La resiliencia de la economía peruana
Hace un mes, en esta columna destacábamos que el 85% de los peruanos considera que se debe continuar con la lucha contra la corrupción a pesar del impacto negativo que pueda tener en la economía del país. Treinta días después, esta percepción es más valedera que nunca. De ninguna manera se puede retroceder en ese objetivo.
La economía peruana ha demostrado en los últimos diez años que tiene fortalezas. Por ejemplo, resistió el embate de la crisis financiera internacional en el 2009.
Y es que, como bien dijo la semana pasada el gerente de Estudios Económicos del Banco Central, Adrián Armas, “la economía tiene buena defensa”, aunque también hizo hincapié en que “para ganar falta volante y delantera”. Ha sabido desarrollar una buena capacidad de resiliencia para enfrentar los obstáculos, incluidos los impactos políticos, como fueron los procesos electorales del 2006, 2011 y 2016. El problema está en que el crecimiento responde más a la inercia de los shocks externos favorables que a los resultados de la política económica.
Actualmente, la principal fortaleza es la macroeconomía, pese a que la situación fiscal en los últimos tres años presenta cierto deterioro, derivado de los menores ingresos por el pago de impuestos. Sin embargo, durante el 2017 se han recuperado las exportaciones, no solo de las materias primas, como los minerales, sino también las ventas de productos no tradicionales, como la agroindustria. Buena parte de estos resultados se debe a la mejora de los términos de intercambio. También se cuenta con una posición de holgura en cuanto a reservas internacionales. Por eso, Moody’s, tal como se informa en esta edición, mantendría la calificación crediticia del Perú aun cuando haya una eventual vacancia presidencial o elecciones adelantadas, ya que lo que importa es la trayectoria que tenga el país.
Aun así, esa fortaleza puede verse afectada en mayor medida si en el corto plazo se adelantan las elecciones. El impacto en el corto plazo de la actual crisis política puede darse a nivel de las expectativas y en detener las decisiones de inversión, principalmente las que están vinculadas a las actividades de la demanda interna, pues aquellas asociadas a las exportaciones tradicionales pueden continuar para aprovechar la mejora de los precios internacionales de las materias primas.
En cuanto al crecimiento, si la crisis se resolviera sin pasar por las elecciones adelantadas, el impacto sería temporal. Aun así, la probabilidad de un crecimiento de 4.2% que se estimaba para el 2018 puede verse disminuida, más aún cuando el Gobierno, en cualquiera de los escenarios, quedará más débil de lo que era y, por tanto, la posibilidad de hacer reformas prácticamente desaparece.
Lo que sí debe preocupar más allá de la crisis política es que la recuperación de la inversión pública se haga más lenta por los retrasos que enfrenta el proceso de reconstrucción en el norte. Hasta el momento, apenas hay S/ 399 millones en obras y servicios en ejecución, un monto demasiado bajo para las urgencias en la zona.
Queda pues a los actores políticos no malgastar esa capacidad de resistencia de la economía peruana.