Unión Civil entre homosexuales: moral y coherencia
¿Sabe usted quiénes aprobaron la primera y una de las más completas leyes de protección de los animales? Un grupo de personas responsable de uno de los más abominables genocidios de la historia: los Nazis. Tan preocupados estaban por los animales, que hasta prohibieron el ritual judío “kosher slaughter” por considerarlo “demasiado cruel”. Uno podría pensar que esto responde a una profunda inconsistencia moral.
Otra explicación es que las personas tenemos distintas “preferencias”, distintos planos que no necesariamente se superponen, sino que responden a motivaciones o intereses distintos. Así, independientemente de que tan malas fueran las razones que llevaban a los Nazis a matar personas, lo cierto es que esas mismas razones no los llevaban a querer matar a todos los humanos u otros animales. Si mira su propia vida y nuestra sociedad, seguramente encontrará muchas de estas supuestas “incoherencias”, que en realidad pueden responder a sutilezas en nuestros gustos o maneras de pensar. ¿Son nuestras preferencias políticas inconsistentes?
Actualmente existe una controversia en cuanto a la aprobación de una norma que daría a los homosexuales la posibilidad de heredar, a la visita médica, al seguro, pensión, etc. De esta manera, aunque no se les permitiría casarse formalmente, sí podrían acceder a buena parte o todos los beneficios de estar casados. Esta propuesta del Congresista Bruce ha generado una gran controversia; ya que personas que son definidas como “conservadoras” se oponen a este proyecto, por considerar las relaciones entre homosexuales como inmorales.
En este comentario, no voy a opinar a favor o en contra de la ley. De hecho, no tengo aun una opinión formada al respecto. Sin embargo, una cosa que me ha llamado la atención en esta controversia es el argumento, según el cual, sería inconsistente ser liberal en lo económico, pero conservador en lo político. Es decir, si uno creyera que la libertad de elección es el fundamento de la protección de las libertades económicas [yo no creo que ese sea el fundamento], no tendría sentido apoyar otra norma que afectara la libertad de las personas, aunque fuera en el ámbito político. A decir de José Carlos Mariátegui, la sociedad capitalista estaría “renegando de sus propios orígenes”.
Sin embargo, cualquiera que haya leído La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo de Max Webber sabe que no necesariamente el liberalismo moral o político se identifica con la ética del trabajo y el individualismo que caracterizan al capitalismo. Así, bien se puede ser conservador en lo político y liberal en lo económico; como lo demuestra todo un partido en los EE.UU. actualmente. Llamar a esas personas incoherentes es ver las cosas en blanco y negro, cuando -en la realidad y la historia- existen muchos matices, marcados por las preferencias y particulares visiones del mundo que tenemos las personas.
Es cierto, uno puede “relajar” sus principios morales y admitir que las cosas pueden ser distintas a nuestra idea de un mundo perfecto. En este sentido, un lúcido columnista expresa que “(…) al apoyar el reconocimiento jurídico de algo que entendemos y vemos como pecado, no estamos condonando un acto de desobediencia a Dios, sino promoviendo el ejercicio por cada individuo de su libertad para actuar como un agente moral”. Pero no todos tenemos que tener esta actitud. Para algunos, vivir en una sociedad que admite el pecado [o cualquier manera en que llamemos a una práctica que encontramos inmoral o desagradable] puede ser mucho más grave y -por eso- oponerse con mayor intensidad a este tipo de políticas. Al final de cuentas, sea que el Estado acepte o no las uniones entre homosexuales, en palabras del Justice Scalia, tomaría parte en una “guerra cultural” [voto disidente en el caso Lawrence vs. Texas] que enfrenta a promotores de los derechos de los homosexuales y conservadores.
Del otro lado, muchas de estas personas que promueven la tolerancia y que sustentan que el Estado solo puede prohibirnos actuar de determinada manera cuando afectemos a otras personas; están dispuestas a apoyar y sustentar otras normas con contenido moral, como la prohibición a las corridas de toros o restricciones a la comida chatarra. Pueden sustentar que los animales también son seres que merecen respeto o mil cosas en relación a la comida chatarra, pero lo cierto es que si uno quiere encontrar razones para oponerse a algo, las va a encontrar; así como un conservador puede encontrar mil razones para oponerse a las relaciones homosexuales.
Al final, cada uno está apoyando su determinada visión del mundo. Cada uno quiere que el Estado promueva su manera de ver las cosas. Esto es hecho por progresistas y conservadores por igual. Lo diferente es su manera de ver el mundo, no su actitud frente a cómo su visión del mundo debería afectar a todos los demás que no piensan como ellos. Los únicos que se salvan “entre comillas” son los liberales en lo político y en lo económico. Pero, nuevamente, ¿acaso su “visión del mundo” no es que el Estado los debe dejar libres siempre para hacer lo que quieran? ¿Acaso no nos están tratando de imponer esa visión del mundo?