Inclusión Financiera de Verdad
Hace unos 10 días hubo un evento organizado por el Centro para la Inclusión Financiera (CFI en inglés) que agrupa a numerosos actores clave de apoyo a las microfinanzas y quien lanzó la Smart Campaign con sus 7 principios de protección del cliente microfinanciero, y por Oikocredit, organización holandesa especializada en el financiamiento y asistencia técnica a instituciones microfinancieras, llamado “Trazando el Camino hacia la Inclusión Financiera en el Perú”. Un tema de gran interés puesto que a pesar de su notable performance en el campo de las microfinanzas, nuestro país sigue ostentando bajos índices de inclusión financiera, trátese de acceso a créditos o de productos formales de ahorro.
Hubo un aspecto que me generó cierta preocupación: pude
notar que durante las presentaciones y discusiones, no se mencionó mucho de
manera explícita al tema del sobreendeudamiento;
y sin embargo es uno de los desafíos claves para la inclusión
financiera sostenible. Es decir aquella que permite a los nuevos incluidos
seguir siéndolo en el tiempo, sin perder esa condición.
Felizmente, para hacernos “tocar tierra”, hubo una
presentación de Oikocredit con la experiencia concreta de clientes, recordando
además el problema que significa la insistencia de muchas entidades en “atrapar” a los clientes ya incluidos por el sistema financiero no regulado en
nuevos créditos entregados sin mucho estudio. Dos empresarias clientas de
bancas comunales, una de Puno y la otra de Tacna, pudieron contar su mala experiencia
al respecto.
En su intervención la representante de Oikocredit hizo bien en mostrar la gran cantidad de
créditos que se han “castigado” últimamente. Justamente uno de los problemas
que está aumentando es el de los nuevos clientes a los cuales se les da
créditos a como dé lugar, “insistiendo e insistiendo” como dijeron las mencionadas
empresarias. Luego, cuando las cosas van mal, se “castiga” a menudo el crédito
rápidamente, se lo vende a una empresa de cobranza coactiva con todos los
métodos agresivos que ello supone, como embargos de las casas y otros bienes,
(y no necesariamente a una de esas empresas de cobranzas que más bien se
especializan en refinanciar/reestructurar la deuda comprada).
Es decir, al mismo cliente al que “se le insistió” para
darle crédito, se lo bota luego a la basura como un “kleenex usado”, expresión
muy franca y a la vez muy gráfica y acertada que se puede escuchar en Francia
(efectivamente esos clientes se sienten luego como que fueron “usados y desechados”).
Dichos clientes se vuelven lo que en algunas reuniones he
llamado: los “incluidos efímeros”, que quedan más excluidos que nunca. Una alta
directiva de una caja rural habló de incluídos
luego “desincluídos”, y me comentó que sería muy interesante saber cómo
llegaron a esta situación y qué ha sido de estos después, algo que podría
hacerse a través de una amplia encuesta a personas identificadas a partir de
las centrales de riesgo, por ejemplo. Me parece una excelente idea, para favorecer
una toma de conciencia.
Hay que seguir haciendo campaña contra las prácticas crediticias
agresivas y recordando que el centro debe ser el cliente, promocionando con
fuerza la Smart Campaign y sus 7 principios de protección del cliente
microfinanciero, que incluyen el evitar sobreendeudarlo. Que la inclusión
financiera no se haga fabricando más de esos “falsos incluídos” para inflar de
manera cortoplacista las estadísticas de inclusión financiera a través de “bonitos números” de nuevos
accedentes al crédito.
El problema es que todavía demasiados confunden inclusión
financiera con créditos y con tarjetas de crédito, basta escucharlos unos
minutos para darse cuenta que no le dan el sentido que muchos de nosotros le
damos. Y por otro lado, todavía se nota a veces cierta superficialidad y una visión demasiado teórica del tema de la
inclusión financiera: existe una cierta tendencia a verla como un objetivo
en sí misma, a pesar de que el CFI insiste mucho en que debe asegurarse la
calidad de esta inclusión financiera.
También está habiendo demasiada autocomplacencia y
soberbia con tanto premio internacional alcanzado por nuestro país. Richard Webb nos recordó, con números del reciente Censo Agropecuario, la muy débil inclusión financiera en el ámbito rural, a pesar de la diversificación de fuentes de ingresos que él mismo pudo observar; y como dijo, la gran tarea por delante.Y el gran desafío, es hacerlo bien.
Hay justamente un problema creciente de sobreendeudamiento que casi
nadie quiere reconocer, adormecidos por esa visión idílica y por números de
morosidad, que aunque en aumento, siguen siendo relativamente moderados y manejables. Pero cabe
preguntarse qué pasaría si la economía se estancara, en vez de seguir
creciendo: los “saltos de morosidad” pueden ser brutales en cuestión de pocos
meses. Por eso, y porque falta incluir a nuevas categorías de población más vulnerable, se debe analizar con mayor detalle y sin complacencia una tendencia que se produce en un contexto de crecimiento.
Es una de las razones, aparte de una necesaria visión
ética de las finanzas donde la Smart Campaign es una herramienta indispensable,
por las que insisto tanto con la necesidad de reconocer rápidamente cuando es
necesario, que uno no va a poder recuperar siempre todo lo prestado, así como
con el tema de la refinanciación/restructuración que de un respiro a los
clientes afectados en vez de hundirlos, algo que se puede alcanzar directamente refinanciando uno mismo (los mecanismos de coordinación pre-establecidos entre entidades financieras, como lo expliqué en ocasiones anteriores, pueden contribuir a ello) o vendiendo las exposiciones a empresas de cobranzas expertas en
refinanciaciones, en vez de dejarlas a oficinas de cobranza coactiva que
recurren sistemáticamente a métodos muy coercitivos, como los embargos (o peor)
y a los tribunales para maximizar el recupero a toda costa.
La cobranza coactiva es muy justificable frente a
personas que se podría calificar de sinvergüenzas y especialistas del “perro
muerto”. Pero en los segmentos sociales vulnerables, predomina en realidad una
fuerte cultura de pago; cuando no logran pagar es porque se sobreendeudaron mal
aconsejados por entidades financieras cortoplacistas y/o imprudentes que no
jugaron su rol de educación financiera (a veces “maleducaron” a propósito, con
prácticas como créditos manifiestamente excesivos o incitaciones a usar toda la
línea de tarjeta via retiros de efectivo), o porque cayeron en el
“sobreendeudamiento pasivo”, aquel causado por eventos que afectaron seriamente
su generación de ingresos. No merecen el trato brutal al que son muchas veces
sometidos. La Smart Campaign está justamente efectuando un estudio internacional
sobre el tema de las cobranzas que incluye al Perú.
Felizmente, varios participantes al evento insistieron
sobre el hecho de que la inclusión financiera se hace esencialmente mediante
los ahorros y la tarjeta de débito para empezar, no necesariamente con créditos.
Algunos mencionaron también muy acertadamente a los seguros, lo que se
refiere a aquellos que van más allá del mero seguro de desgravamen, que en
realidad está pensado para proteger sobre todo a los acreedores, aunque no deja
de ser benéfico para el cliente, por supuesto. La Access to Insurance
Initiative (otro organismo internacional del mismo tipo) está terminando junto al FOMIN del Banco Interamericano de Desarrollo (el BID, que también es sponsor del CFI) un
utilísimo estudio sobre nuestro país al respecto.
Propongo entonces introducir en los indicadores de
seguimiento de la inclusión financiera un correctivo, razonando tanto en
evolución de stocks como en flujos:
- No tomar
únicamente las estadísticas de nuevas personas con acceso al crédito para medir
la inclusión o bancarización
- Poner
énfasis en las estadísticas de nuevos clientes con acceso a productos de
ahorro, y a seguros adicionales a los de desgravamen, separando vida y
propiedad para tener una idea más precisa
- Combinar
estas estadísticas: cuántos clientes nuevos con créditos obtuvieron también
seguros y productos de ahorro al mismo tiempo; también es interesante ver la
evolución de clientes existentes puramente crediticios que tuvieron luego
acceso a productos de ahorro y de seguros
- Corregir
los números de nuevos clientes crediticios añadiendo cuántos de estos fueron
“castigados” después; se podría enriquecer este dato con el del tipo de
recupero efectuado después (cobranza
judicial o refinanciación), y si se vendieron los créditos a qué tipo de
empresa de cobranzas: las antes que todo coactivas, o las que
refinancian/reestructuran.
Conclusión
No es porque somos “líderes en microfinanzas” que debemos
dejar de ser exigentes con nosotros mismos. Al contrario, puesto que otros nos
miran tanto como modelo, es un deber aún más fuerte serlo. Y no hay que
equivocarse con el tema de la inclusión financiera: esta no deber ser un fin
abstracto o estadístico en sí o verse sólo a través del entusiasmo que pueden generar
los aspectos tecnológicos, debe traducirse globalmente en una mejora de la
situación de las personas, aunque no siempre sea posible por las crisis. Y los
estudios mencionados que se están efectuando sobre nuestro país deberían ser de
ayuda para mejorar la calidad de nuestra inclusión financiera. También ayudaría
mucho en ello la no-subestimación del riesgo de sobreendeudamiento por actores
clave del mercado y por las autoridades financieras, sociales, monetarias y
supervisoras.