Más allá del 2018
La semana pasada se divulgaron nuevas cifras sobre la evolución de la economía peruana. Los resultados vislumbran una recuperación, que comienza a sentirse tanto a nivel de los empresarios como del ciudadano de a pie. Sin embargo, varios de los logros que hoy se registran no necesariamente corresponden a los frutos de la política económica actual, sino al impacto de factores externos -como el alza de los precios de los minerales-, o a la comparación estadística con meses que no fueron buenos, como es el caso de la inversión pública.
Hasta el momento lo que se observa es un rebote que permite recobrar el crecimiento, principalmente en los sectores no primarios, pero no es suficiente para un mayor impulso que a futuro lleve al PBI a tasas mayores al 4%. Hay todavía retos pendientes. Por ejemplo, el proceso de la reconstrucción en el norte, tal como advertimos hace dos semanas, enfrenta marchas y contramarchas. Y esto no es una percepción de los analistas, sino también de la propia ciudadanía, tal como lo muestra la última encuesta de Pulso Perú para Gestión.
La inversión pública comienza a mostrar incrementos de dos dígitos en los últimos meses. Sin embargo, estimaciones privadas consideran que para recuperar el nivel nominal que se daba en el 2015 de la inversión del Gobierno general, en octubre debería haber crecido en cerca del 70% y a nivel del Gobierno nacional debió mostrar un incremento de 106%. Por tanto, todavía estamos lejos para hablar de una recuperación efectiva, aunque el avance logrado no es nada desdeñable. Para el 2018 se espera que el esquema de Invierte.pe demuestre que es superior al SNIP con sus primeros frutos.
A nivel de la inversión privada también hay señales de que se ha llegado a un punto de inflexión. Sobre todo en la actividad minera. El 2018 el Gobierno proyecta desembolsos por más de US$ 10,000 millones, teniendo cifrada las expectativas en la decisión que adopte Anglo American con Quellaveco durante el próximo verano.
Los siguientes pasos de la política económica deben estar encaminados a consolidar esta recuperación y sobre todo a corregir algunos temas claves como la caída de la recaudación fiscal con las medidas adoptadas en el último trimestre del 2016, así como tomar la iniciativa en algunas reformas que apunten a elevar la productividad. Este último objetivo es clave para elevar la tasa de crecimiento económico. Todo lo cual requiere consensos que se plasmen en acuerdos políticos. De lo contrario, del 2019 al 2021 las tasas de expansión del PBI se moverán alrededor del 4%.
En resumen, lo que hay que evitar es que las cifras escondan los problemas que aún adolece la economía. Y sobre todo mirar más allá del próximo año, pues a partir del 2019 las necesidades fiscales serán más exigentes y no necesariamente hoy se puede asegurar que la mejora en los precios de los minerales forma parte de un nuevo ciclo. Por eso es importante llevar a cabo las reformas que permitan cosechar resultados en los próximos años y, asimismo, alcanzar mayores tasas de crecimiento. Si bien una tasa de 4% es mejor que la que se registrará este año, está lejos de poder incorporar a la nueva masa laboral y, sobre todo, de reducir la vulnerabilidad de los que salieron de la pobreza extrema y de los que aún se encuentran en ella.