¿Cuán Arriesgado es Adoptar una “Actitud Anticíclica o Contracíclica”?
En el post de principios de Julio de este año, daba unos ejemplos de actitudes “anticíclicas” o “contracíclicas” desde la perspectiva de sus efectos a nivel macro. El beneficio a nivel macro de un número suficiente de jugadores con esa perspectiva es innegable, tanto para evitar la profundización de desaceleraciones como para facilitar las salidas de crisis. Pero cuando se pasa al nivel micro de las empresas, desde el punto de vista de la gestión del riesgo, las cosas son menos fáciles, sobre todo en lo que respecta a decisiones de inversión. Se leen y escuchan estos tiempos comentarios al respecto que van de un extremo a otro, que van desde el “en este contexto, todos van a esperar a que…”, hasta el “sería una locura no invertir ahora”.
Una reciente conversación casual con un destacado empresario que está en un rubro a la vez de consumo interno y exportador, me permitió escuchar un discurso entusiasta sobre los últimos logros de la empresa, sus últimos productos, y sobre uno de sus proyectos para añadir una nueva fuente de ingresos. Bueno, sería un ejemplo más para el post anterior, se podría decir.
Pero al mismo tiempo, el contraste con lo contado por otros empresarios en diferentes medios, es la oportunidad para tratar de reflexionar de manera objetiva sobre por qué unos invierten y otros no. Ello dejando de lado los debates sobre cómo traducir la expresión “animal spirits“ y los factores que pueden afectarlos (discusión que muestra a menudo una tendencia extraña a negar el peso de los factores internacionales), y los comentarios muy frecuentes vertidos por personas que no son empresarios y que parecen más bien estar haciendo campaña para desanimarlos al máximo de invertir (a lo que hice referencia en la conclusión del post mencionado, por el enfoque de tipo “en este país ahora todo anda mal y hay mil razones para no invertir” que más parece basado en consideraciones no empresariales y de coyuntura política).
Es que en situaciones de desaceleración económica, de mayor complejidad, las decisiones son necesariamente más difíciles, especialmente desde el punto de vista de la gestión del riesgo. Lo que a nivel micro lleva a posiciones de una gran diversidad, con contrastes, y ello es inevitable. Aunque de todas maneras, uno puede quedarse admirativo frente a la actitud antìcíclica que adoptan no pocos empresarios (si uno quita la inversión extranjera fuertemente ligada a commodities, que es lógico que tienda a bajar mucho, más bien se diría que la inversión privada ha resistido bastante bien, como anotaba un conocido economista de nuestro medio), las decisiones empresariales no deberían ser objeto de descalificaciones, para muchos no es nada fácil.
Primero, como lo recordaba uno de los representantes de uno de los gremios empresariales, si la rentabilidad baja y el flujo de caja es menor, es obvio que uno lo va a pensar dos veces antes de invertir, porque se pregunta si esta situación va a durar mucho o no, y preferirá preservar su disminuida liquidez. Un flujo de caja holgado permite más fácilmente tomar decisiones de inversión, si va disminuyendo sencillamente ya no se tiene mucho los medios, y recurrir al endeudamiento se vuelve más riesgoso; y en general, los bancos tenderán menos a prestar a mediano y largo plazo para nuevas inversiones a una empresa en dichas circunstancias, lo que es comprensible.
Segundo, porque en situaciones de desaceleración, puede haber ciertos rubros que son mucho más afectados que otros, por ejemplo si exportan a países cuyos pedidos disminuyen significativamente y/o donde los clientes se vuelven más riesgosos, por los atrasos en sus pagos. O si la competencia extranjera, por la naturaleza de sus productos, los golpea mucho más duramente Aquí tendremos a empresas que están más bien en situación de ver cómo sobrevivir, y difícilmente van a seguir invirtiendo en ese caso. Hay rubros que resisten mejor que otros a las variaciones cíclicas, y ello es ampliamente conocido en el mundo de los inversionistas financieros. Aunque también se pueden ver situaciones en que una inversión nueva es en realidad una acción decidida por la voluntad de sobrevivir, a partir de un análisis de que seguir con lo mismo se ha vuelto imposible y un camino al fracaso, y que es necesario innovar, adaptarse, aunque la apuesta parezca audaz y de alto riesgo: se escoge entre una caída casi cierta, y una fuerte toma de riesgos para evitarla.
Tercero, en el caso de grupos extranjeros, ellos mismos pueden estar conociendo una situación más difícil en sus diferentes mercados y en su propia liquidez, y se ven obligados a priorizar ciertas inversiones y a postergar otras, en función de criterios fijados de manera muy racional, tomando en cuenta el análisis de los riesgos y las expectativas de rentabilidad. Por naturaleza, muchos de ellos, por la extensión de sus operaciones, gestionan una gran “cartera de proyectos”, y tratan de optimizarla. Aunque también se pueden ver empresas extranjeras, menos diversificadas, y de países en profunda crisis, que pueden venir a invertir acá porque es justamente la diversificación que les puede permitir aumentar sus chances de salir adelante.
Como pueden ver, contrariamente a las situaciones en que los vientos son favorables, en las que para la gran mayoría de empresarios es muy fácil tomar decisiones de inversión para expandirse, las situaciones de desaceleración vuelven naturalmente las decisiones más difíciles, la variedad de reacciones es mucho mayor. Y es perfectamente normal, las empresas están gestionando sus riesgos, y en especial el estratégico, en un entorno de mayores riesgos, más incierto. Y parte de la dificultad radica en que saben que muchas veces el no invertir a tiempo podría resultar fatal frente a competidores que lo están haciendo para aprovechar oportunidades y una futura mejora. Para muchos que nunca han estado en la actividad empresarial o de la banca “de terreno”, es una realidad difícil de entender, lo que explica muchos prejuicios y malentendidos.
Una vez reconocido que las cosas son “naturalmente así” en entornos de mayor riesgo, lo mejor que pueden hacer las autoridades de diferentes niveles es crear las condiciones para “no complicarles la vida” a las empresas para que tengan más posibilidades de enfrentar con éxito un contexto más difícil, y para que puedan ver más fácilmente las oportunidades que se presentan. O mejor aún, “facilitarles la vida”, para que además de tener más tiempo para identificar esas oportunidades, puedan también animarse en explotarlas, tomando algo más de riesgos en el momento oportuno. O sea, contribuir a que los riesgos para las empresas sean menores.
En cualquier país, el “entorno para hacer negocios” es absolutamente clave y cuando no se cuida suficientemente, ello se nota en períodos menos favorables. Así como en cualquier país es también clave que no haya personas que no son empresarios dando repetidamente mensajes negativos y desalentadores. Ya es suficientemente difícil tener que lidiar con grupos manifiestamente hostiles a la inversión privada o con atávicos prejuicios anti-empresariales, un fenómeno que se ve casi en todas partes.