Más allá de un número
El 28 de julio pasado las expectativas sobre el crecimiento de la economía se encontraban en su mejor momento. Sin embargo, conforme pasaron los meses se fueron desvaneciendo, sobre todo a partir de que se conociera por parte de la propia empresa Odebrecht el pago de coimas a empresas, funcionarios, políticos y hasta presidentes del Perú.
Desde entonces, mes a mes han disminuido las estimaciones de crecimiento de la economía peruana, tanto a nivel oficial como de analistas de bancos de inversión. El puntillazo final lo puso El Niño costero en marzo pasado.
Pero, más allá de las proyecciones -que por cierto casi nunca aciertan-, lo que importa es la tendencia de sostenibilidad que pueda tener el crecimiento de la economía en los próximos años. Y es allí donde los cuestionamientos se centran principalmente. Aunque el PBI tenga un crecimiento menor al 3% este año, lo cierto es que el país seguirá por la ruta de la expansión iniciada desde hace varios años. Eso no está en duda.
Lo que está en duda es si la estrategia puesta en marcha por el Gobierno de Kuczynski rendirá sus frutos, tras ocho meses en los cuales el Ejecutivo ahora tiene que enfrentar el impacto del caso Lava Jato, que aún no termina de conocerse y los efectos de El Niño costero.
Se puede decir, por ejemplo, como ya lo ha hecho el ministro Alfredo Thorne, que es muy pronto para esperar resultados de la reforma tributaria. Pero hay tendencias que no son de febrero o marzo y no tienen su origen en El Niño, sino que vienen desde meses atrás y del Gobierno pasado: la disminución de la presión tributaria y la preocupación de que las medidas adoptadas por el MEF no resulten adecuadas para revertir la tendencia en la caída de la recaudación. Esta preocupación no solo es de los analistas, ni de los “pájaros de mal agüero” sino del propio jefe de la Sunat, que meses atrás en una comisión del Congreso fue muy franco en señalar las dificultades que se atravesaban y los planes que tenían, que por cierto iban más allá de las medidas adoptadas en la reforma tributaria actual.
Del mismo modo, hay inquietud de que el proceso de formalización y las medidas administrativas de simplificación resulten incentivos suficientemente atractivos para la inversión privada. La experiencia en el mundo, según estudios de La Porta y Shleifer señalan que no hay pequeñas empresas informales que se hayan convertido en formales y que así hayan formalizado la economía, como destacara Waldo Mendoza la semana pasada en Gestión. Alfredo Thorne no comparte esa apreciación y señala que hay experiencia como Turquía que avalan el derrotero adoptado por el Gobierno de PPK.
En todo caso, el debate está abierto, pues más que académico su importancia radica en que hayamos escogido la estrategia correcta para encender nuevos motores de crecimiento.
La recuperación de la aprobación presidencial, según las diversas encuestas, y el plan de reestructuración que hoy se debate en el Congreso, tal como dijimos la semana pasada, pueden ser la oportunidad para repensar algunas líneas de estrategia que tenía el Gobierno antes del caso Lava Jato y El Niño costero. Más aún cuando el escenario de la economía mundial tiene señales positivas para el Perú, como la mejora de los términos de intercambio.