Financiamiento de Largo Plazo y Regulación Financiera
En la literatura económica y financiera se suele reconocer la importancia del financiamiento de largo plazo a los tomadores de créditos hipotecarios y a las empresas y proyectos para la estabilidad de la economía en general. Ese tipo de financiamiento, cuando está ampliamente disponible, contribuye a un mejor planeamiento estratégico por parte de las empresas, y permite una menor vulnerabilidad a la volatilidad de las condiciones macroeconómicas, y al mismo tiempo reduce dicha volatilidad y contribuye a la estabilidad financiera.
Por ello es alarmante escuchar al director gerente general de uno de los mayores bancos del país alertar sobre una tendencia excesiva de muchas empresas a financiar necesidades de largo plazo mediante créditos de corto plazo. Es alarmante porque desde el punto de vista de la gestión del riesgo empresarial, no es razonable hacerlo y porque ese tipo de errores se ha cometido mucho en el pasado en numerosos países, empeorando las crisis financieras y sus efectos en la economía real. En la misma línea cabe recordar que muchos créditos hipotecarios en los países anglosajones, y que entraron en problemas, se daban con plazos relativamente cortos con riesgo de refinanciación muy elevado.
Al mismo tiempo, lo que alarma también es que muchos bancos estén dispuestos a prestar a corto plazo a las empresas para necesidades de largo plazo. Porque ello tampoco aparece como muy lógico desde el punto de vista del manejo del riesgo crediticio. Vale la pena preguntarse por qué lo hacen.
Una de las razones es que sencillamente las regulaciones financieras a menudo favorecen al financiamiento de corto plazo, asignándole una menor carga de capital necesario (para simplificar con un ejemplo, para un préstamo de 100, si este es de corto plazo se dirá que cuenta por 20 en “ponderación” respecto del capital, y luego ese número se va elevando cuanto más largo es el préstamo). Entonces el incentivo para financiar a corto plazo es muy fuerte.
Lo que muchos no saben, salvo en círculos especializados, es que las nuevas regulaciones internacionales llamadas Basilea III, en respuesta a la última crisis, y su aplicación a nivel europeo y luego en otros países, están agravando el problema del incentivo a prestar más a corto plazo. Y ello deriva de reglas que tienen que ver con el capital mínimo y con los ratios de liquidez. En Europa Continental el debate sobre este tema es tanto más fuerte que la tradición bancaria en varios países, siendo un ejemplo notable Alemania, es que las necesidades de largo plazo se financian a largo plazo y punto; y para muchos bancos lo que es normal, y ven como su función económica histórica, es el aceptar un “riesgo de transformación”, es decir que parte de esos créditos de largo plazo esté financiado con recursos de corto plazo (depósitos). Justamente un especialista germánico de regulación financiera me citaba hace poco el caso de entidades financieras regionales alemanas especializadas en financiar a largo plazo grandes equipos industriales de las Pymes, y cuya solidez demostrada estaba basada en un análisis del riesgo crediticio muy riguroso, y que ahora se veían penalizadas por las nuevas regulaciones.
Este es un tema “peliagudo”: ¿es correcto desde un punto de vista macroeconómico desincentivar el crédito a largo a plazo y premiar en cierta forma malas prácticas crediticias? Debe recordarse que durante mucho tiempo para nuestros bancos era imposible dar financiamiento de largo plazo, lo que reflejaba la situación de crisis económica casi permanente que el paìs vivió entonces. “No les quedaba otra”, vistas las circunstancias, pero no era algo sano de todas maneras.
Y en el mercado es ahora plenamente conocido que los bancos europeos, por el efecto de las nuevas normas, financian cada vez menos a largo plazo, lo que plantea un problema para el financiamiento de grandes proyectos, trátese de créditos corporativos, de “Project Finance” o de financiamiento de asociaciones público-privadas. Estas normativas están afectando también el financiamiento a las Pymes. Lo peor es que el problema ha sido identificado muy bien por la Comisión Europea, por ejemplo, pero el trauma de la crisis financiera domina también las mentes y la prioridad para los reguladores es evitar que se produzca otra. Y esas regulaciones luego se van adoptando en el resto de países.
Lo que nos lleva a lo que se está viendo de manera creciente: la búsqueda de los fondos de pensiones, y de las empresas de seguros, que necesitan activos de largo plazo al tener muchas obligaciones de largo plazo (como las pensiones para los fondos especializados y los seguros de vida con ahorro y las rentas vitalicias para las empresas de seguros), como inversionistas en deuda de dichos proyectos. No es fácil porque para ellas resulta algo complicado tomar el riesgo del período de construcción, salvo que esté muy bien cubierto. Y felizmente que están ahí, sino muchos proyectos en el mundo entero no podrían ser financiados.
Por otro lado, este tipo de instituciones son también una importantísima fuente de financiamiento de largo plazo para los bancos; sin ellas, las capacidades de financiamiento de largo plazo de los bancos y otras entidades financieras, serían más reducidas. Desgraciadamente, ya se está mencionando que la nueva regulación Solvencia II para las empresas de seguros podría desincentivar que adquieran instrumentos de largo plazo emitidos por empresas.
Y algo que se olvida a menudo es la importancia que tienen los fondos de pensiones y las empresas de seguros para el desarrollo de un mercado de capitales local (que con el tiempo termina por alcanzar también a las Pymes). Siempre ha sido así en todas partes del mundo. Y es algo que también contribuye a la estabilidad financiera y a la sostenibilidad económica de largo plazo. Y es un aspecto que las clasificadoras internacionales y las áreas de riesgo país de los grandes bancos, así como los grandes inversionistas internacionales, miran con una atención creciente. Cuando se está empezando a desarrollar esto en un país, aunque sea incipiente, uno de los errores más fatales que se puede cometer es destruir lo poco que se tiene.
Una dimensión adicional, que también está ampliamente demostrada ahora como un factor negativo en cuanto al riesgo país: es cuando un Estado se ve obligado a asumir obligaciones pensionarias crecientes, lo que puede ser una amenaza para la sostenibilidad fiscal de largo plazo, peor aún si las tendencias demográficas son desfavorables.
Por ello, no sólo sorprende esa tendencia de las regulaciones financieras a favorecer al crédito de corto plazo, aún cuando no es lógico darlo; también sorprenden iniciativas normativas tendientes a destruir a las fuentes de financiamiento de largo plazo de la economía y de desarrollo de un mercado de capitales local (más vale tener uno en construcción progresiva aunque haya muchas cosas que mejorar, que destruirlo o debilitarlo significativamente).
Es necesario ser prudentes, tomar en cuenta las diferentes aristas y tener una visión integral cuando se trata de temas de regulación financiera y macro-financieros, dejando de lado visiones unidimensionales o motivadas por pasiones diversas. Con las mejores intenciones del mundo, se puede provocar grandes problemas a futuro, y a veces impactos negativos muy rápidos. hay una expresión anglosajona que viene mucho al caso y que podría traducirse como “ten cuidado con lo que estás deseando”….