Respondiendo ante lo incierto
Por: Alonso Segura
Ante una situación como la que podría generar la llegada del Covid-19, las respuestas estándar de la política económica no van a ser suficientes
Hace una semana, escribí sobre la necesidad de prepararnos desde el punto de vista sanitario y de otros protocolos por la probable llegada del Covid-19. Del lado económico, señalaba los canales de impacto hacia nuestra economía, tanto de manera directa como indirecta. En aquel momento, fuera de China continental, el virus había afectado a menos de la cuarta parte de personas, en la mitad de países, y solo había llegado a un país latinoamericano (Brasil), mientras que ahora ya llegó a seis, aunque con pocos casos confirmados.
Es prácticamente imposible evitar que el virus llegue al Perú, pero dada su forma de propagación, los esfuerzos de prevención y contención son fundamentales. Como ya lo hemos señalado, hay un rol central para las autoridades públicas no solo en abastecimiento, capacitación y preparación de hospitales y centros de aislamiento; en protocolos migratorios, en procedimientos y capacidades de despistaje; en identificación de potenciales contagiados para romper la cadena; en procedimientos de cuarentena y aislamiento, obligatorios o voluntarios; en regulación sobre eventos masivos; entre otros.
Todo ello es de importancia crítica, pues el principal riesgo tanto para la salud de la población como para la economía es la propagación en nuestro país que conllevaría a la disrupción de actividades sociales, económicas y productivas.
También por el lado económico, los canales de impacto indirectos (menores precios y volúmenes exportados, debilitamiento global, menores flujos turísticos y de negocios, etc.) mayormente están fuera de nuestro control, aunque podrían ser significativos. Estimados de reducción del crecimiento global a la mitad, y con riesgo a la baja con la información actual, no son exagerados. Pero es aquí donde quisiera incidir para que se entienda la dificultad, desde el punto de vista de la política económica, de lidiar con un evento de esta naturaleza.
Hay dos tipos de choques de origen externo que pueden afectar a los países: de oferta y de demanda. Los choques de oferta se producen cuando hay una contracción en las capacidades productivas o una subida abrupta de los costos de producción. Los choques de demanda tienen su origen en menor dinamismo sea de consumidores o inversionistas, o inclusive, del propio Estado. A manera de ejemplo, el 2009 sufrimos un choque de demanda, mientras que el 2014-15 uno de oferta. Las políticas monetaria y fiscal son potencialmente más eficaces en mitigar choques de demanda que de oferta. ¿Por qué? Porque es más factible reducir el costo del dinero o de créditos, inyectar liquidez, impulsar mayor gasto público, medidas todas que estimulan demanda, que intentar revertir una subida abrupta en precios de insumos o una caída de producción o precios de nuestros productos por ruptura de procesos productivos. Ni los bancos centrales ni los gobiernos pueden hacer eso.
Independientemente de la impredictibilidad sobre el impacto futuro del Covid-19, sus efectos inmediatos tienen características de choque de oferta, pues quiebran cadenas de valor globales. Rompen cadenas productivas nacionales. Paralizan actividades económicas. Pero esto, a su vez, induce un choque de demanda pues reduce la capacidad de gasto (consumo e inversión) en la economía. Si no puedo trabajar caen mis ingresos y reduzco mi gasto. Reduzco además actividades sociales precautoriamente, con lo cual reduzco aún más mi gasto en otros conceptos. Bajan las ventas, aumentan las quiebras. Como el origen es un choque de oferta (potencialmente) persistente, contrapesar el choque de demanda derivado es más complejo.
¿Significa esto que la política económica no debería hacer nada? No. Que su efectividad sea menor no significa que no deba actuar. No solo para mitigar sus efectos reales, sino también para apuntalar expectativas. Por ello, por ejemplo, hemos visto como la Reserva Federal de EE.UU., preventivamente, ha reducido su tasa de interés de manera intempestiva.
El problema para el mundo está en que en muchos países no hay mucho espacio ni monetario ni fiscal para actuar. Es el caso de los principales bancos centrales y gobiernos. Pero también es el caso en la mayoría de los países de Latinoamérica. Perú tiene mayor margen, pero tampoco es el del pasado. Veamos dónde está la tasa de interés de referencia del BCR, por ejemplo, o el balance fiscal, bajo reglas de excepción desde el 2014.
Un punto más. Si la llegada del Covid-19 al país llegase a ser disruptiva de actividades económicas y productivas por paralizaciones, cuarentenas, aislamientos, etc., vamos a necesitar un instrumental más fino y granular que los programas de impulso fiscal o monetarios usuales, con programas de ingresos temporales y de apoyo financiero a los afectados, entre otros. No estamos allí, y ojalá no lleguemos a esa situación. Pero las autoridades ya deben estar preparándose, pues necesitan pensar- y actuar- bastante “fuera de la caja”.
Finalmente, no usemos el Covid-19 de pretexto para el sinceramiento de las cifras de crecimiento esperado para este año. El antecedente de fuerte desaceleración económica del 2017, justificado en Lavajato y el Niño Costero es ya un cuento trillado. Hay mucho por prever, pero con seriedad.