El Perú y la lámpara de Aladino
Por Víctor Gobitz, presidente del IIMP
Según la fábula de Aladino, que forma parte del libro “Las mil y una noches”; quien fuera poseedor de la lámpara tendría la posibilidad de frotarla, invocar al genio que vive dentro de ella y solicitarle tres deseos, solo tres, que le serían concedidos indefectiblemente.
Si la fábula de la lámpara de Aladino fuera cierta y el poseedor de la misma fuéramos nosotros, los peruanos; mi primera recomendación sería no malgastarlo en un deseo seguramente mayoritario, como es clasificar a la Copa Mundial de futbol.
Sin embargo, el poseer la famosa y poderosa lámpara nos obligaría a una reflexión profunda como Nación. Tendríamos que respondernos interrogantes tales como: dónde colocar el foco principal para acelerar el bienestar de todos los peruanos; o en qué aspectos tenemos carencias que impiden que se desarrolle todo nuestro potencial.
Intentando aportar a la reflexión, porque el genio es impaciente; propondría tres “deseos”. En primer lugar alcanzar una educación de calidad para todos los peruanos, porque de esa manera lograríamos incrementar la productividad y la igualdad de oportunidades; en segundo lugar, lograr madurez institucional, de manera que nuestras relaciones personales e institucionales estén regidas por la equidad, la transparencia, la confianza y la predictibilidad; y finalmente, contar con una infraestructura robusta, que nos permita afrontar de manera eficiente los desafíos geográficos, integrar al país y permitir el pleno desarrollo de su potencial económico.
En los últimos meses, hemos visto hechos que nos confirman la necesidad de enfocar nuestros esfuerzos y recursos en estos tres “deseos”.
La interpelación y censura del Ministro Saavedra, de la cartera de Educación; nos reveló la falta de consenso en la búsqueda de una educación de calidad y la falta de madurez en una institución clave como el Congreso de la Republica.
Por otro lado, la investigación judicial en proceso conocida como “Lava Jato” nos viene revelando nuestra debilidad institucional, visible ante la evidencia que diversos estamentos de la administración pública, sea este del gobierno central, regional o local fueron contaminados por la corrupción; y la colusión de algunas instituciones privadas.
Por último, el reciente embate del recurrente Fenómeno El Niño nos desnudó como un país carente de una infraestructura planificada, diseñada y construida para vencer las condiciones climatológicas y geográficas inherentes a nuestro territorio.
En las últimas casi 3 décadas nuestro país ha tomado el rumbo correcto, tenemos logros alcanzados y reconocidos como el grado de inversión y su perspectiva estable, un balance macro económico saludable, un crecimiento sostenido de la clase media y una reducción drástica de la pobreza.
Pero si queremos ingresar al OCDE y ser un territorio integrado, que desarrolla todo su potencial económico y le brinda bienestar a toda su población; no hay tiempo para la complacencia.
Tenemos que reconocer que estamos solo a medio camino y que no existe la lámpara de Aladino – solo es una fábula – por lo que solo nos queda, a todos los peruanos, un trabajo planificado y arduo por delante.