El proceso crediticio: una mirada panorámica
Este proceso se suele dividir en diferentes etapas sobre las que hay cierto consenso. Aunque desarrollado para la actividad de créditos propiamente dicha, hay equivalentes exactos o aproximados para las otras exposiciones crediticias, como las inversiones en bonos. Cada etapa tiene su importancia.
Empieza con la originación comercial, que incluye, además del contacto comercial, un análisis inicial del cliente u operación.
Se suele ahora añadirle la definición de la estrategia crediticia (o de políticas crediticias), como elemento separado previo o como parte de ella. Sin esta estrategia, la originación sería desordenada.
Continúa con la fase de aprobación, otorgamiento o admisión, en la cual se evalúa el riesgo, en una secuencia de intervención de personal comercial, de análisis y de dirección (aprobación individual o en comité). Se evalúa la capacidad y voluntad de pago del deudor, así como la necesidad eventual y/o calidad de las garantías, según la teoría. La capacidad es fácil de entender (que el cliente tenga los ingresos suficientes para pagar la deuda) y la voluntad es más importante de lo que se suele creer, pues todos conocemos casos de gente que, teniendo los medios de pagar, busca no hacerlo, usando toda clase de trucos o lo que llamamos de manera coloquial “mecidas” o “perro muerto”. Pocos son los banqueros o proveedores que no tienen anécdotas increíbles que contar al respecto.
Muchos se olvidan de un punto importantísimo: que el crédito sea adecuado a lo que se está financiando; basarse sólo en la capacidad de pago es un grave error porque lleva muchas veces a prestar “al límite” de esa capacidad de pago y a sobre-prestar sin necesidad, lo que, en caso de crisis o de eventos contrarios inesperados, puede terminar perjudicando al cliente, y tal vez, también al que prestó. Lamentablemente es algo que se ve mucho en los créditos de consumo. Por eso, en situaciones de crisis, la morosidad de esos créditos puede aumentar de manera espectacular en poquísimo tiempo. Y se está viendo cada vez más en el campo de los microcréditos desgraciadamente, lo que puede afectar seriamente a ciertas entidades microfinancieras especializadas, que empiezan prestando a un nuevo cliente con las grandes precauciones propias de la tecnología microcrediticia.
Esta fase de admisión es seguida inmediatamente del desembolso bajo condiciones fijadas en la aprobación y por el registro por un área de operaciones o administrativa. Un error común es desembolsar a pesar de que las condiciones pactadas no han sido aún reunidas.
Luego se hace seguimiento del riesgo, lo que corresponde a una evaluación dinámica de la evolución de la calidad del riesgo, con ciertas actividades de control (ejemplo: no pasarse del límite de línea aprobada). El seguimiento debe ser a la vez de los riesgos individuales (es decir de cada cliente), con sistemas de alertas, y de la cartera (noción de portafolio), con actos de gestión que pueden ir hasta la venta de exposiciones. La actividad de reporting es esencial para su efectividad: sin buen reporting, no hay buen seguimiento.
Si el riesgo se deteriora, es necesario darle un seguimiento especial, provisionarlo (es decir hacer reservas por probables pérdidas) y desarrollar actividades de cobranza y recuperaciones. En el proceso se puede tomar medidas adicionales de reducción, ejecutando garantías. Por ejemplo, “castigar” el crédito (es decir, reconocer la pérdida) y/o venderlo por un valor descontado.
Con el tiempo se ha reconocido igualmente como proceso transversales autónomos -por estar presentes tanto en el otorgamiento como en el seguimiento y hasta en la cobranza- al de garantías y otros “mitigantes” del riesgo y al de clasificación/calificación del riesgo (las famosas notas o scoring o rating), que es una técnica de evaluación.
También se ha desarrollado como condición de entorno previa, la noción de “ambiente interno” (organización y otros principios esenciales, lo que se llamaría gobierno corporativo, que en realidad cubre a toda la gestión de riesgos de una entidad).
Importancia de las políticas crediticias y del proceso de otorgamiento (admisión)
Pérdidas asociadas al riesgo de crédito pueden originarse por diversos factores: criterios relajados de otorgamiento de créditos, análisis inadecuado, confianza excesiva en las garantías del deudor, deficiente seguimiento, entre otros.
La primera línea de defensa frente a un incremento del riesgo crediticio es la política clara de otorgamiento de créditos (similar a los cimientos de una construcción). Es la que guía la acción del personal comercial (originación y análisis inicial). Y se deben tomar precauciones especiales cuando se entra a nuevas categoría de clientes o nuevos productos, que pueden acarrear riesgos técnicos adicionales.
Las instituciones financieras deben contar con políticas de otorgamiento para todos los tipos de crédito que manejen, sin perjuicio del tamaño o tipo de crédito. Si se hace mal desde el comienzo, con políticas indefinidas o demasiado relajadas, el seguimiento, por bueno que sea, puede no ser suficiente para compensarlo.
Debe existir también un proceso claramente establecido para aprobar excepciones a las políticas, así como las excepciones temporales en el marco de créditos existentes.
Deben existir así mismo procedimientos claros para la adquisición de otras exposiciones crediticias (inversiones, derivados), aunque el proceso sea diferente. El problema, como ya lo vimos, es que para estas otras exposiciones se tiende a tratar de negar que haya riesgo de crédito.
Como se pudo ver con las famosas hipotecas ‘basura’, donde se prestaba a gente sin ingresos, sin trabajo y sin activos (los famosos créditos NINJA) y con el mecanismo de adquisición de exposiciones crediticias gigantescas en base a modelos matemáticos subestimatorios, que vimos la vez pasada, ya habrán comprendido que entre las mayores razones de la crisis estuvo una desastrosa gestión del proceso crediticio, y sobretodo de la estrategia y admisión crediticias. Se abandonó hasta el más mínimo sentido común al respecto.