El Papa, la inclusión social y el CADE
El World Economic Forum (WEF) publicó a pocos días del inicio del CADE (el 15 de noviembre) su Agenda Global para 2014. En síntesis, el documento – que es resultado de una encuesta aplicada a más de 1,500 expertos globales del mundo de los negocios, el gobierno, la academia y la sociedad civil – señala que:
- Si bien 2014 será “mejor” que 2013 para la economía mundial, es indispensable mantener ese “mejor” en perspectiva.
- ¿Por qué? Porque la tensión social es una amenaza latente.
- ¿Y qué hay detrás de esa tensión social? Una creciente desigualdad de ingresos y oportunidades que amenaza con impedir el surgimiento o la consolidación de la clase media. Y sin una clase media sólida, señalan, la sostenibilidad del crecimiento económico está en duda.
Con la publicación de este documento, oficialmente el WEF puso a la inclusión social como tema prioritario en la agenda de empresarios y gobernantes para 2014.
Pocos días después (el 24 de noviembre), el Papa Francisco publicó la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium en la que también se pronuncia sobre la necesidad de promover una mayor inclusión social. Con sorprendente firmeza, critica a la economía de mercado cuando señala que “ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado” y también condena el fundamentalismo ideológico cuando dice que “la realidad es más importante que la idea”. Asimismo, con absoluta serenidad, nos recuerda que la ausencia de conflictos o guerras no significa que exista paz.
Que el WEF – una ONG suiza formada por 1,000 de las corporaciones más grandes del mundo con ingresos anuales superiores a los US$5,000 millones – y el Santo Padre coincidan en el diagnóstico de un riesgo latente – aunque existan razones distintas de por medio – refleja lo indispensable que es la inclusión social para que las economías prosperen y que la paz social esté garantizada. Esta coincidencia también ilustra la urgencia del momento actual para impulsarla.
Poco a poco, la realidad está haciendo perder adeptos a la teoría del “chorreo” y al discurso trillado que señala que el crecimiento económico lo resuelve todo. Poco a poco, la gente se va convenciendo de que la equidad y la inclusión social no surgen espontáneamente en una economía que crece sino que deben ser construidos por la acción conjunta del sector privado y el gobierno.
A pesar de ello, la desigualdad de ingresos sigue creciendo en todo el mundo (¡en países desarrollados también!). Se estima que en 2014 aumentará en casi 60% de los países del mundo para los que se disponen datos. ¿Y saben cuál es la región donde esto ocurrirá con mayor intensidad? En América Latina.
¿Y saben por qué pienso que es urgente que resolvamos este problema? Porque los latinoamericanos – y los peruanos – no somos como los suizos.
¿Y qué tienen que ver los suizos? Lo explico a continuación.
El mismo día que el Papa Francisco publicaba su última Exhortación, los suizos votaban en un referendo en el que se ponía a consideración la regla 1:12. ¿Qué decía esta regla? Muy sencillo. Esta regla buscaba fijar en “12 veces el salario del empleado con menor sueldo” como el límite máximo de la remuneración de los ejecutivos de empresas. Si bien esta iniciativa finalmente no prosperó, ya en marzo de este año los suizos habían aprobado en referendo una iniciativa que obliga a las empresas a consultar con sus accionistas la remuneración de sus ejecutivos y cualquier cambio en sus paquetes de compensación.
¿Por qué los suizos, habitantes de un país con uno de los ingresos per cápitas más altos del mundo, se preocupan por los salarios de los ejecutivos? ¿De qué se quejan los suizos?, quizás nos preguntaríamos los peruanos.
Peter Stamm en un artículo del New York Times recuerda que el ya fallecido banquero suizo Hans J. Baer atribuía este hecho a que la nueva clase de ejecutivos tiene una mentalidad que solo busca el enriquecimiento personal. Baer explicaba el descontento social como resultado de un comportamiento de los líderes empresariales distante de los valores que en su momento sacaron a Suiza de la pobreza que atravesaba a mediados del siglo XIX.
Según la misma encuesta del WEF que cito al inicio de esta nota, América Latina es la región donde más aguda es la crisis de valores en los líderes empresariales. Para los más de 1,500 expertos consultados por el WEF, en América Latina estamos peor que en Africa Subsahariana en este aspecto.
Me inclino a pensar que esta es la razón detrás del descontento social y no las diferencias entre salarios entre el gerente general y el vigilante de una empresa. Si bien, la desigualdad de ingresos es una fuente de tensión social que amenaza el crecimiento económico, no es esto lo que genera la desazón de los ciudadanos.
El caldo de cultivo del conflicto social es la falta de reciprocidad en las relaciones entre quienes les va bien y quienes no. Las heridas en el alma de la gente las genera el mal trato y el abuso de quien no considera a sus empleados, clientes o demás personas con las que interactúa como ciudadanos de su misma categoría.
La exclusión no solo es un tema de ingresos y de oportunidades sino también del uso que le dan los más poderosos a su capacidad de fijar las condiciones que enfrentan en el mercado quienes menos tienen. La exclusión también tiene que ver con el trato que nos damos entre peruanos.
Lamentablemente, la crisis de valores en el ejercicio de la actividad empresarial y la falta de reciprocidad en las relaciones entre peruanos han sido los dos grandes temas ausentes en las discusiones y los compromisos del CADE de la semana pasada.
Solo cuando los poderosos se resistan a la tentación de atropellar a sus proveedores, clientes, trabajadores o al mismo Estado, utilizando su dinero o influencia, la exclusión comenzará a ceder posiciones. Y solo cuando todos los peruanos tratemos de la misma forma al vigilante de la empresa que al gerente general, habremos logrado una verdadera inclusión social en el Perú.
Ojalá que pronto tanto los ciudadanos como los empresarios y las autoridades nos demos cuenta que estos 2 compromisos serían suficientes para avanzar hacia la inclusión social.
Y espero que sea pronto porque los latinoamericanos – y los peruanos – no somos como los suizos. Somos más rebeldes.