Un Buen Mitigante del Riesgo Macro-Económico: la “Actitud Anticíclica”
Hace unos meses explicaba en un post cómo ser “menos procíclicos” en el manejo del riesgo crediticio, para evitar una exacerbación de los efectos negativos de los ciclos económicos en la toma de riesgos. Ahí me refería especialmente al caso de las entidades financieras. Pero cuando se profundiza la perspectiva macroeconómica, este no es solamente un tema del sector financiero, la responsabilidad está también en otros agentes económicos. Veamos con algunos ejemplos recientes y menos recientes.
“En cuanto a la desaceleración económica actual, hemos decidido no participar”
Estas palabras las pronunció en una entrevista en la revista G de Gestión Carlos Rodrìguez Pastor, presidente del grupo Intercorp, recordando lo que había dicho el del grupo norteamericano de retail Wal-Mart hace unos años respecto de una recesión que aquejaba a los EE.UU.
El mensaje implícito es claro y contundente: “seguiremos invirtiendo de todas maneras”, a pesar de que las cifras de crecimiento sean mucho más bajas actualmente.
Traten de imaginarse si más empresarios piensan lo mismo, y su efecto positivo en la inversión privada agregada.
Por supuesto, no se trata de hacerlo de manera imprudente, hay que tener cuidado con no “apalancarse” demasiado y no sobreendeudar a los clientes, pero la historia económica muestra que a menudo, esos “bajones” económicos, que de todas maneras suelen ser temporales, generan al mismo tiempo oportunidades para los que saben aprovecharlas. Y cuánto más sean los que busquen aprovecharlas, más rápidamente se puede salir de esa fase negativa.
“¡Pero si hemos seguido creciendo!”
Esto fue más o menos lo que nos quiso recordar Oscar Rivera, el presidente de Asbanc hace unas semanas en una columna en Gestión, queriendo sacudir esa suerte de círculo vicioso de pesimismo que parece instalarse en muchos empresarios al ver las bajas cifras de crecimiento y el “ruido político”. Fue la oportunidad para él de recordar a los empresarios del sector no financiero que las entidades financieras han seguido manteniendo su apoyo, dando facilidades para reprogramar y refinanciar, de ser necesario. Su mensaje es que no hay razón para caer en la auto-parálisis.
Y efectivamente, como nos lo recuerda Oscar Rivera y nos lo dicen economistas como Waldo Mendoza, a pesar de los factores externos desfavorables, hemos seguido creciendo, no lo hemos hecho tan mal. Y no se quiere reconocer que en años anteriores, los números estaban bastante inflados por circunstancias externas muy favorables, basadas en una enorme “burbuja global” y luego sobre todo China. Entonces, es un poco exagerado caer en una suerte de tremendismo negativista; a veces uno se pregunta si no hay intereses políticos detrás o una cierta falta de perspectiva por “falta de conocimiento del mundo” o un excesivo “Perú-centrismo” o incluso “Lima-centrismo”: como se recordaba hace poco en un excelente artículo en un suplemento sobre Minerìa, había una sobrefocalización sobre un par de proyectos mineros bloqueados, cuando había varios otros que seguían avanzando. Como me recordó también hace unos años una funcionaria canadiense: “no entiendo esa suerte de apresuramiento dramatizado que tienen ustedes con sus proyectos mineros: en Canadá las empresas están acostumbradas a que los proyectos tomen el tiempo que sea necesario para que se desarrollen en buenas condiciones”. Y si uno lee “The Economist” se dará cuenta que conflictos alrededor de algunos proyectos los hay en todas partes.
Y si uno se fija bien, la inversión extranjera ha seguido llegando aunque en disminución en ciertos rubros; porque claro, los precios internacionales no son muy atractivos para la inversión en producción de commodities mineras y petroleras, es un fenómeno mundial.
Indonesia y la salida de su gran crisis (1997-2001)
Mayo 1998: el régimen del Presidente Soeharto se hundìa en el caos y la violencia, en medio de una mega-devaluación de la Rupia, de un PBI en retroceso de 12 %, pánicos bancarios, y luego de una “suspensión temporal” de pagos decretada a principios de año. Los capitales extranjeros y muchos capitales locales huían del país.
El año 1999, el de la transición democrática, todavía se vivía una situación muy incierta, explotaban conflictos interétnicos y lo que se pensaba en la comunidad bancaria internacional era: cualquiera cosa puede pasar, el país se puede desarmar con tanta fuerza centrífuga, o tal vez, con la democratización y su buena tecnocracia económica, esté sentando las bases de su recuperación. El año 2000 seguía siendo difícil, y los que pensábamos que había sólidos indicios de futura recuperación y que se podía, prudentemente, “reabrir el caño crediticio” a empresas indonesias éramos minoría. Una vez, bastante fastidiado, terminé por enviar un email sugiriendo sarcásticamente que reemplazáramos el comité de créditos por uno de esos sistemas telefónicos automatizados, parametrando un mensaje: “para Indonesia, pulse 1”, con un NO rotundo exclamado justo después; lo sugerí como medida para evitar que los sufridos comerciales dejaran de perder tiempo y energías elaborando solicitudes de créditos que siempre era rechazadas.
Pues figúrense que en ese difícil contexto, empresas medianas locales empezaron a aprovechar la caída de varios grandes conglomerados para invertir más y ganar cuotas de mercado y desarrollar ciertos nichos que se habían vuelto interesantes por el cambio en los patrones de consumo producido por la crisis, y bancos extranjeros empezaron a invertir en el desarrollo de la clientela minorista, que veían promisorio, luego de ver gran parte de las carteras corporativas y de grandes empresas caer en default. Es más, grandes grupos empresariales extranjeros empezaron a interesarse en empresas líderes locales para entrar ahí como accionistas mayoritarios o minoritarios.
Los años siguientes demostraron que aquellos “audaces” tuvieron razón. En realidad, por lo que pude observar cuando ello se producía, la gran mayoría estaban tomando riesgos bien calculados. Era más que todo un tema de confiar en que el país se recuperaría, a pesar de todas sus dificultades, y saldría adelante.
Conclusión
Como dije en el post mencionado sobre cómo ser menos “procíclicos”, frente a situaciones menos favorables, no hay que entrar en pánico o en un ánimo depresivo, y es mejor saber tomar la perspectiva del largo plazo, para ver mejor las oportunidades que se presentan. Y tener una perspectiva mental a la vez histórica y globalizada en vez de un enfoque cortoplacista y de “tempestad en un vaso de agua posado sobre el propio ombligo” podría ser de gran ayuda. Hemos avanzado mucho desde los espantosos 1988-1990, aunque todavía queden pendientes numerosas “reformas de segunda generación” y lograr la inclusión social de mucha gente, y también se debería echar una mirada al caso de ciertos países africanos en rápido crecimiento y en los que nadie creía hace unos lustros. Cuando hay tanta gente que no se desanima fácilmente en contextos mucho más críticos, es una lástima ver un desánimo que parece casi artificial en contextos menos desfavorables: eso tiene mucho de daño auto-infligido. Por eso da gusto escuchar mensajes más positivos por parte de líderes empresariales de mucho peso.