La salud con inclusión: El caso de la comida chatarra
Las autoridades están haciendo importantes esfuerzos por extender la cobertura de los servicios de salud a las poblaciones menos favorecidas. Como las superficies son tan amplias y las poblaciones no están concentradas, el camino tradicional de construir hospitales y dotarlos de equipamiento requiere una inversión inmobiliaria considerable; una capacidad logística bastante desarrollada para identificar necesidades, fijar estándares de atención y conseguir condiciones favorables para las medicinas y el equipamiento; y un equipo humano numeroso y bien capacitado.
Este, que es un proceso lento y no exento de dificultades, es frecuentemente entorpecido por simples problemas de gestión como en los casos de los hospitales inaugurados sin equipamiento médico o personal; o capturado, por agentes particulares coludidos con malos funcionarios en procesos de adquisiciones y licitaciones poco beneficiosos para los usuarios, sin la transparencia apropiada y hasta con componentes de corrupción incluidos. A pesar de todo, el proceso avanza, lento, pero avanza. Sin embargo, sin una participación más activa (y creativa) del sector privado, este proceso tardaría más de 20 años en concretarse. ¿Debe interrumpirse? No. ¿Modificarse? Quizás.
Dado que las capacidades de gestión y fiscalización del Estado son tan pobres, ¿por qué no pensar en la transferencia de la gestión de prestación de servicios de salud “llave en mano” a entidades privadas a través de procesos de licitación transparentes?
Con mecanismos de transparencia adecuados, el Estado podría dedicarse a monitorear que el costo se mantenga bajo control, que la cobertura se expanda rápidamente y que el estándar de calidad de las prestaciones mejore.
¿Privatización de la salud pública? No. Ya es tarde para ese debate. La salud pública ya está privatizada. La que no está privatizada es la gestión. Hoy, los cimientos, los quirófanos, el instrumental quirúrgico y las medicinas de un hospital público provienen de entidades privadas. Al retener la gestión en sus manos, el Estado convierte a funcionarios públicos en los grandes “articuladores o gerentes” de los proveedores privados. Estos son los responsables últimos de que todo funcione (o no funcione).
Excelente negocio para el sector privado que tiene una responsabilidad limitada y pocos incentivos para ofrecer productos y servicios de calidad, mal negocio para políticos que ofrecen mejoras en la cobertura y la calidad de los servicios públicos de salud y pésimo negocio para los peruanos que necesitan estos servicios.
El sector privado tiene a los mejores gerentes, aunque ciertamente, no a los más altruistas del mercado. Un Estado altruista puede encontrar maneras de asociarse con el sector privado para beneficiarse de las capacidades del sector privado, para hacerlo responsable de la calidad y la cobertura de sus servicios y redibujar un esquema de trabajo para que todos ganen y, especialmente, los peruanos que más lo necesitan. Se requiere, evidentemente, una gran reforma en materia de salud sobre la que hay que discutir bastante. Eso seguiremos haciendo en los próximos artículos del blog.
La comida chatarra
Sin embargo, hay algo que podemos hacer desde hoy mismo. Para estar sanos, los peruanos no necesitamos hospitales. Los hospitales los requerimos cuando nos enfermamos. Un ticket seguro para la buena salud es la buena alimentación.
El proyecto de Ley de Promoción de la Salud para la Protección de los Consumidores Niños, Niñas y Adolescentes ha puesto sobre la mesa la discusión sobre el deterioro de la calidad nutricional de los peruanos. El proyecto propone establecer restricciones a la comercialización o a la publicidad de productos poco saludables.
Efectivamente, como consumidores, estamos diariamente bombardeados por publicidad de distintos productos que nos tratan de convencer cuán bien estos encajan con nuestro estilo de vida y hasta con nuestra cultura. Un caso emblemático, aunque evidentemente no el único, es el de las bebidas gaseosas.
Si usted es de las personas que durante los últimos años se vio forzada a renovar sus prendas de vestir, no con el ánimo de seguir las nuevas tendencias de la moda sino porque la ropa simplemente ya no le quedaba, haga memoria y quizás recuerde cómo, animado por este slogan, usted acompañaba todas sus comidas con una botella de medio litro de gaseosa o quizás con más de una. Sí, aunque le cause sorpresa, tomar una botella de medio litro de gaseosa por día puede hacerle aumentar una talla de pantalón por año si es que usted no es precisamente una persona que haga por lo menos 30 minutos de ejercicio diario (1).
¿Eso significa que debe prohibirse la comercialización de gaseosas en los colegios? ¿O acaso la publicidad sobre estas? No. En mi opinión, la manera más apropiada es poniendo en conocimiento de los padres y los niños, en lenguaje sencillo, las consecuencias de consumir ciertos productos. ¿Qué creen que haría una adolescente promedio si supiera que aumentará una talla de pantalón si consume una botella de medio litro diariamente durante un año? ¿Consumiría más, menos o mantendría su consumo?
Tal como lo ha señalado recientemente un informe de Proexpansión, la batalla contra “la comida chatarra” se debe ganar en el corazón y la conciencia de los consumidores y no a través de restricciones a la comercialización o a la publicidad. Esto es especialmente importante para el gran segmento de consumidores de bajos ingresos de Perú (de las zonas periféricas de Lima y de provincias), donde el consumo de bebidas gaseosas y de muchos otros productos poco saludables es tomado con gran alegría y como una señal de progreso y acercamiento al mercado; y donde el acceso a servicios de salud de calidad es muy bajo.
¿Qué podemos hacer para mejorar la calidad de la nutrición de los peruanos?
En mi opinión, la disminución del consumo de los bienes que son considerados dañinos para la salud y la mejora en la calidad de la nutrición de los peruanos solo se conseguirá con mayor competencia, mayor comunicación y mayor transparencia.
Los peruanos podemos tener una mejor nutrición sin perder nuestra cultura e identidad.
Tenemos la gran oportunidad de construir sobre los grandes logros hechos por la gastronomía peruana. El gran reto es posicionar a la gastronomía peruana como una de las nutricionalmente más ricas y sanas del mundo. Todo esto es absolutamente posible. Esto no significa que debamos olvidarnos de los tamales, los panes con chicharrón, los picarones o la carapulca. Simplemente, significa que podríamos experimentar para encontrar alternativas nacionales sabrosas y saludables, al tiempo que prestamos un poco más de atención a la frecuencia de consumo de comidas altas en grasas y azúcar.
El Estado podría empezar por promover las iniciativas empresariales saludables.
El Estado podría incentivar la creación de nuevos emprendimientos vinculados a la producción de bienes y servicios que promuevan una nutrición más saludable. Es precisamente en este segmento que existen enormes oportunidades para que los pequeños agricultores puedan conectarse con los mercados en alianzas con cocineros o empresarios que deseen comercializar productos saludables. ¿Por qué no pensar en incentivos concretos (a través de tasas de IGV reducidas, líneas de crédito de COFIDE con tasas de interés bajas, capacitación, entre otros) para la innovación en un segmento que generaría alternativas saludables.
Los líderes políticos podrían contribuir también dando el ejemplo.
Los gestos políticos podrían ser muy efectivos: por ejemplo, sería muy interesante que no haya actividad pública en Palacio de Gobierno, Parlamento, Ministerio ú otra dependencia en la que se ofrezcan bebidas azucaradas o alimentos poco saludables.
¿No es suficiente?
Un instrumento de política utilizado internacionalmente para desalentar el consumo de comidas poco saludable es un impuesto selectivo al consumo a dichos productos. Otra medida complementaria que también se utiliza a nivel internacional es la fijación de un límite al tamaño de las porciones que se expenden en los establecimientos donde niños sin supervisión puedan realizar compras.
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Nota:
(1) Una botella de medio litro de gaseosa contiene aproximadamente 200 calorías, es decir, casi 10% del requerimiento calórico diario de una persona. El pequeño detalle es que estas 200 calorías no tienen ningún valor nutricional adicional. Si no existe reducción en el consumo de otras comidas (improbable por la manera como el cuerpo procesa las gaseosas), el consumo de una botella diaria genera un incremento del peso anual de aproximadamente 3.5 kilogramos, suficiente como para requerir una talla de pantalón más para vestir. (Novotny, 2004)