Ultra-individualismo y Riesgo Operacional: Reflexiones
En el último post, comentaba las situaciones en que las fallas del personal podían a veces deberse en gran parte a problemas organizacionales. También tuve la oportunidad, en el anterior, de hablar de los problemas personales como factor de riesgo operacional. Pero existen casos de materialización del riesgo operacional en los que el factor causal realmente decisivo ha sido uno que no se suele mencionar, tal vez por ser muy incómodo. Veámoslo con algunos ejemplos.
. Un automovilista amante de las altas velocidades maneja deliberadamente su bólido, por el puro placer que ello le produce, a más de 250 km/hora en una carretera común; un día desgraciadamente, provoca un accidente múltiple que involucra a varios vehículos pesados lo que a su vez atrapa a numerosos vehículos particulares, con incendios en cadena, dejando decenas de muertos y heridos.
. Situación parecida a la anterior: un conductor de trenes de alta velocidad o un piloto de avión toma placer en “batir records” y correr riesgos, no en el marco de ensayos técnicos, sino con centenares de pasajeros a bordo. Ya se ha visto situaciones así, sin que necesariamente se produzca un accidente, o casos de accidentes en los que las razones de una velocidad excesiva o maniobra extraña no quedaron claras. Es de esperar que el horrendo accidente de tren en España debido a velocidad excesiva en una curva no corresponda a esa situación (las últimas informaciones parecen apuntar más a una falta de atención en el peor momento, aunque ciertos comentarios anteriores en Facebook del conductor despiertan serias sospechas sobre cierto gusto por la velocidad).
. La cantidad absolutamente increíble de ataques armados masivos cometidos en los Estados Unidos por individuos que deciden “ajustar cuentas” con quien sea, prácticamente al azar, con resultados tanto más trágicos por la gran facilidad con la que se adquiere armas de guerra en ese país; y muchísimas personas, allá, tienen como reacción pensar que esas armas no son el problema, que incluso esos eventos justifican comprar más armas de ese tipo.
. Los numerosos incendios trágicos sucedidos en discotecas en diferentes países donde el factor clave es la actitud de los propietarios totalmente concentrada en las ganancias: un desprecio prácticamente deliberado por las más elementales medidas de seguridad, que se expresa en la ausencia de extintores y otros dispositivos similares, la ausencia de vías de escape reales, la aceptación de un número de clientes muy superior al “aforo” admitido; el saldo de víctimas es muchas veces agravado por el cierre deliberado de la salidas apenas empieza el siniestro (algo que se vio también en el incendio de un supermercado paraguayo).
. Los numerosos casos en la historia financiera, de pérdidas enormes sufridas por diversos bancos por la codicia sin límites (muchas veces combinada con una verdadera adicción por la adrenalina de los mercados) de un trader, o por la megalomanía de un CEO, totalmente obsesionado por batir récords de cuotas de mercado, de posición en las clasificaciones, o de ganancias, a como dé lugar.En ambos tipos de casos, se observa casi siempre un incumplimiento extremo de todas las reglas y procedimientos internos.
. Ciertos casos muy célebres de personas que deciden revelar información confidencial relacionada con la diplomacia o la política de seguridad nacional de un país o grupo de países, usando información “hackeada” o sustraída de manera ilegal o robada al propio empleador; no entraré aquí en los debates interminables sobre la transparencia y sobre la legitimidad o no de ciertas formas de vigilancia o de espionaje, la realidad llana y simple es que se trata de eventos de riesgo operacional que afectan exclusivamente a organizaciones de países democráticos, y de que un mínimo de observación muestra que las motivaciones reales no tienen nada que ver con el amor por la libertad de expresión; un caso conocido corresponde al de alguien que ha demostrado ser un ególatra extremo, y el otro al de un típico representante de esa corriente cultural norteamericana muy difundida que considera al Estado Federal como una suerte de enemigo natural de la libertad individual, y que se tiene un derecho absoluto de estar armado (y en ambos casos muchos analistas han detectado rasgos de gran inmadurez emocional). En un registro parecido, se pueden ver situaciones en que la vulneración de la diplomacia o de la seguridad nacional de un país tiene como causa original el puro afán de lucro, o de dañar a un funcionario público, o de publicar una primicia.
. Ciertos casos sonados de errores judiciales garrafales; hace unos 10 años, por ejemplo, en Francia, hubo un terrible caso de pedofilia en grupo donde varias personas inocentes fueron acusadas y encarceladas a pesar de que había muchas dudas desde el inicio, y al mismo tiempo varios casos de asesinos en serie que volvieron a matar luego de haber sido liberados aplicando reglas automáticas de beneficios penitenciarios a pesar de la obvia peligrosidad de los excarcelados; lo que llamó entonces la atención y provocó indignación en gran parte del público fue la reacción defensiva de absoluta soberbia de los magistrados en cuestión, con una total indiferencia hacia las víctimas, y el apoyo a rajatabla de sus respectivos gremios. Y estamos hablando aquí de un contexto de ausencia total de corrupción; en los países donde esta domina, esos casos son por supuesto legión. Una situación similar se produce con la multiplicación de actos que destrozan la credibilidad del Poder Legislativo en muchos países.
. En ciertas ciudades de países emergentes, entre las cuales se cuenta nuestra Lima, desgraciadamente, la enorme cantidad de trágicos accidentes de tráfico causada por la voluntad de uno de los involucrados (o de ambos) de “pasar primero” que el otro a como de lugar, por la razón que sea, algo más de dinero o por simplemente no tolerar que “el otro” pase primero; básicamente una manera de manejar marcada por una agresividad extrema, donde lo que resalta muchas veces es la ausencia de sentimiento de culpa del causante.
¿Qué tienen de común esos eventos extremos de riesgo operacional?
- Que dejan una profunda impresión de que en realidad eran tan fácilmente evitables con un mínimo de sentido de responsabilidad para con los demás o su propio país; el horror o asco que producen es tanto mayor porque es imposible no pensar en el carácter absolutamente absurdo de la causa del evento; esto no tiene nada que ver con fallas que se producen porque alguien se distrajo por cansancio y/o por problemas personales o porque el causante no tenía la experiencia o el conocimiento suficiente
- Que al mismo tiempo, para fines prácticos, son tan incontrolables como un desastre de origen natural de gran magnitud o un acto de terrorismo: al observar las causas, dan la impresión de que casi no hay medidas preventivas posibles o que todas las medidas que se puedan tomar no servirán de gran cosa, pues se está en realidad frente a acciones y omisiones totalmente deliberadas, que al mismo tiempo le caen a los afectados como un “desastre natural”, prácticamente sin posibilidad de anticipación ;
Y sobre todo, que la causa profunda real es un individualismo exacerbado, lo que algunos llaman “ultra- o hiper- individualismo”. Muchas veces los autores se “autojustifican” con diferentes teorías, más o menos sofisticadas, que pueden ir hasta hacer aparecer como nobles motivaciones que no lo son, y esgrimir grandes principios generales, o se protegen detrás de argumentos “profesionales” reforzados por un fuerte apoyo gremial.
Y muchas veces se nota una gran incomodidad en reconocer el factor causal principal, se busca con mucho afán otras causas para ocultar o por lo menos “diluir” la verdadera causa. ¿No será porque justamente el individualismo extremo es un factor cultural antiguo y ensalzado en unos países o se ha vuelto en otros países algo “socialmente aceptable”, a cuyas ventajas no se quiere renunciar? Es una pregunta que vale la pena hacerse, pues parece haber una tendencia a un fuerte aumento de eventos de riesgo operacional de este tipo. Podríamos terminar con un número creciente de pérdidas financieras y de pérdidas de vidas humanas, lamentando cada vez de manera ritual y efímera lo absurdas que han sido, sin hacer absolutamente nada efectivo para corregirlo, o de situaciones de debilitamiento de instituciones clave o de la seguridad nacional, con consecuencias de mediano/largo plazo incalculables para un país.