El Problema de las Tasas de Interés Elevadas
En los posts anteriores habíamos explicado por qué era erróneo oponer la rentabilidad de las entidades financieras con la protección del consumidor y explicado cómo se construye la rentabilidad de una empresa del sector financiero y cómo esta puede ser afectada por ciertas medidas, amenazando incluso su sostenibilidad de largo plazo. Pero no deja de ser cierto que las tasas de interés que son cobradas en el país parecen a menudo muy elevadas, lo que también genera riesgos. Y no es un problema fácil de resolver. Veamos por qué.
Ya habíamos explicado cómo en ciertas líneas de negocio, sobre todo en un país con alta informalidad, había un riesgo naturalmente mucho más elevado, lo que genera más riesgo de provisiones, y cómo había factores estructurales ligados a una geografía difícil y al tipo de clientela que generaban gastos de distribución más elevados de lo habitual en otros países.
Me faltó añadir un factor desgraciadamente muy específico de nuestro país, que es un rasgo compartido por otros países emergentes: una fuerte tendencia a la impuntualidad en los pagos, algo que se nota incluso con el pago de servicios públicos, e incluso a tratar de evadirlos, como se hace a menudo con el impuesto predial, y frecuentemente con las deudas financieras (el famoso “perro muerto”, desgraciadamente muy extendido). Digamos que muchas veces, la capacidad de pago está ahí, pero lo que no está presente es la voluntad de pago, uno de los factores esenciales del riesgo crediticio.
Y este factor lleva a una aceleración de la mala calidad del riesgo crediticio cuando hay circunstancias desfavorables, pero también, incluso en tiempos normales, genera sobrecostos administrativos adicionales a las entidades financieras bajo la forma de sistemas de cobranza preventiva, donde se le recuerda a la gente por adelantado los pagos que tiene que hacer, y de cobranza temprana apenas aparecen los atrasos, que son muy frecuentes. Y todo eso cuesta, es personal adicional o servicios de “outsourcing” adicional que no se tendrían que pagar si dicha impuntualidad no fuera tan extendida.
Se trata de uno de los factores clave que explican el que los márgenes entre tasas de interés pagadas y tasas de interés cobradas estén entre los más altos del mundo, como lo han mostrado diversos estudios comparativos y es un aspecto negativo en términos de competitividad global. Pero por supuesto, nadie se atreve a decirlo, porque es políticamente incorrecto, y muy impopular, recordarlo.
Es un poco el “defecto harto conocido que todos saben pero que no se dice”; pero que tantos sufren en sus trabajos, y algo que los trabajadores independientes conocen aún más; y muchas veces es algo que afecta a gente humilde, para quien el atraso de los clientes puede ser dramático: muchos vendedores de periódicos que distribuyen estos a clientes de su zona y son pagados semanalmente o quincenalmente “pasan las de Caín”, con clientes que muchas veces tienen la capacidad de pagar pero que se demoran por dejadez y una cierta forma de egoísmo. Esto lo sufren también muchas otras Mypes, que luego terminan pagando con atraso también a sus trabajadores. De paso, en este temporada de Fiestas, muchos deberían fijarse como firme propósito no volver a hacerle cosas así a sus pequeños proveedores, que a menudo tienen pocos medios para soportar este tipo de demoras.
Bueno, con consecuencias menos dramáticas, también les sucede a las entidades financieras, y estas, por supuesto, lo cobran de una forma u otra. El problema es que con estas altas tasas de interés, también “pagan justos por pecadores”. Y estas también vuelven más riesgosos los negocios de los emprendedores, porque tienen que generar rentabilidades más elevadas para pagar sus créditos y para sobrevivir, pero también hacen que los créditos de consumo sean aún más riesgosos, pues una mayor parte de los ingresos de los clientes se va en pagar las cuotas de crédito de consumo y los pagos mensuales de tarjetas de crédito. Es un verdadero círculo vicioso.
Para los créditos de consumo, no parece haber muchas soluciones, salvo una competencia exacerbada que a veces se genera (con las “compras de deuda”), o los “topes” a las tasas de interés que se practican en algunos países, pero que en países emergentes suelen tener efectos perversos como la restricción mayor al crédito formal y un elevado recurso al crédito informal, más caro y con prácticas de cobranza a menudo demasiado agresivas (y que muchas veces es ejercido por mafias violentas como técnica de lavado de dinero ilegal).
Para los créditos a MiPymes, también puede haber imposición de topes a las tasas de interés, con los mismos efectos perversos. Pero en muchos países, tanto desarrollados como emergentes, se suele usar esquemas de subsidio parcial para permitirles acceder a créditos más baratos, como “fondos concursables” para créditos más baratos de inversión en activos fijos, o esquemas de garantía parcial de un fondo estatal (aquí tenemos al FOGAPI, por ejemplo), o el desarrollo de “empresas de garantía mutua” que son iniciadas con capital-semilla estatal pero que luego van alimentándose con aportes de miles de empresas. Son herramientas que deben usarse con cuidado, para estar seguros de no derivar en una mala asignación de recursos estatales; pero en mercados con baja densidad financiera, y por ende, con menores economías de escala, son definitivamente una mejor solución que los topes a las tasas de interés.
Lo que nos deja de todas maneras con ese sobrecosto estructural sistémico del crédito generado por una falta de cultura del pago puntual, y con créditos de consumo que mientras no se logre tener a la vez una mayor densidad financiera con mayores economías de escala y un ingreso familiar promedio mayor y más formal y estable, seguirán siendo excesivamente caros para la mayoría, con todos los riesgos crediticios adicionales que ello genera. En cierta forma, esas altas tasas de interés son un síntoma más de nuestras debilidades institucionales.
Como ven, no se trata de un problema simple, en el cual para muchos es más fácil hacer demagogia que decirle la verdad a la gente (de paso, ¿cuán puntuales en sus pagos son de manera personal o empresarial los candidatos a diferentes puestos de poder político, sea para el Ejecutivo o para el Legislativo?). Y donde también hay aristas éticas, como lo recuerdan por ejemplo los Principios para las Microfinanzas promovidos a nivel internacional por la llamada Smart Campaign.
Y repito, en estos tiempos de Fiestas, sería bueno pensar también en aquellos pequeños empresarios, muchas veces con negocios de sobrevivencia, a los que tan a menudo, aùn teniendo los medios para pagarles puntualmente, se les paga con atraso, sin pensar en las consecuencias para ellos, que no tienen la fuerza necesaria en el mercado para “cargar más” por los atrasos. Un poco menos de egoísmo no vendría mal.