¿Competir o no Competir?
En la foto de este artículo, estoy yo en la partida de un campeonato nacional de natación, muerta de miedo porque por un lado tenía a Sandra Crousse, olímpica y por el otro a Karen Horning, olímpica también.
Viendo esta foto, me puse a pensar en algo que a veces se confunde en el mundo corporativo.
Personalmente, soy fanática del espíritu competitivo y creo firmemente que si uno quiere crecer profesionalmente, debe desarrollarlo y practicar un deporte aporta muchísimo. (Ref: mi artículo en Gestión: “¿Quieres ser CEO? Practica un deporte.”)
¿Por qué hay empresas a favor y otras en contra del “drive” competitivo?
En el trabajo, debemos ser competentes – que es básicamente, capacitarte y entrenarte de manera permanente para mejorar en tu función.
Eso es fantástico, pero para mí – no es suficiente. Debemos ser competitivos.
Si vuelves a ver la foto de este artículo, fíjate en mi mirada. Tengo a las dos crack a los extremo, sé que están ahí y no van a desaparecer; sin embargo yo estoy enfocada en otra cosa: En MI carrera.
Y ahí está la diferencia entre competir y competir.
Las empresas que satanizan ese “drive” competitivo en los colaboradores, son las que confunden “competir” con “rivalizar”.
Rivalizar es lo que se debe evitar a toda costa.
Rivalizar es tóxico porque ves a tus propios colegas como amenaza. Rivalizar tiene a los colaboradores pendientes de lo que hace o no hace el otro y si un colega se equivoca – lo van a hacer notar.
Competir es una práctica no solo sana, sino que catapulta a las empresas a lograr o superar resultados y a promover una cultura de innovación y también de disfrute en el trabajo.
Volviendo al mundo del deporte; los deportistas compiten; no rivalizan porque parten de una base propia y se enfocan en mejorar-SE. Viven estimulados por un proceso interminable de iteración (lo que yo llamo “innovación personal”). Se alimentan de su pasión y metas que les emocionan que gatillan su disciplina y auto-motivación o liderazgo personal.
Mejorar-SE quiere decir que tienen su propia carrera. Esta puede ser, ganar un campeonato, o de repente si el año pasado terminé tercera, pues este año apunto al segundo puesto, o tal vez, mejorar mi tiempo en xx segundos. Activa el auto-conocimiento – que es tan importante para el liderazgo empresarial y para desarrollar lo que llamo “Musculatura Mental”. Se alimenta de las caídas porque reconoce que están llenas de información para seguir este proceso de mejora continua; vive en un modo en el que los resultados no son determinantes sino parte de un proceso para seguir creciendo.
El mundo corporativo es igual. Competencia por supuesto que existe, pero si te la pasas obsesionado con esa mentalidad de rivalizar te desenfocas de tu propia carrera – tanto a nivel de organización como a nivel de individuos y equipos.
El espíritu competitivo es sano porque entras en un proceso interminable de mejora continua para servir mejor a tus usuarios, para seguir aportando a la misión de la organización, al “para qué” y por supuesto – como efecto de ello – mejorar los resultados de ventas, EBITDA, calidad, clima laboral, etc.
De mi experiencia en consultoría, tener este tema de fomentar el espíritu competitivo requiere estar en la agenda de los tomadores de decisiones y requiere un plan para trabajarlo con las personas, con los equipos y a nivel organización y – hacerlo – blinda a la empresa de la posibilidad de rivalizar.