¿Buscar donde esté iluminado?
“Un vecino encontró a Nasruddin cuando
éste andaba buscando algo de rodillas.
-¿Qué andas buscando, Mullab?
-Mi llave. La he perdido.
Y arrodillados los dos, se pusieron a
buscar la llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino:
-¿Dónde la perdiste?
-En casa.
-¡Santo Dios! Y, entonces, ¿por qué la
buscas aquí?
-Porque aquí hay más luz”.
(Cuento
corto de Anthony De Melo, SJ).
La semana pasada, escribí un breve
comentario acerca de las diferencias de sueldo entre hombres y mujeres. En
dicho comentario, expresé mi opinión -preliminar- acerca de que las normas
anti-discriminación o que concedían un trato preferencial a las mujeres, podían
no tener los efectos esperados, sea porque son muy fáciles de evadir o porque
tienen el efecto contrario al esperado.
Algunas personas tomaron mi comentario
mal y como un “peligro” (¿?). Ellos creen que está muy mal “no hacer nada”. El
problema es que identifican “no hacer nada” con “no hacer una ley”. A pesar de
la evidencia diaria que tenemos acerca de la incompetencia de los miembros del
Congreso y la ineficacia del Derecho en general, un grupo de la población -parece
que bastante grande, por lo demás- tiene una especia de horror al vacío
(normativo). Creen que una ley es mejor que nada; sobretodo si esa ley va
alineada a sus intereses políticos o aspiraciones morales.
Sin embargo, muchas veces la ley, por sí
misma, no puede alcanzar las metas que se plantea, siendo campañas de
“concientización”, desarrollos tecnológicos o simplemente el cambio espontáneo
de mentalidad de la sociedad, las que “hacen el trabajo”.
Dentro de los casos de normas que no
pueden revertir la realidad, tenemos normas que buscan prohibir actividades que
son ampliamente difundidas y “queridas” por la población, como el consumo de
droga, alcohol, comida chatarra, pornografía o prostitución. Existe bastante
evidencia empírica acerca de reducciones limitadas o inexistentes en el consumo
que van aparejadas a incrementos en otros delitos relacionados.
Otro grupo es el de las normas que buscan
implementar medidas de escala doméstica, como las prohibiciones
de usar celulares en los colegios. Mañana sacarán normas que prohíban
“responderle a tus mayores”. De hecho, me recuerda de alguna manera la norma
en China que prohíbe escupir en lugares público. En este grupo también está
la norma que pone una multa
de S/. 760 soles por subir borracho a un bus. Se entiende que un borracho
podría molestar a los pasajeros, pero no se entiende como un borracho en un bus
puede ser más molesto que uno caminando por la calle. Además, un borracho
caminante podría ocasionar accidentes de transito.
Otras buscan lograr con una norma algo
que deberían lograr con mayor control por parte de la policía u otras medidas más
“directas”. Por ejemplo, ¿alguien cree que reduciendo el número de armas o
celulares que una persona puede tener van a reducir la delincuencia? (aquí
y aquí).
Los delincuentes tienen una mayor habilidad para conseguir armas o celulares en
el mercado negro que un no-delincuente.
Aquí, algunos ejemplos extremos de normas
o medidas políticas que buscan cambiar la realidad:
Prohíben
inundaciones en Brasil
“El alcalde de la ciudad brasileña de
Aparecida, José Luiz Rodrigues, conocido popularmente como “Zé
Louquinho” (José Loquito) por sus extravagantes iniciativas, ha decidido
presentar una ley para prohibir las inundaciones y otras incidencias climáticas
en el municipio”. (Aquí).
Crean
Vice-Ministerio de la Suprema Felicidad en Venezuela
“”No han pasado 24 horas desde la
creación del “Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo” y ya
me siento feliz ”". (Aquí).
***
Muchas veces pensamos que podemos cambiar
la realidad por medio de normas. Lo cierto es que la sociedad es mucho más que
el Derecho y la regulación. Muchas veces, podemos hacer cosas desde nuestra
propia posición. ¿Queremos que haya más igualdad? Entonces donemos dinero o
hagamos trabajo comunitario. ¿Queremos que mejore el tránsito? Manejemos mejor.
¿Queremos menos discriminación? Comencemos por desterrar la discriminación de
nuestras vidas. ¿Queremos que haya más salud? Tengamos hábitos saludables.
¿El Derecho no sirve para nada, entonces?
No he dicho eso, pero también creo que tendemos a sobrevalorar su papel o
incluso -me atrevo a especular- salvar nuestra conciencia, sabiendo que
apoyamos públicamente una medida que supuestamente soluciona todos los
problemas, aunque en verdad el problema está en nosotros mismos y solo puede
ser resuelto con nuestras acciones, individualmente consideradas. Como
profesor, diría “¡qué lindo!, hagan una ley que obligue a mis alumnos a estar
atentos en las clases”. Pero lo cierto es que su nivel de atención depende de
qué tan motivadoras son mis clases y el nivel de empatía que genero con ellos.
Otros factores sin duda dependen de ellos mismos o sus padres, pero lo que a mi
me debe interesar en primer lugar es mi propia responsabilidad en asegurar su
interés.
Ser responsables y maduros -como
sociedad- significa asumir las consecuencias de nuestras propias acciones.
Delegar esa responsabilidad a las leyes, es todo lo contrario. Como en el
cuento del comienzo, busquemos soluciones donde realmente están, no donde es
más fácil encontrarlas.