La necesidad de un “Segundo Consenso”
Durante los ochenta y noventa, el mundo experimentó una ola de “liberalización”, promovida por Estados Unidos e instituciones multilaterales como el Banco Mundial y el FMI, a través del Consenso de Washington. Esta iniciativa estaba pensada para que países que salían del socialismo -partes de Asia, Europa del Este, Rusia y Latinoamérica- abrazaran políticas consideradas “ortodoxas”. Dichas políticas -cuando son identificadas con prescripciones más precisas- tienen que ver con la estabilidad monetaria; la apertura comercial; el trato correcto a la inversión extranjera; la razonabilidad de la regulación; y, el respeto a la propiedad privada.
Pero no solo eso. El Consenso “hace zoom” en un grupo de políticas económicas, pero eso no nos debe hacer perder de vista la retórica general de estos organismos internacionales (Santos, 2006), que va más allá de prescripciones relacionadas a los mercados. Desde una perspectiva más amplia, el Consenso también incluyó el respeto al rule of law y la consagración de derechos fundamentales.
Contrariamente a lo que nos hacen creer muchos de sus críticos, el Consenso tuvo excelentes resultados desde una perspectiva económica y social. En la época del Consenso, países como Perú y Chile lograron mayor tranquilidad social y cifras económicas nunca vistas en la región. Pero no solo estos países mejoraron; tomemos por ejemplo el trabajo de Grier y Grier (2020) “The Washington consensus works: Causal effects of reform, 1970-2015”, donde demuestran los efectos positivos de la liberalización económica (que identifican con el Consenso) analizando 49 casos.
¿Por qué se requiere un “Segundo Consenso”? Además más de porque el Consenso original fue positivo, tomemos las siguientes razones: para empezar, el Consenso original ha perdido mucha fuerza, debido a las críticas que ha recibido desde dentro (sus propios creadores o personas cercanas a ellos han sido extremadamente críticas con los resultados); y, desde afuera, donde ha sido identificado como una serie de políticas “neoliberales”, a pesar de ser prescripciones bastante ortodoxas de tecnócratas del estilo de Sagasti o PPK (ambos formaron parte del Banco Mundial durante el “apogeo” del Consenso). En realidad, el Consenso entraña políticas bastante razonables que son lo más cercano a neutrales desde el punto de vista ideológico; salvo que lleguemos al extremo de abogar por la inestabilidad monetaria o cerrarnos al comercio internacional.
En segundo lugar, el Consenso nace como un punto culminante de la Guerra Fría, donde se podría entender que Estados Unidos ganó y que era el “fin de la historia” (Fukuyama). Sin embargo, nadie le avisó a Rusia o China que era el fin de la historia. Ellos han seguido promoviendo el socialismo o el comunismo en el mundo. El movimiento castro-chavista, que ha recibido billones de dólares en financiamiento por parte de China y Rusia, es -en gran medida- un anti-Consenso. Es indiscutible el éxito que ha tenido ese anti-Consenso. Hoy en día, el castro-chavismo gobierna o influye fuertemente en muchos países de la región, con tanta o mayor fuerza como lo hizo el Consenso en su momento. El mundo del Consenso -que identificamos con democracias o repúblicas liberales con rule of law- no puede simplemente quedarse como espectador.
Finalmente, el Consenso tenía fallas que merecen ser corregidas. Para empezar, el Consenso -en Europa y Latinoamérica- significa salir de economías planificadas con “estados empresarios”; pero nos sumerge de lleno en la dinámica de los “estados regulatorios”. Un estado regulatorio es una máquina de producir regulaciones, donde la competencia es llevada a su mínima expresión, produciendo ineficiencia y resultados inequitativos. Si bien el estado regulatorio es preferible a una economía planificada, no es la panacea: requiere una revisión.
Del 27 al 30 de junio se llevó a cabo en Berkeley una reunión de varias de las principales universidades de la región y Europa (Universidad de Milán, Universidad Nacional Autónoma de México-UNAM, U. de Sao Paulo, U. Externado de Colombia, Universidad Autónoma de Chile, UEES de Ecuador), lideradas por la Universidad Científica del Sur de Perú, conjuntamente con el Public Law & Policy Program de Berkeley Law. Dicha reunión es parte del programa BeLatin, que es un esfuerzo combinado de académicos de estas universidades -y otras personas influentes- para debatir acerca de políticas públicas en la región, con un enfoque basado en el respeto al rule of law y la promoción de ideas de mercado. Así como el Consenso de Washington fue -al menos parcialmente- cercano a la Escuela de Chicago, quizá el Segundo Consenso pueda desarrollarse en California, un lugar que incorpora de forma muy activa la protección del medio ambiente y los derechos de las minorías.
Detalles sobre la conferencia BeLatin 2023 llevada a cabo en Berkeley y co-organizada por la U. Científica del Sur, pueden ser encontrados aquí: https://www.law.berkeley.edu/research/public-law-and-policy-program/conferences-symposia/belatin-symposium-2023/