Seguros para la Resiliencia: Acción, Acción, Acción antes que Todo
En el post anterior del 30 de noviembre último, mencioné el nuevo esfuerzo que está realizando la UNISDR para que el sector privado, por su cuenta y en asociación con el sector público contribuya a la necesaria resiliencia de los países frente a los desastres causados por fenómenos naturales. Una de las maneras de lograrlo es una difusión mucho mayor de los contratos de seguros indemnizatorios por daños, que bajo diferentes nombres forman parte de los “ramos generales” y de los “ramos técnicos”, ligados por ejemplo a la construcción (que se deben distinguir de los seguros de vida y salud). Como ya sabemos por muchas fuentes, la penetración de los seguros en el país, relativa a la de países comparables, es muy baja. Añadiría que es indigna de un país con grado de inversión y que tiene como objetivo ser parte de la OECD.
Ya tuve la oportunidad de mencionar, en un post del 10 de diciembre 2012, donde comenté el “riesgo operacional de las viviendas”, cómo el no aseguramiento de las viviendas, que es de muy lejos la regla incluso en sectores económicamente solventes, o su limitación a las necesidades de reembolso de los créditos hipotecarios, eran en realidad una mala práctica que era nefasta para el país. Aquí me voy a concentrar más en los seguros para empresas de todo tamaño, en lo que respecta al aseguramiento de sus principales recursos físicos (locales y equipos) y de su actividad (lucro cesante, ciertos riesgos específicos…).
En este campo quizás la penetración de los seguros sea algo mejor, pues por lo menos en las grandes empresas se tiene un mayor conocimiento de la gestión de riesgos. Pero fuera de ese ámbito, la regla parece ser también el no aseguramiento, y/o el limitado a los bienes que se financian. Y por supuesto, cuando se escucha a los involucrados se oyen las mismas razones de siempre:
. los asegurados potenciales: cuesta caro, para qué gastar en eso frente a peligros poco probables, no tenemos confianza en las empresas aseguradoras que no nos pagarán cuando lo necesitemos (y cada uno con sus anécdotas para buscar probarlo).
. las entidades financieras: si además les digo que se aseguren más, lo verán como un costo adicional al crédito y no seré competitivo, y a los clientes no les interesa de todas maneras.
. las empresas aseguradoras, el supervisor y numerosos economistas y analistas: el problema es la falta de cultura del seguro, la informalidad dominante que reduce el mercado potencial, las entidades financieras tampoco ayudan porque no es su prioridad, la tarea es tan inmensa, por dónde empezar…y se termina en grandes discusiones filosófico-culturales que no llevan a nada, y la infaltable lista de “hay ques” que nunca se hacen y de “pre-condiciones” imposibles de cumplir en el corto plazo.
Bueno, todo esto, como cuando se discute sobre la necesaria gestión de la continuidad operativa (o del negocio) me suena a una colección de prejuicios y de pretextos para justificar la inacción. Porque si se mira bien, desde el punto de vista de la gestión del riesgo y de las ganas proclamadas de llegar a “ser un país de primer mundo”:
. para una empresa, cualquiera que sea su tamaño, y en cualquier país, no buscar tener buenos seguros es una mala práctica de gestión, y no sólo de gestión de riesgos, PUNTO. ¿Se quiere tener mejores chances de sobrevivir en caso de eventos desfavorables, si o no? ¿y no preferiría que sus proveedores y clientes estén asegurados para reducir el riesgo de que le fallen?
. para una entidad financiera, la buena práctica, y me estoy basando en la que he conocido y practicado en banca del “primer mundo”, debería ser que, independientemente de los créditos que uno le da al cliente, uno verifique que este cliente tenga todos los buenos seguros que aumenten su resiliencia como empresa; el riesgo crediticio no es el mismo según que la empresa esté bien asegurada o no. Y además, ¿no hay ahí oportunidades de “venta cruzada” espectaculares, gracias a empresas de seguros vinculadas o por convenios con otras no vinculadas?
. para los aseguradores: ¿no les interesaría vender mucho más pólizas y tener un mercado mucho más voluminoso, con un gremio con más miembros y por lo tanto más fuerte? ¿Y a los reaseguradores internacionales que están detrás, no les interesa acaso una mejor diversificación geográfica de sus riesgos? Y al regulador/supervisor: ¿no le interesaría contribuir a tener un sector asegurador mucho más potente y tener eso como un logro de su gestión?
Por supuesto que hay problemas y obstáculos. Nadie dice que tener un mercado asegurador mucho más profundo sea fácil. Pero cuando se quiere de verdad se puede, se puede lograr mucho más que un lento progreso anual y doy un ejemplo emblemático, aunque esté relacionado al sector vivienda: Turquía. En los últimos años hizo pasar la penetración de los seguros catastróficos de menos de 3 % de las viviendas en el 2000 a 23 % en todo el país (40 % en las zonas más propensas a desastres), multiplicando por 6 el número de pólizas en 10 años. ¿Cómo lo logró? Creando, con la asistencia técnica y financiera del Banco Mundial en el marco de una asociación público-privada entre la industria aseguradora, el supervisor de seguros y el Gobierno, un “pool de aseguramiento catastrófico”, que permitió una agresiva campaña de comunicación y también sustanciales economías de escala. El punto de partida indispensable: que las diferentes empresas del rubro aceptaran trabajar juntas; no fue que el Estado venga con un subsidio.
Algunos podrían criticar diciendo: ¿cómo, no han logrado más, con penetraciones similares a la de los países más desarrollados? Pues, al contrario, el logro es impresionante, porque la cultura del seguro era bajísima, y el problema de vivienda informal, también muy extendido. Por supuesto, si uno quiere algo tan perfecto como en un país desarrollado, va a perder la perspectiva de lo que se puede realmente lograr de manera realista: y lograr algo realista ya es muchísimo. No dejaría de ser mejor que la situación que tenemos ahora, que es francamente lamentable y, dicho coloquialmente, “para llorar”. Y siempre se puede lograr algo similar, adaptándolo a nuestras características: se puede construir un “modelo peruano”.
Lo mismo se puede lograr en el caso de los seguros para las empresas, aunque sea más complejo en cuanto al número de jugadores, pero a la vez más simple porque no debería ser necesario crear una estructura relativamente compleja. Aquí el punto de partida indispensable es no sólo que las empresas del sector asegurador trabajen juntas, sino que además trabajen con los gremios del sector financiero. Y luego que se han puesto de acuerdo, que vean acciones conjuntas con los gremios empresariales de los sectores no financieros. Hay muchas otras cosas que se pueden hacer a nivel privado sin esperar a que el supervisor financiero y el Gobierno tomen medidas favorables para este esfuerzo. Por ejemplo:
. agrupar información que brinde una forma de “línea base”: ¿se sabe cuántas de las “top 10000 tienen diferentes tipos de seguros clave? ¿se puede tener la misma información dividida entre grandes empresas, medianas empresas, pequeñas empresas y micro-empresas?
. ser mucho más agresivos en cuando a campañas de publicidad conjuntas: hace unos años se hacía la Feria del Ahorro. ¿Por qué no habría una Feria del Seguro anual?
. campañas de comunicación de los gremios empresariales hacia sus miembros, explicándoles los peligros de no asegurarse y las ventajas de hacerlo; ¿por qué no inspirarse en las campañas de educación financiera de la SBS adaptándola a los diferentes tipos de público empresarial?
. para las entidades universitarias y de capacitación empresarial, insistir en estos aspectos igualmente, adaptándose a los tipos de auditorios. Por ejemplo, en las entidades financieras deberían tener claro que el riesgo crediticio de una empresa que tiene buenas prácticas de aseguramiento no es igual al de una que no las tiene. O podrían incluir en su currícula especializaciones para proveer al sector asegurador del capital humano suficiente.
Y a los empresarios, directores y gerentes de empresas que estén leyendo estas líneas, les digo: deben “dejarse de vainas” y si no tienen los seguros que deberían tener, vayan a ver a las empresas de seguros y/o a los buenos corredores de seguros, que les pueden aconsejar sobre un programa de aseguramiento, incluso sobre el grado de retención del riesgo (no aseguramiento y deducibles) que es adecuado para su empresa. Además le pueden aconsejar sobre medidas de gestión de riesgo a tomar para ser “elegible” para ciertos seguros o para hacer bajar el costo de la prima. Y contraten esos seguros, dejen de verlos como gasto corriente superfluo (por ahí debe haber algunos gastos que sí lo son y donde vale la pena ahorrar), son en realidad una inversión, algo así como los gastos de mantenimiento de locales y equipos.
Nada nos obliga a seguir “filosofando” ad vitam aeternam sobre la poca cultura del seguro en el país y sobre el gran obstáculo de nuestro sector informal, y a seguir siendo unos sub-desarrollados en el tema. Las cosas SE HACEN, y se va creando una dinámica, así funciona el desarrollo.
Este es un juego de GANAR-GANAR-GANAR-GANAR-GANAR:
. GANA cada empresa porque gestiona mejor sus riesgos y aumenta su capacidad de resistir a eventos desfavorables
. GANA el sector financiero porque el perfil general de riesgo de sus clientes mejora, lo que contribuye a su solidez de largo plazo
. GANA el sector asegurador en su conjunto porque se genera un mercado con mucho más volumen de negocios, que alienta a más jugadores a entrar, lo que refuerza al gremio (como se ve en Colombia); no hay que temerle a esto, si de todas maneras la “torta” será mucho más grande…
. GANAN los reaseguradores internacionales, que ven crecer un mercado sub-desarrollado y mejoran la diversificación geográfica de sus riesgos
. GANA EL PAÍS, porque se crean mucho más empleos en un sector de servicios moderno, se contribuye a la mayor profundidad del mercado de capitales, y porque en caso de desastres asociados a fenómenos naturales, las empresas tienen más chances de sobrevivir lo que disminuye el impacto socio-económico, y se transfiere el riesgo a los mercados internacionales. EL PAIS MEJORA ASÍ SU RESILIENCIA FINANCIERA Y OPERATIVA, gracias a las acciones de mucha gente.