Los bancos y las familias peruanas
Hoy, 20% de las familias del Perú pertenecen a lo que se conoce como la “clase media”. Una clase media sólida es crucial para determinar el desarrollo de un país porque constituye una fuente de consumo e inversión que sostiene el crecimiento y reduce la pobreza. En países donde más del 40% de la población pertenece a la clase media, la economía tiende a ser más formal, los emprendimientos son más innovadores, la participación ciudadana es más activa, la productividad laboral es alta y los niveles de confianza son también mayores. Como resultado de ello, los costos de transacción son bajos, la economía es más próspera y, sus ciudadanos, más felices.
Sin el dinamismo de la economía, las familias no pueden acceder a empleo de calidad y la clase media no puede crecer y consolidarse. Y sin crédito de las entidades financieras, las familias no pueden adelantar su consumo y acercarse a sus sueños: al negocio, la casa o el auto propios; a la educación o el seguro de salud de los hijos; al postgrado o al curso de perfeccionamiento que podría ayudar a mejorar los ingresos familiares; o a las vacaciones que durante tanto tiempo no se permiten.
Gracias al accionar del sistema financiero, entre 2008 y 2012, el número de deudores se ha elevado de 4 millones a cerca de 5.5 millones (36% más), lo que ha permitido que estos adelanten su consumo para acceder a los bienes y servicios que desean o para hacer realidad una idea de negocio. Gracias a este crecimiento, el sistema financiero en el Perú es uno de los más rentables del mundo. Esas son las buenas noticias.
La mala noticia es que, si bien el sistema financiero del Perú es uno de los más rentables del mundo, también uno de los más caros. A pesar de la baja morosidad y la baja inflación, las familias y las empresas peruanas siguen enfrentando condiciones crediticias muy estrictas, si se les compara con las vigentes en países similares a Perú. Por ejemplo, una típica familia peruana con deudas debe destinar por lo menos 40% de su ingreso mensual a pagar las cuotas de sus créditos y, en promedio, recién terminará de pagarlas en 24 meses si es que no decide aumentar su endeudamiento en ese lapso.
Tener uno de los spread de tasas de interés (la diferencia entre lo que un banco cobra por sus créditos y lo que paga por sus depósitos) más grandes de la región y del mundo reduce el ingreso disponible de las familias peruanas para asumir los costos de distintos bienes o servicios y conspiran contra la consolidación de la clase media en Perú. Esto es especialmente importante en un país como el Perú en el que las familias deben recurrir a proveedores privados para responder a la carencia de servicios públicos de calidad en sectores clave como la salud y la educación.
Para los emprendedores, la situación no es mejor. Los micro y pequeños empresarios, por su parte, enfrentaron y enfrentan condiciones crediticias exigentes tanto en términos de plazos como de costo. A pesar de tener una morosidad consistentemente baja en los últimos 6 años y, a pesar de que el costo del fondeo bancario prácticamente se ha desplomado por la crisis internacional, los plazos se han mantenido y el monto promedio no se ha elevado significativamente.
El sistema financiero podría bajar las tasas de interés que hoy pagan las familias y las empresas peruanas, sin sacrificar su rentabilidad, si es que mejora su eficiencia. Hoy el sistema financiero peruano es casi 40% más ineficiente que el de economías con la misma calificación de riesgo o de ingresos similares.
Cuando en una industria cualquiera coexisten alta rentabilidad y relativa baja eficiencia, los usuarios asumen los costos. Eso es lo que está ocurriendo en el Perú.
Mejorar la eficiencia del sistema financiero peruano es necesario, no solo porque permitirá liberar fondos que las familias y empresas peruanas podrían destinar a usos alternativos sino porque la evidencia empírica muestra una relación positiva entre sistemas financieros eficientes y clases medias sólidas.
¿Cómo se puede mejorar la eficiencia del sistema financiero?
Un camino es abriendo la puerta a nuevos actores que aprovechen la tecnología de banca móvil y por internet, en la medida que estas reducen los costos de intermediación y permiten incrementar la eficiencia para beneficio de los usuarios. Experiencias exitosas como de las empresas tecnológicas Wonga y Marketlnvoice, en Gran Bretaña, son solo dos de los muchos ejemplos que podrían funcionar. Estas empresas han identificado grandes lagunas en el otorgamiento de préstamos a personas y el financiamiento de empresas respectivamente.
Wonga ha permitido que sea posible realizar préstamos de corto plazo en línea a personas naturales, quienes tan solo necesitan contar con un ordenador (o teléfono inteligente) para pedir un préstamo a medida. Desde 2007, Wonga ha concedido préstamos de un tamaño promedio de US$ 384 cada uno por un valor total equivalente a US$ 1,600 millones. Un sistema como Wonga en el Perú podría sustituir a los prestamistas informales que llegan a quienes buscan prestarse pequeños montos a corto plazo, ofreciendo tasas de interés significativamente menores.
Por su parte, Marketlnvoice permite a las empresas obtener liquidez de corto plazo al subastar sus facturas por pagar. Un grupo de inversionistas hace ofertas contra la factura, de modo que el o los ganadores de la subasta otorgan los fondos que se depositan de manera inmediata en la cuenta de la empresa. Cuando el cliente de la empresa paga la factura, el deudor devuelve los fondos prestados más un pago adicional. Este sistema es particularmente atractivo para las empresas que tienen cuentas por cobrar a dos o tres meses y necesitan fondos para invertir en capital de trabajo.
Las industria financiera peruana tiene todavía un gran espacio para mejorar su eficiencia. Las autoridades, en este contexto, hacen bien en impulsar el desarrollo de la banca móvil y por internet, incluyendo el dinero electrónico, ya sea a través de los jugadores actuales del mercado o de posibles nuevos actores. La tecnología tiene un gran potencial para reducir costos y hacer más inclusivos los servicios financieros; y la sana competencia es un elemento que no debe faltar en un mercado como el financiero que tanto impacto tiene sobre las vidas de las familias peruanas.