Mercantilismo y Confianza
Hace pocos días el Congreso negó la confianza al -ahora ex- primer ministro Cateriano. Surgió el rumor, aparentemente confirmado, de que la decisión se debió a una negociación frustrada para remover al ministro de educación, Martín Benavides. La noticia resulta bastante plausible, desde que varios congresistas son empresarios dueños de universidades que no recibieron el licenciamiento de parte de Sunedu.
El propio presidente ha dicho implícitamente que el Congreso busca detener la “reforma universitaria”, lo que muchos han interpretado como que el Congreso está en contra de la regulación de la educación privada. Como experto en regulación, esto me hace ruido. No tiene sentido que el Congreso se quiera “bajar” la regulación, más aún cuando está capturado por personas con intereses en el sector, como Luna o Acuña. Si miramos un poco lo que efectivamente hace el Congreso en lugar de dejarnos llevar por slogans dichos por el Gobierno y repetidos por la prensa, vemos que el panorama, en efecto, es distinto y más compatible con lo que predice la teoría de la regulación:
- El Congreso no busca tirar abajo ninguna reforma que -en la práctica- es un cúmulo de regulaciones, empezando por la Ley Universitaria. Si ese fuese el objetivo, no tendría sentido que enfilaran contra el ministro de educación, sino que podrían directamente derogar la Ley Universitaria. Recordemos que fue el Congreso el que dictó la Ley en primer lugar, no el Ejecutivo.
- ¿Por qué no lo hacen? La industria está contenta con la existencia de la regulación, lo que les molesta es que se les aplique. Puede parecer lo mismo, pero es bien diferente. El oportunismo en torno a la regulación consiste en obtener el máximo provecho de ésta, no en desaparecerla. Esto significa que se aplique a mis competidores (actuales o potenciales) pero no a mi. Por eso van contra el ministro y no contra la norma.
- Prueba adicional del gusto regulatorio del Congreso es que este mismo, que supuestamente se quiere bajar la regulación, propone día sí y día también más normas para regular y destruir la educación privada en el país.
El mercantilismo y el Estado intervencionista no están en las antípodas, ambos son enemigos del libre mercado, de la competencia y del progreso.