Riesgo Geopolítico: Reflexiones sobre sus Impactos
Si uno ha tenido la oportunidad de leer algunos análisis sobre los riesgos financieros que aparecen en la prensa extranjera por parte de analistas de primer nivel, como Nouriel Roubini, Mohamed El Erian o Martin Wolf y otros columnistas del Financial Times, habrá notado algo: siempre mencionan a diferentes riesgos geopolíticos que podrían afectar el desempeño de los mercados financieros y/o de la macroeconomía global. Ello es saludable porque se trata de análisis donde se nota un esfuerzo en no cerrarse en análisis puramente económicos o en enfoques de tipo economicista, desgraciadamente dominantes en nuestro país.
Por esa razón, traté en los meses de abril y mayo del 2014 de hacerles conocer mejor lo que era el riesgo país en todas sus dimensiones, a través de una serie de posts, porque sobre este tema también parece dominar aquí un enfoque puramente económico-financiero, basado en evoluciones de curvas de rendimiento de bonos soberanos y en el seguimiento de ciertos ratios macro-económicos, a pesar de que hace muchísimo tiempo que ese enfoque estrecho ha sido abandonado por la gran mayoría de analistas internacionales.
Y no es para menos: recuérdese cómo durante mucho tiempo se pensó que las guerras ya no eran posibles en Europa, y en los 90 tuvimos la implosión de la ex Yugoslavia así como luego diferentes conflictos ligados a le implosión de la URSS y de sus fronteras internas a menudo extrañas heredadas de las prácticas perversas de Stalin o de medidas “políticas” difíciles de entender desde el punto de vista demográfico (como el traspaso de Crimea de Rusia a Ucrania en los años 50) y a la voluntad posterior de Rusia de retomar el control de parte de los países de su ex imperio o de regiones conquistadas en la época de los Zares que se rebelaron.
Lo terrible del riesgo geopolítico es cómo puede gestarse a partir de hechos que pueden parecer poco significativos en su momento, o que se ha querido ver como tales, con una enorme dosis de “wishful thinking”; y a veces estos hechos pueden ser resultados de elecciones democráticas muy ajustadas, con consecuencias mucho más graves de lo esperado. Ejemplos:
. la sucesión de elecciones en la Alemania de Weimar en el año 1932, donde, a pesar de no haber pasado del 37 % de los votos, terminaron con la llegada al poder de Hitler y de los Nazis en Enero de 1933, en medio de intrigas que entonces pudieron parecer tragicómicas; todo está muy bien contado en esa inmensa obra sobre el Tercer Reich escrita por el periodista William Shirer. La llegada al poder de los Nazis, a pesar de sus fuerzas de choque paramilitares, no era para nada inevitable; los intereses estrechos e ideológicos de otros bandos fueron decisivos. Resultado: una Guerra Mundial dantesca, y el exterminio de 6 millones de judíos, más el reforzamiento de la URSS y la sucesiva Guerra Fría, de la cual deriva la creación de la terrible amenaza nuclear Nor-Coreana, fruto de una invasión soviética de Corea cuando Japón estaba por capitular, y de donde deriva también la creación del “monstruo yihadista” por los norteamericanos y los pakistaníes en sus esfuerzos por sacar a los invasores Soviéticos de Afganistán.
. la ajustada caída del primer ministro israelí Ehud Barak, sucedido por Ariel Sharon en marzo del 2001; se puede decir que ahí terminaron las últimas chances reales de paz con Palestina; ahora no se ve cómo podrá haberla con la agresiva política de colonias en territorios palestinos que ha prevalecido desde entonces; ese tema seguirá siendo una amenaza geopolítica global constante, con el riesgo permanente de que suceda algo grave e incontrolable algún día, que podría terminar en una segunda Shoah
. la ajustada elección, con menos votos en total que su contrincante, gracias a una victoria en Florida con exclusión sospechosa previa de numerosos votantes negros e hispanos (y para colmo un trágico error de diseño de la cédula de votación cometido por una… demócrata, que le costó miles de votos a Al Gore) de George W Bush en el 2000; como se supo después, la famosa Guerra de Irak del 2003 era algo que él y su círculo de asesores querían “sí o sí”, incluso desde antes de los atentados del 11 de Setiembre del 2001; resultado: la apertura de la famosa “Caja de Pandora” anunciada por Francia en sus denodados esfuerzos por disuadirlo desde la ONU de esta aventura. Hasta ahora se está pagando las consecuencias: la entrada de Al Qaeda en Irak, y luego Irak y Siria en caos y en parte conquistadas por Daesh (o “Estado Islámico”), una escisión de Al Qaeda aún más extrema que amenaza a toda la región, incluso el Norte de África y a Europa.
Otro aspecto terrible es cómo muchas veces los riesgos se van acumulando a partir de una combinación única de errores estúpidos, de auto-ceguera de los líderes en el poder y opositores que incluyen la subestimación de los riesgos de los actos propios, y de intereses y susceptibilidades individuales. Para ello recomiendo la lectura de “The Sleepwalkers” (o los “Sonámbulos”) de Christopher Clark, publicado en el 2012, y donde el autor cuenta cómo se fue llegando a la Primera Guerra Mundial. Y no se debe olvidar que de esta salieron acuerdos y prácticas cuyas consecuencias se pagaron muy caro después o todavía se siguen pagando, como el “sobrecastigo” a las vencidas Alemania, Austria-Hungría y Turquia, con sus diferentes consecuencias ( el surgimiento de los Nazis, el sangriento fiasco del experimento yugoslavo, y los obstáculos a una verdadera paz turco-armenia) , el intervencionismo occidental en los países árabes y otros países musulmanes, y la negación de un territorio a los Kurdos.
Algunos analistas, al comentar esta última obra, se han preguntado si bajo ciertas circunstancias, como la elección de un presidente norteamericano especialmente intolerante y belicista, coincidente con alguna crisis interna en China, no podría producirse un escenario parecido en el Extremo Oriente, involucrando a los EE.UU. y China, y de consecuencias incalculables. Así como lo podrían hacer las nuevas ambiciones del actual liderazgo ruso en Europa. Es decir nuevos “Sonámbulos” marchando con entusiasmo hacia nuevos desenlaces trágicos.
He mencionado hasta ahora el riesgo geopolítico internacional. Pero también existe lo que suelo llamar el “riesgo geopolítico interno”, que en los países de América Latina, se ha persistido casi siempre en ignorar reiteradamente, especialmente entre sus élites económicas e intelectuales. Muchísimas guerras civiles fueron eventos trágicamente previsibles pero fácilmente evitables, pero los diferentes intereses en juego, predominantemente de ciertos círculos nacionales, y sobre todo económicos, aunque pudiesen aparecer intereses foráneos a veces, las volvieron inevitables. El asesinato del reformista colombiano Jorge Eliecer Gaitán en 1948 y sus secuelas fue uno de esos casos. Y hasta ahora, salvo algunos investigadores, no se ha querido analizar de verdad en nuestro país cómo pudimos generar nuestra propia versión de los Khmeres Rojos de Camboya (y sin embargo la dictadura de 1968-1980 si tenía bien “mapeado” a lo que sería “Sendero Luminoso”, y hasta arrestaron a su líder pero lo soltaron: sabían lo que pretendía hacer pero lo subestimaron…..como la Alemania de Weimar no tomó realmente en serio a Hitler con su fallido putsch de 1923, lo vieron como una suerte de payaso). La ceguera egoísta de las élites en Venezuela, que incluyó el no querer ver el intenso malestar de la mayoría de la población y sobre todo de los jóvenes, combinada con un indulto absurdo, llevó al desastre que ahora todos conocemos, que en su momento llegó a ser una amenaza geopolítica para varios países de la región.
Y todavía la gran mayoría de funcionarios y analistas limeños no tienen ni la más mínima idea de lo que sucede realmente fuera de Lima (ni cuando hacen turismo interno se dan cuenta de nada), siguen con visiones y comentarios autocomplacientes de la realidad nacional culpando a ciertos políticos en función du sus propias fobias, o con actitudes de desprecio a la realidad de otras regiones y otras culturas, sobretodo de los pequeños centros urbanos y las zonas rurales, ignorando tanto las evoluciones negativas como las positivas, que siempre los agarran por sorpresa. Ejemplos garrafales son el querer considerar a la región amazónica como una suerte de “terra nullius” despoblada con la que se puede hacer lo que a uno le venga en gana, el “descubrimiento súbito” de la amplitud de la mafia de Ancash, o el que no se haya notado la reducción de la pobreza y la diversificación de ingresos en ciertas provincias vistas como “casos perdidos”. Lo peor es que puede tratarse a menudo de gente de cierta cultura, pero que sabe mucho más de las ideas económicas en los países anglosajones, o de lo que está de moda en ciertos círculos intelectuales europeos que de la realidad del país, tal vez porque esta es más incómoda. Y al mismo tiempo, no conocen de ciertas realidades extranjeras que sì pueden ser más relevantes para nosotros como sujeto de estudio, porque no corresponden a sus ideas preconcebidas (como las de ciertos países de Asia y las de otros países latinoamericanos); o si saben de ellas las filtran en función de sus prejuicios ideológicos.
El riesgo es que se estén generando o agravando nuevos riesgos geopolíticos internos, por desidia, por ignorancia, o por pura auto-ceguera, o por intereses politiqueros y/o económicos de corto plazo, y que al mismo tiempo se estén desaprovechando las oportunidades de reducirlos o eliminarlos, así como oportunidades de acelerar un verdadero desarrollo descentralizado con aceleración de la reducción de la pobreza; se sigue teniendo por ejemplo enormes prejuicios contra la pequeña agricultura familiar y ciertas provincias muy pobres, ignorando olímpicamente a iniciativas como Sierra Productiva o investigaciones recientes como las de Richard Webb. Y seguramente, se sigue teniendo reacciones exageradas frente a ciertas personas y hechos, empeorando las cosas, mientras se subestima o ignora completamente a verdaderas amenazas para el futuro del país. Un gran “clásico” de la historia regional, incluyendo a nuestro país, de estilo “tiro por la culata”, son los ataques despiadados contra reformistas moderados, para terminar con dictaduras, o gobiernos democráticos, o movimientos de guerrilla mucho más radicales o ineptos, que terminan espantando a los inversionistas por muchísimo tiempo.
Para seguir siendo un buen riesgo país, hace falta, entre otras cosas, más curiosidad intelectual y más sed de análisis realista y de conocimiento, así como menos prejuicios y más capacidad de no auto-condicionarse por intereses políticos y monetarios de corto plazo.