NETWORKING: CONTACTO VS CONEXIÓN
Decir que vivimos en la “era de la conexión” parece contradictorio. Nunca hemos tenido más accesos, más redes ni más tecnología… y, aun así, conectar de verdad se ha vuelto un reto. La razón es simple: confundimos contacto con conexión. Y cuando eso ocurre, las interacciones se vuelven superficiales, repetitivas y poco memorables.
En el mundo corporativo, el networking tradicional en los grandes cócteles, intercambiando tarjetas de presentación, ya no responde a las expectativas de los ejecutivos. Hablar de logros, del cargo o del tráfico no genera química ni recordación. Saber dónde trabaja alguien no significa que hayamos conectado. La conexión real aparece cuando una persona se siente vista, escuchada y entendida. Eso difícilmente ocurre en dinámicas masivas diseñadas para saludar a muchos sin profundizar con nadie.
La buena noticia es que el problema no son las personas, sino el diseño de los encuentros. Cuando se crean espacios que propician la conversación auténtica, la colaboración y el intercambio de experiencias, la energía cambia por completo. Un formato curado, pequeño y bien pensado, desde quiénes participan hasta cómo se sientan, qué preguntas se plantean o qué historias se comparten, abre la puerta a interacciones naturales, genuinas y memorables.
El contraste es evidente: en un cóctel, hablamos de lo que hacemos; en un microevento, compartimos quiénes somos. En el primero, recordamos cargos.
En el segundo, recordamos personas. Por eso los microeventos están marcando tendencia: porque devuelven la esencia de relacionarnos.
En un entorno donde todos buscan diferenciarse, una conversación significativa puede generar más oportunidades que cien intercambios de tarjetas. Cuando el encuentro está bien diseñado, la conexión sucede sin forzarla. Ahí nace el verdadero valor del networking.

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