El Riesgo Socio-Ambiental (II) – La Perspectiva del Sector Financiero
Luego de haber visto la perspectiva de las empresas no financieras y la gestión del riesgo socio-ambiental por ellas, veremos cómo para las entidades financieras este riesgo es también significativo y debe ser gestionado. Por entidades financieras, entendemos sobre todo los bancos, por supuesto, pero también a las entidades financieras multilaterales que financian proyectos junto con los primeros. Y lo que sigue también puede aplicarse con adaptaciones a los inversionistas institucionales, como los fondos de pensiones, las empresas de seguros y otros fondos de inversión.
¿Por qué el riesgo socio-ambiental es importante para las entidades financieras?
Lo es por la simple razón que las entidades financieras prestan a empresas clientes que podrían conocer problemas socio-ambientales, y también financian proyectos nuevos o a expansiones de proyectos que también pueden tener esos problemas.
Se trata antes que todo de riesgo crediticio, pues el que presta a una empresa o proyecto que encuentra problemas socio-ambientales está en riesgo de perder no sólo una parte de lo que financió, sino incluso de perder el 100 % de su exposición, en caso de conflictos especialmente agudos en los que se vea envuelto el deudor.
En el caso indonesio que conté en el mail anterior, el de la empresa Indorayon, el porcentaje de pérdida para muchos bancos y bonistas extranjeros fue de más del 80 %. Y ojo: en los análisis de riesgo de crédito, estoy hablando de los años 90, ya se tenía mapeado este riesgo, y se analizaba cómo lo mitigaba la empresa; viendo lo que se descubrió, fue obvio también que las certificaciones ambientales no eran suficientes (podían estar relacionadas sólo con cumplimiento de estándares ambientales en procesos industriales); sobre esta base, para otra empresa papelera del mismo grupo empresarial, las Export Credit Agencies (ECAs) de países nórdicos estaban dispuestas a apoyar créditos para financiación de maquinarias, lo que se frustró cuando aparecieron los problemas.
Pero puede ser también un tema de riesgo reputacional, por efecto de contagio. Si la empresa o proyecto al que se le presta termina con una mala reputación, lo mismo le pasará a uno. La Corporación Financiera Internacional (IFC), del Banco Mundial tuvo problemas de esta naturaleza con varios de los proyectos que financiaba entre 1995 y 1997: y para una entidad financiera de desarrollo, es terrible verse envuelta en ese tipo de líos. Pero también los bancos prefieren evitarlos, por supuesto: alrededor del año 2000 tuve con mis colegas de Project Finance la oportunidad de pasar meses de suspenso por un proyecto minero en Indonesia donde éramos parte del sindicato bancario que financiaba sólo la fase de construcción; terminar ésta fue un gran alivio, pues el grupo norteamericano que era el principal sponsor estaba siendo muy cuestionado en dicho país, no sólo por temas ambientales sino por sus prácticas en los tiempos del anterior régimen autoritario.
También puede ser un tema de riesgo país: hay bancos que terminan pensando en no aumentar o rebajar sus límites de exposición a países que están permanentemente sacudidos por conflictos socio-ambientales, porque piensan que es un síntoma de problemas institucionales estructurales que hacen menos seguros los créditos ahí.
Es también un riesgo estratégico: una entidad financiera puede legítimamente hacerse la pregunta de si vale la pena financiar a empresas y proyectos con un fuerte potencial de problemas socio-ambientales, justamente por la combinación de riesgo crediticio, reputacional y país. Ello puede llevar a decisiones de evitarlos o de limitar ese tipo de exposición a un porcentaje mínimo de la cartera.
¿Qué hacen las entidades financieras para gestionar el riesgo socio-ambiental?
Como tuve la oportunidad de ilustrarlo, el aspecto del riesgo ambiental stricto sensu estaba bastante bien “mapeado” por muchos bancos de países desarrollados desde hacía tiempo (en razón de sonados accidentes industriales como el de Union Carbide en la India o el de Seveso en Italia), y formaba parte del análisis de riesgos: la solicitud de crédito debía incluir un análisis de cómo este riesgo era mitigado por la empresa. Algunos también tenían “mapeado” al riesgo social, si no oficialmente, por lo menos “en la sombra”: por ejemplo, cuando empezó la crisis asiática de 1997-1998, a no pocos bancos empezó a preocuparnos (hasta la prensa financiera anglosajona lo mencionó) cómo le iba a ir a nuestros clientes con disminuidos flujos de caja frente las poblaciones vecinas, pues en ciertas fiestas religiosas la tradición bien establecida eran los aportes que hacían para que la gente de escasos recursos pudiera también celebrarlas dignamente.
Pero a partir de mediados de los años 90, se vio que el enfoque ambiental era claramente insuficiente, pues se fue descubriendo en toda su dimensión el riesgo socio-ambiental. Como lo mencioné antes, no sólo IFC, sino también numerosos bancos internacionales se veían envueltos en problemas que además de afectarlos en lo reputacional, les creaban pérdidas crediticias.
El rol del Banco Mundial, directamente y a través de la IFC, fue clave:
Primero se dotó de recursos humanos especializados en estos temas, y revisó completamente los estándares que exigía de parte de los accionistas de las empresas y de los proyectos que financiaba, imponiendo progresivamente estos estándares endurecidos con aspectos socio-ambientales.
Sus esfuerzos, que incluyeron acciones de concientización hacia los clientes y los bancos, fueron empujando a los grandes bancos internacionales que participaban como co-financistas en sus préstamos a hacer lo mismo. Incluso fue desarrollando equipos consultores (pocos conocen que en nuestro país está basada una unidad especializada del Banco Mundial para aconsejar a clientes latinoamericanos sobre estos aspectos y diseñar programas de sostenibilidad).
Ello llevó en el 2006 a la publicación de 8 indicadores de “performance de estándares”, entre ellos están los relacionados con las políticas de adquisición de tierras y de reasentamiento de poblaciones afectadas, la protección de la bio-diversidad, la toma en cuenta de los pueblos originarios, los esfuerzos por la seguridad y salud de las comunidades…
Y lo que es aún más conocido en la banca internacional, pero muy poco acá, salvo de algunos bancos miembros, por la elaboración y publicación en Junio del 2006 de los Principios del Ecuador, mediante los cuales los bancos se obligan a verificar, antes de financiar un proyecto, toda una serie de aspectos socio-ambientales, con un enfoque de “finanzas responsables” y de “sostenibilidad” en el tema. Se trata de 10 Principios, pudiéndose destacar la obligación de efectuar el análisis de riesgos correspondientes y de ver las medidas de mitigación necesarias, de adoptar los mismos criterios de selección que ya usa IFC, de incorporar en la documentación crediticia covenants (obligaciones de hacer y no hacer) impuestos a los deudores, el monitoreo independiente. Si les interesa conocer más detalles, ver el sitio web http://www.equator-principles.com/ .
Además, cabe destacar esfuerzos público-privados realizados por gremios de las entidades financieras con los gobiernos o con los reguladores/supervisores financieros, según los países. Muchas veces con asesoría del Banco Mundial. Ejemplos notables, aunque algunos se centren más en lo ambiental:
. Los Lineamientos de Banca Sostenible, de Nigeria en el 2012, desarrollados por el Banco Central y el gremio bancario.
. el Protocolo “Verde” firmado del Brasil, firmado entre el Ministerio del Ambiente, y el gremio bancario en el 2009; los bancos terminaron desarrollando una “matriz de evaluación” que incluye por ejemplo ver si el sistema de “rating” incluye una variable de análisis de estos aspectos
. el Protocolo “Verde” firmado en el 2012 entre el Gobierno de Colombia (no sólo el Ministerio del Ambiente, sino también el Presidente), el gremio bancario, asì como los principales bancos de manera individual
. en Pakistán, desarrollo de estándares entre el gremio bancario y el Banco Central
. en Bangladesh, desarrollo de estándares entre el gremio bancario, el Banco Central y el Ministerio del Ambiente.
También existen casos de esfuerzos efectuados sobre todo desde las entidades reguladoras/supervisoras, basándose en los Principios del Ecuador
. Los Lineamientos de Crédito “Verde” de China, en el 2012, que son antes que todo un esfuerzo público, entre el Banco Central y otras autoridades, que se venía haciendo desde el 2007
. Lineamientos desarrollados por los reguladores/supervisores en Indonesia y Vietnam
. Es el caso del Perú, con la reciente regulación de la SBS sobre la gestión del riesgo socio-ambiental (Resolución 1928-2015 de marzo 2015) y la creación de un equipo especializado en su supervisión en la Superintendencia Adjunta de Riesgos.
Cada vez más bancos, sea voluntariamente o más o menos obligados por los reguladores/supervisores, gestionan el riesgo socio-ambiental o el ambiental y el social separadamente. En grandes bancos internacionales existen incluso áreas especializadas o “consultores internos” que aportan su opinión en el proceso crediticio y es el caso en por lo menos un par de bancos peruanos.
Conclusión:
Por lo que vemos las instituciones financieras se están convirtiendo de manera creciente en un vector del desarrollo de la gestión del riesgo socio-ambiental, pues por sus enfoques de gestión del riesgo crediticio, van haciendo que las chances de obtener financiamiento para una empresa o un proyecto que no tomen en cuenta el riesgo socio-ambiental se vayan reduciendo. Por supuesto, en períodos de auge crediticio se podrá ver a veces un cierto relajamiento al respecto, e incluso para la IFC puede haber aún “malas sorpresas” provenientes de operaciones anteriores al 2006, pero la tendencia es fuerte y ya está ahí para quedarse, como se ve en las federaciones empresariales internacionales.
En un próximo post veremos la perspectiva de la gestión del riesgo país.