Una dura y blanca realidad
Por Pablo Secada. Naciones Unidas (UNODC) publicó su más reciente Informe Mundial sobre las Drogas, que pueden revisar en este informe. En este comentario, primero, confrontaremos el análisis del mercado de drogas que subyace a la visión de Naciones Unidas con el que publicaron el Premio Nobel de economía Gary Becker y dos de sus principales discípulos, Kevin Murphy y Michael Grossman nada menos que en la prestigiosa Oficina Norteamericana para la Investigación Económica (NBER). Segundo, describiremos la evolución reciente de la producción de coca y exportación de cocaína en Perú, Colombia y Bolivia; así como sus precios y consumo en Europa y EEUU -principales mercados de la cocaína peruana-. Tercero, proponer algunas ideas preliminares de lo que debería ser la agenda de políticas públicas sobre el tema.
Naciones Unidas presenta la visión convencional sobre el impacto de las políticas de control sobre la producción y el consumo de drogas ilícitas. La dependencia hace que el consumo sea menos sensible a un cambio en precios pero, por alguna razón que no explican, solo en el corto plazo. “En el largo plazo, sin embargo, el consumo eventualmente caerá si los precios aumentan marcadamente dado que los usuarios dependientes [que explican la mayor parte del consumo] enfrentarán dificultades crecientes para financiar su hábito”. Hay dos problemas.
Primero, los precios, ajustados por la pureza de la cocaína, han estado cayendo, como puede verse en los gráficos que hemos elaborado o en los que incluye el informe.
La guerra contra las drogas no ha conseguido encarecer la cocaína, supuestamente para desalentar su consumo. Segundo, ni la evidencia ni la lógica económica respaldan la posición de Naciones Unidas. Solo leyendo el resumen del trabajo de Becker y compañía se hubieran enterado que “cuando la demanda es inelástica -es decir, el consumo, no cae cuando suben los precios o, como ha ocurrido en realidad, no sube cuando bajan-, no se justifica intentar hacer cumplir la prohibición”. Añaden: “Mostramos que un impuesto monetario a un bien legal causaría una mayor reducción en la producción y un aumento del precio que el control óptimo, inclusive tomando en cuenta que el productor se volvería informal para evitar el impuesto. Esto implica que luchar contra las drogas legalizando su uso y gravando el consumo sería más efectivo que continuar prohibiendo el uso legal de las drogas“.
Como se esperaba (ver The Economist), el mayor control de la producción y el tráfico de cocaína en Colombia contribuyeron no solo a la expansión de las áreas sembradas de hoja de coca en Perú y Bolivia, sino a que pasáramos de la coca milenaria a la Pasta Básica de Cocaína.
El consumo de cocaína en Europa, principalmente, así como Estados Unidos impone un tremendo coso social a nuestro país que sus consumidores no reconocen ni pagan y carcome nuestras precarias instituciones. ¿Hemos valorado el costo? ¿Hecho algo para que lo reconozcan y lo paguen? El Estado debe adoptar una política que promueva, inteligente y concertadamente, la legalización, especialmente en los principales mercados de destino. Becker, Friedman y otros Nobel de Economía ya justificaron esta opción en términos económicos. Así mismo, prestigiosos políticos latinoamericanos como los ex presidentes Cardoso (Brasil), Fox (México) y Uribe (Colombia) han sostenido lo mismo desde el punto de vista político y práctico.
Hay mucho que se puede hacer internamente para que nuestros campesinos tengan mejores opciones para progresar que plantar coca y debemos hacer todo lo que se pueda en ese sentido. Pero no podemos seguir cacareando la opción de política internacional errada, que no solo no nos conviene, sino que nos perjudica realmente. Que vaya a tardar años en concretarse no quiere decir que no debemos empecemos a hacer algo para cambiar esta situación.
["Reformas incompletas" se publica los lunes, miércoles y viernes.]