien vi a muchos andenes en actividad, también vi a muchos que parecían abandonados; y para los que saben el rol que juegan tanto para la seguridad alimentaria como para la estabilización de los suelos frente a la amenaza de deslizamientos de terreno, eso preocupa, sobre todo cuando una viaja en temporada de lluvias; ¿no era que había un gran programa de rehabilitación de andenes en la Sierra?
. en diferentes lugares, que yo recordaba con abundantes árboles, lo que vi fueron grandes extensiones deforestadas y me mostraron otras en el Valle Sur que conocía menos; o sea que la deforestación en la regìón parece haber estado avanzando; por si no lo saben, en muchas regiones de la Sierra, quiten los árboles y lo que crean son zonas propicias para deslizamientos de terreno y aludes; ¿y donde está la reducción del riesgo de desastres? Esto es aumento prácticamente deliberado del riesgo de desastres.
. me contaron acerca de unos derrumbes que se habían producido hace unos años cerca de la ciudad de Urubamba, provocados por un proyecto de exploración de uranio, justo arriba en la montaña, con excavaciones bastante profundas, y que había sido autorizado de manera irregular y bastante clandestina por ciertas autoridades locales (más alguien en Lima), ¿a quién se le puede ocurrir hacer eso justo encima de zonas que ya están densamente pobladas? Otra vez la maximización del riesgo de desastres
. pasando delante de una planta de tratamiento de agua, me contaron no solo que ésta funcionaba mal, sino que las fuentes de agua que abastecían al Cusco dependían de los glaciares…que como ya se sabe están muy amenazados por el cambio climático; pregunté si ya se estaba pensando en las alternativas; aparentemente unos estudiantes universitarios tenían ideas de reservorios de agua de lluvia, pero no se les hacía mucho caso; o sea que si no se toma acción con la suficiente anticipación, Cusco podría volverse una ciudad insostenible
. y pregunté acerca del río Vilcanota; lo que se me respondió es que este estaba demasiado contaminado hasta con desechos industriales; y a decir verdad, debe ser cierto, porque vi demasiada porquería, incluso acumulaciones de desperdicios plásticos, en varios lugares; no sé si puede ser una buena fuente de agua para Cusco o no, pero ya imagino la mega-planta de tratamiento que habría que tener. Parece que hay un plan para recuperarlo; pero me pregunto lo mismo que para el Rímac: siempre hay planes, pero ejecución: cero.
. en varios lugares, el maíz había crecido mal y todo marchito, porque no había llovido suficiente cuando se necesitaba; pregunté si los productores tenían seguro para ello; la respuesta fue que no; lo que nos lleva a nuestro insuficiente seguro agrícola catastrófico; está bien que exista, por supuesto, pero es de alcance muy limitado, sólo para ciertas zonas de extrema pobreza. Hablando del maíz en el Urubamba, si ese valle se sigue urbanizando a ese ritmo, es como para preguntarse si el maíz gigante de la zona, uno de los orgullos de nuestra producción agrícola, va a seguir existiendo o no; y otra vez: cuando se deja desaparecer demasiadas áreas agrícolas, y lo que es peor de muy buena tierra, se está jugando en desmedro de la seguridad alimentaria, un factor de riesgo estratégico-país al que no se le presta suficiente atención. De paso, últimamente se vuelven a escuchar voces en favor de los transgénicos; no quiero ni imaginarme lo que pasaría en esa región si llegan ahí; ¿nunca han oído hablar del “principio de precaución” que usan varios países europeos para prohibir o limitar su entrada? (para no correr riesgos inútiles en términos de costo/beneficio)
. el shock de la segunda etapa del viaje: volver a ver la ciudad de Cusco desde un mirador bien ubicado; enormes extensiones que yo recordaba bien verdes y cultivadas, y con árboles…totalmente construidas, y con construcciones en laderas bien empinadas; aparte de una reflexión en el mismo sentido que en el párrafo anterior, cabe preguntarse que pasará con esas construcciones y la gente que vive ahí en caso de fuertes lluvias o de un fuerte sismo, como el de 1950 (que casi nadie parece recordar): ¿a disaster waiting to happen, como dicen los anglosajones? (un desastre en ciernes). Como ciudad, Cusco ha crecido una barbaridad estos últimos años, y se construye muchísimo, y se me ha comentado bastante las licencias para x pisos que se convierten en x pisos más Dios sabe cómo. Y uno vuelve a pensar en la falla muy cercana a la superficie que está ahí cerca y en el terremoto de 1950: ¿pero hasta qué punto será Cusco sostenible, si se incrementa el riesgo de desastres, y además más tarde tiene problemas de agua y termina por no haber suficiente tierra cultivada en la región para alimentarla?
. asunto relacionado a lo anterior: se me habló de las invasiones, por supuesto, y vi varias, pero además me mostraron muchas lotizaciones nuevas y del fenómeno que las alentaba; los campesinos iban vendiendo progresivamente sus parcelas para pagarles los estudios a sus hijos o nietos (por ahí parece haber una universidad privada de esas que más valdría evitar; la de San Antonio Abad es una de las mejores universidades públicas del país, por si acaso), y luego para pagarles sus gustos y para comprar en los nuevos malls; (parece haber cierto engreimiento, y uno se pregunta qué valores se inculcan así; y además con la especulación inmobiliaria, se ve como mejor negocio que la agricultura) Y regresamos a los problemas que mencioné antes. Con razón había una especie de caseta que me llamó la atención: la casa o la finca “del abuelo”, rezaba el letrero. Algunos me dirán que seré demasiado conservador y un retrógrado, que así creció Lima: tal vez, pero aquí tenemos mucho espacio abierto; allá nunca he tenido esa impresión.
. un tema relacionado con la optimización de las posibilidades turísticas: aunque me llevé el gusto de enterarme de que la Comunidad de Maras había conservado sus salineras frente a las pretensiones de una empresa foránea y que el turismo ahí les daba una buena fuente adicional de ingresos, al descubrir esa maravilla de ingeniería hidráulica que es Tipón, me llevé una mala sorpresa: al preguntar por qué todo un lado no funcionaba, se me habló de un derrumbe que cortó el acceso a la fuente de agua de ese lado hace ya años y que desde entonces no se había hecho nada para restablecer el flujo. Ya solo con un lado funcionando es fantástico, si lo ven traten de imaginárselo funcionando entero; podría atraer a mucho más gente. Pues parece que hay una propuesta privada para hacer esa rehabilitación, pero que está encontrando obstáculos; eso de ver con malos ojos todas las iniciativas privadas es como una enfermedad que termina costando muy caro a la larga, pues el presupuesto público no alcanza para todo
. las numerosas promesas electorales de multiplicar X veces el turismo receptivo externo: ¿y qué se hace con las advertencias de los organismos internacionales acerca del número de visitantes que Machu Picchu puede soportar por día? Cuidado con los números que se lanzan, a menos que se quiera ver las cosas a corto plazo y acelerar el deterioro del lugar. Se habla de desarrollar el turismo a otros sitios, pero no hay que hacerse ilusiones: casi no hay turista que venga al Perú, que no quiera absolutamente ir ahí; lograr que vengan varias veces al país para ir a diferentes lugares es algo que todavía no hemos sabido hacer, comparado con otros países de la región; esperemos que la situación cambie con las mejoras de acceso que se hagan para Kuélap y Choquequirao, pero en esos casos también se debe tener cuidado con la sobrecarga. En cuanto a Machu-Picchu Pueblo, bueno, no sé como aguantaría a un Vilcanota totalmente desencadenado por lluvias torrenciales. ¿y cuánta gente se quedó aislada con las lluvias torrenciales del 2010? ¿Cuántos derrumbes que afectaron a las vías se debieron a una mala gestión de las laderas?
. algo que noté y me fue mencionado varias veces: cada vez menos jóvenes que hablen quechua; esto es más grave de lo que parece, es como si la personalidad de una región fuera diluyéndose progresivamente; y en realidad es gente que está siendo privada de algo esencial para su futuro: la capacidad de manejar desde chicos por lo menos dos idiomas en simultáneo, que desarrolla mucho las capacidades de aprendizaje en general y aún más la de aprender otros idiomas con mayor facilidad, una ventaja enorme para el acceso a empleos en un mundo globalizado.
Soluciones posibles para evitar una historia con triste final
En unos posts de setiembre 2015, al hablar del riesgo socio-ambiental, había comentado que existía una técnica administrativa que podía contribuir a reducirlo; lo que aquí y en otros países latinoamericanos se llama “ordenamiento territorial” (Aménagement du Territoire en francés, o Raumordnungspolitik en alemán: no menciono esos idiomas por casualidad; en ambos casos está la idea de actuar de manera ordenada sobre el territorio o de gestionar el espacio de manera ordenada). Recuerdo lo que puse en uno de esos posts:
. usar las técnicas más avanzadas de “ordenamiento territorial”, como las que vienen de Francia y de Alemania; esto no consiste a decir simplemente “aquí no se hace esto o lo otro”, como algunos quisieran hacer creer, es algo mucho más sofisticado, que tiene que ver más con el máximo aprovechamiento de las posibilidades del territorio, pero haciéndolo de manera armoniosa con el medio ambiente y tomando en cuenta objetivos de desarrollo y articulación nacionales (el tema de las infraestructuras es uno de sus aspectos clave), sin que sea un pretexto para hacer lo que se quiere de un pedazo del territorio nacional con una lógica de tipo feudal (imaginen un ordenamiento territorial “regional” en manos de una mafia ligada a los intereses de la minería ilegal, o de la tala ilegal, o del narcotráfico, o del “cemento por doquier” para maximizar las coimas).
Esa vez tuve que ser lo más sintético posible y mencionarlo entre diferentes maneras de gestionar el riesgo socio-ambiental. Y por el tema tratado, lo tuve que hacer en el marco reductor que muchos le dan a la noción: resulta bastante revelador cómo muchos sólo usan esa expresión acoplada al tema de la minería, en el sentido que esta deberá ser prohibida en numerosos lugares. Parecería que para ellos el ordenamiento territorial sólo serviría para eso, es como una invocación ritual. Además, algunos parecen verlo como un tema que es más del Ministerio del Ambiente, lo que tampoco es acertado. Al otro extremo, otros, apenas oyen esa expresión, ya están pensando: ¡horror, planeamiento estilo soviético! Sin ni siquiera tener la más mínima idea de qué se trata.
Pero por lo que he mencionado más arriba, ya se habrán dado cuenta de que se trata de algo mucho más complejo, necesariamente de naturaleza multisectorial. Las definiciones de lo que es el ordenamiento territorial varían bastante según los autores y también han conocido cierta evolución en el tiempo, conforme se fueron añadiendo las preocupaciones ecológico-ambientales, y más recientemente las de gestión preventiva del riesgo de desastres, la adaptación al cambio climático, el desarrollo sostenible, la preocupación por la competitividad organizada a nivel de país, y luego europeo mediante “conurbaciones” y “corredores económicos”, etc.
Esta técnica o práctica administrativa nació en Francia en los años 50 en gran parte por la preocupación acerca de los desequilibrios que se estaban produciendo con una “desertificación” económica y poblacional de muchas regiones francesas que coincidía con una concentración excesiva y creciente en la región parisina. Luego también se desarrollaría en Alemania por el deseo de una reconstrucción armónica luego de la devastación de la Guerra, el temprano desarrollo de la ecología, y la búsqueda de un buen equilibrio entre los intereses regionales y los del Estado Federal, un tema siempre difícil en una federación. Y luego en España, con desafíos similares a la vez a los franceses y los alemanes. Cabe anotar que muchos países europeos no adoptaron esas prácticas, hasta que llegaron a través de la Comunidad Europea. Si se imaginan que los liberales anglosajones desconocen el concepto, se equivocan: hablan de physical planning, aunque en su caso, sobre todo en los países con grandes espacios, esté más ligado al urbanismo.
Es un concepto que no es ni de izquierda ni de derecha: en los países que he mencionado forma parte del ABC de la gestión pública. Es difícil de implementar, pues a las tradicionales dimensiones económicas, sociales y ambientales, que se desarrollaron en ese orden, se fueron añadiendo otras algo más específicas como vimos antes. Es necesariamente complejo, con muchas consultas y verificaciones para tratar de tomar buenas decisiones, el tipo de cosas que los espíritus demagógicos, autoritarios y simplistas, y los corruptos, detestan.
El ordenamiento territorial bien aplicado ha permitido cosas como:
. evitar que grandes hipermercados ocupen centros históricos de ciudades y afecten demasiado a los pequeños negocios
. que las zonas rurales se mantengan activas y se desarrollen, contribuyendo no sólo a la seguridad alimentaria sino a potenciar las exportaciones agrícolas
. que la oferta de educación universitaria pública de buena calidad esté más diversificada geográficamente
. que se creen nuevos polos de desarrollo económico regional, tanto industrial como tecnológico o se logre la “conversión” de regiones cuyos antiguos polos industriales se estaban muriendo
. que se deje de destruir los bosques ( anteriormente, al paso que iban, ciertos países europeos se iban a quedar sin ninguno).
. una mejor repartición de la población en el territorio
. una optimización a nivel nacional de las redes viales y del ferrocarril
. un urbanismo ordenado, con ciudades que han mejorado notablemente su “calidad de vida”
Al Cusco no le vendría mal una buena dosis de ordenamiento territorial de altísimo nivel, con una de las principales características de éste: una visión prospectiva. Y eso es de máximo interés para el país, porque se trata de una región estratégica en muchos aspectos, y no solo por el turismo, sino para la seguridad alimentaria y la gastronomía, entre otros.
Felizmente, noté algunos detalles esperanzadores, pero no sé en qué medida vienen de algo bien organizado: ciertas áreas reforestadas con eucaliptos, muchos andenes restaurados, una especialización productiva y a la vez complementaria de diferentes pueblos sucesivos que uno encontraba en el camino, un circuito turístico del Valle Sur que ya se va organizando (hace más de 30 años, una cusqueña amiga de mis padres quiso mostrarme una casi desconocida Pikillaqta, porque era un “lugar especial” – todavía recuerdo el difícil camino y el “si te muerde una serpiente, no te preocupes, sé cómo sacarte el veneno rápido”).
Y eso se necesita a gritos en la ciudad del Cusco y sus alrededores. Una pregunta clave a hacerse es cuánta población puede realmente aguantar esa ciudad sin colapsar y sin dañar su patrimonio histórico; aunque el que no haya vehículos ahora en la Plaza de Armas es ya un buen comienzo.
Además no le vendría mal algo que ha estado desarrollando el Banco Mundial: un Urban Risk Assessment (URA), o evaluación de los riesgos urbanos, que por supuesto integra la dimensión de la gestión del riesgo de desastres y la del cambio climático, además de los aspectos socio-económicos e institucionales. También existe un enfoque complementario desarrollado en el Perú, que es el de Ciudades Sostenibles, pero donde no se ve hasta ahora acciones integrales muy organizadas que digamos.
Conclusión:
He tratado de este tema hablando del Cusco por las reflexiones que me inspiraron ciertas impresiones fuertes recientes en un lugar que para mí, en lo personal, representa mucho. Pero no debemos perder de vista que estos problemas se presentan en todo el país, y de manera muy aguda, en Lima y el Callao. Esta problemática, cuando no es tratada, además de costos humanos, tiene costos económicos muy elevados…y en términos de competitividad, vale la pena recordarlo. Es también, por ende, un tema de riesgo-país.