Confusión Máxima Vital
Por Miguel Palomino. Tratar de manera técnica un tema que genera tan fuertes reacciones emocionales como la Remuneración Mínima Vital (RMV) es siempre difícil. Hasta profesionales en los que usualmente se puede confiar en que hagan un análisis integral y profundo de temas económicos espinosos tienden a rehuir la discusión de la RMV o simplemente dan opiniones políticas que saben están vacías de contenido técnico.
Argumentar por qué la RMV no es una buena idea y por qué, por ello, tampoco es una buena idea aumentarla resulta casi imposible porque solo mencionar esta posición lleva al rechazo y a la descalificación por parte de la mayoría de personas. ¿Qué clase de persona puede oponerse a que a un trabajador no se le asegure una mínima retribución por su esfuerzo? Los intentos de explicación topan con la actitud que refleja el dicho “Ya tengo una opinión formada, no me confundas con los hechos”.
Pero la verdad es que no es “la insensibilidad de los economistas” la que explica por qué es muy fácil demostrar que la RMV reduce el empleo para los trabajadores de menores ingresos y, por ello, perjudica a un gran número de las personas más necesitadas mientras que a lo sumo beneficia temporalmente a un pequeño grupo de trabajadores más afortunados. No se puede lograr un mayor nivel sostenible de remuneracionessimplemente mandando por ley que éstas aumenten.Si así fuera, sería muy sencillo elevar el nivel de ingresos de todos los peruanos: bastaría con mandar que las remuneraciones se aumenten al nivel que quisiéramos. La RMV es “políticamente correcta” y responde a nuestro deseo innato de hacer algo para hacer más justo o más equitativo al mundo, pero no tiene los efectos deseados. Más bien, tiende a hacer más inequitativo y menos justo a mundo.Sólo un aumento en la productividad del trabajo puede llevar a un aumento sostenible en la remuneración.
Para poder evaluar la RMV es necesario, primero, distinguir (a) el deseo justificado de lograr que los peruanos más necesitados tengan los ingresos necesarios para alcanzar un nivel de vida mínimo, de (b) la idea que esto se logra eficientemente forzando a que los empleadores paguen un sueldo mínimo. La discusión respecto a cuántos recursos queremos, como sociedad, dedicar a elevar el nivel de vida y/o las oportunidades de los más necesitados es buena y válida. Lo que no es válido y resulta muy ineficiente es pretender que la forma en que se debe lograr la transferencia necesaria de recursos hacia los más pobres es obligando a los empleadores a que paguen una mayor remuneración.
Pretender lograr la equidad mediante una RMV tiene dos errores. Primero, imponea los empleadores todo el costo de la decisión social de mejorar los ingresos de los más pobres, lo cual no es la manera correcta de proceder. La política tributaria y el presupuesto público son los mecanismos correctos para obtener y para destinar los recursos públicos, respectivamente. Segundo, claramente la RMV no es un mecanismo ni justo ni eficiente para lograr mayor equidad. La RMV la reciben los que tienen la fortuna de estar empleados –no quienes, al estar desempleados, están más necesitados, por ejemplo–. Además, como se indica en el más elemental texto de economía, la RMV reduce el empleo entre los potenciales trabajadores de menores ingresos, lo cual perjudica justamente a muchos de los más necesitados.
Si queremos hacer política social, hagámosla de manera eficiente, pero no pongamos controles de precios en el mercado laboral cuando todos sabemos qué es lo que ocurre cuando se imponen controles de precios. El exceso de regulación ineficiente en nuestro mercado laboral ya es una de nuestras mayores debilidades competitivas (ver gráfico) y es también uno de los principales motivos por lo que somos el segundo país más informal del mundo. Debemos buscar flexibilizar nuestro mercado laboral y reducir la informalidad para generar más, y mejores empleos. La RMV va directamente en contra de estos dos objetivos.