Formalización e inclusión social
Perú necesita crecer sostenidamente por encima del 8% por año para llegar al año del bicentenario (2021) con un PBI per capita ajustado por paridad de poder de compra similar al que tiene Chile hoy y mantenerlo por una década más (2031) para acercarse a los niveles que hoy tienen países como España (con crisis y todo). Entre 2006 y 2011, el país pudo crecer a este ritmo. En 2014, creceremos menos de 4%. ¿Qué pasó? y, lo que es más importante, ¿qué podemos hacer para volver a crecer más de 8% al año?
¿Qué pasó? La respuesta a esta pregunta es muy clara: ni antes éramos tan buenos ni ahora somos tan malos. Entre 2006 y 2011 fue posible crecer a tasas elevadas gracias a un escenario internacional tan favorable como irrepetible.
¿Qué podemos hacer para volver a crecer más de 8% al año? Hay quienes señalan que lo que se puede hacer es muy poco porque más de la mitad del crecimiento económico en Perú no depende de lo que pasa dentro sino fuera del país, principalmente porque la economía peruana es muy abierta y solo representa 0.3% de la producción mundial. En mi opinión, si bien las turbulencias externas no se pueden controlar, las capacidades de crecer y generar valor agregado sí pueden ser alteradas por la acción conjunta del sector privado y el Estado. O en palabras de Aristóteles, si bien no se puede dirigir al viento, sí se pueden guiar las velas del barco. ¿Cómo?
Afortunadamente, ya existe un amplio consenso respecto del principal escollo que la economía debe superar: la baja productividad. Hoy las brechas de productividad existentes entre empresas, sectores económicos y regiones del país son enormes. Por ejemplo, el valor agregado por trabajador de una microempresa o el de una pequeña empresa es 2.5% o 17.4% el de un trabajador de una gran empresa; y el valor agregado por trabajador promedio de todas las regiones del Perú equivale solo al 47% del generado en Lima.
La baja productividad es la que impide que la economía del país se formalice y se sofistique, es decir, que pase de exportar materias primas a producir y exportar valor agregado. La baja productividad es la que impide que los pequeños negocios de todas las regiones del país generen excedentes crecientes y que puedan otorgar a sus trabajadores cada vez mejores condiciones laborales. La baja productividad es también uno de los principales escollos que debe superarse para conseguir una plena inclusión social. Las raíces de este problema, sin embargo, son mucho más profundas de lo que parecen.
Un estudio reciente desarrollado por la GIZ y la OIT titulado “Formalización empresarial: realidad o ficción” y cuya lectura recomiendo se dedica a estudiar las experiencias de éxitos y fracaso de intentos de formalización de negocios y concluye calificando como “romántica” la visión de quienes señalan que solo bajando los costos de la legalidad (o la “tramitología“) se puede formalizar una economía. Además, dicho estudio señala que existen dos aspectos clave que deben considerarse para el diseño de programas de formalización y mejora en el ambiente de negocios: primero que la decisión de ser formal o no se toma en la mayoría de los casos en un solo momento de la vida de la empresa (al empezar el negocio); y segundo que las políticas que más funcionan son aquellas que combinan varias reformas promovidas desde el Estado e incluyen beneficios directos para los negocios más que un mero esfuerzo fiscalizador por reducir la evasión y aumentar la recaudación tributaria.
Hay al menos tres implicancias claras que deben incorporarse en las iniciativas que busquen promover una mejora de la productividad de la economía y, por ende, una mayor formalización y sofisticación productiva de las empresas del país:
- La capacitación de la fuerza laboral debe promoverse con decisión, por ejemplo, a través de deducciones del impuesto a la renta personal, vouchers de capacitación en oficios de alta demanda o en centros de educación superior, entre otros. La razón es muy simple: el segmento más importante de negocios informales y poco productivos no es uno motivado por una actitud emprendedora pura sino por un afán de subsistencia. La mejor alternativa para quien maneja uno de estos negocios no es obtener un RUC o una licencia de funcionamiento sino conseguir un empleo formal en otra empresa. Con mayor capacitación, esta posibilidad es mayor.
- Los negocios que recién empiezan, es decir, los que todavía no han tomado la decisión de formalizarse deben recibir una especial atención. El ecosistema que rodea la generación de nuevos emprendimientos en el Perú todavía está en pañales pero podría convertirse en un excelente lugar para invertir recursos para que los emprendedores aprendan a identificar oportunidades, a desarrollar planes de negocios, a sacar bien sus cuentas respecto del verdadero potencial de su idea para generar riqueza y a incorporar a la formalidad desde el punto de partida de su actividad empresarial.
- Los negocios en actividad, formales de cualquier tamaño o informales pero viables, requieren que el valor de la formalidad les sea afianzado desde distintos frentes y a través de instrumentos que les añadan valor a su gestión: inteligencia comercial, fondos de garantía, incentivos tributarios a la investigación y desarrollo, programas de compras estatales, créditos en condiciones preferenciales para la adquisición de activo fijo, entre otros. Este, evidentemente, no es un reto que un ministerio sea capaz de impulsar de una manera aislada sino el que un Estado debe asumir y ejecutar como política nacional.
Los países exitosos en diseñar entornos para hacer negocios con estos tres elementos son los capaces de construir estructuras productivas y exportadoras diversificadas y de alto valor agregado que no solo sufren menos sino que incluso son capaces de aumentar sus exportaciones y crecer más en períodos de recesión mundial. En el caso peruano, según estimados de Proexpansión, con una estructura productiva y exportadora más balanceada, Perú habría sido capaz de reducir a menos de la mitad la caída en las exportaciones de los últimos 18 meses. La desaceleración actual es una excelente oportunidad para sentar las bases para que durante la próxima desaceleración mundial dejemos de ser de los muchos que se lamentan de la desaceleración de China y pasemos al grupo de los pocos que crecen y exportan más, a pesar de las turbulencias internacionales.