La paradoja del agro como solución para evitar la deforestación
En la actualidad, el problema más importante que afecta a la Amazonía peruana es la deforestación. Aunque es ampliamente reconocido como tal, las políticas públicas y medidas legales diseñadas para detenerlo no han tenido éxito. La causa principal de la deforestación es la ampliación de la frontera agraria por parte de pequeños productores, quienes utilizan estas tierras para la siembra de cultivos transitorios para luego migrar a otras y continuar con este proceso. Este proceso se considera muchas veces necesario para el sustento y prosperidad de quienes lo ejecutan. Surge entonces la pregunta: ¿Es factible frenar la deforestación en la Selva de nuestro país? ¿Qué medidas se necesita tomar para lograrlo?
Marc Dourojeanni, reconocido especialista en temas ambientales y profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria La Molina, da respuesta a estas preguntas en su trabajo titulado “¿Es posible detener la deforestación de la Amazonía peruana?”. La investigación señala las causas del problema, así como también una serie de propuestas para empezar a solucionarlo.
La expansión agrícola representa más del 90% de la deforestación anual. Esta ocurre, en gran parte porque las políticas nacionales no han dado alternativas económicas a una gran parte de la población rural que vive en la pobreza. Por ello, optan por la migración y la deforestación como medios para poseer un pedazo de tierra o apenas para su supervivencia. A esto se suman también agricultores de tamaño medio y grandes empresas nacionales e internacionales dedicadas a la agricultura comercial. Sin embargo, todos expanden sus actividades sobre los bosques naturales en vez de aprovechar la tierra ya deforestada. La responsabilidad recae en gran parte sobre el Estado, quien fomenta la expansión de la agricultura y no exige que se haga sobre tierras deforestadas, ni toma medidas para aumentar la productividad. A esto se debe sumar el escaso y difícil acceso a financiamiento, falta de caminos y carreteras, y poca acción para contrarrestar las actividades ilegales en la selva.
El argumento más utilizado para justificar la deforestación es que “falta tierra para cultivar” y que se debe asegurar la producción de alimentos. Sin embargo, podemos afirmar que aproximadamente el 80% del área deforestada acumulada no es usada ni produce cada año. Es decir, sólo se aprovecha 1 de cada 5 hectáreas de bosque eliminado. Asimismo, gran parte del área que se cultiva es para productos de exportación y no para satisfacer la demanda nacional. A esto se le debe sumar el desperdicio en términos de productividad por hectárea, ya que prácticamente todos los cultivos actualmente producen a un nivel mucho menor al que podrían. Como menciona Dourojeanni, la capacidad de uso de la tierra no es un factor que explique ni justifique la baja productividad agrícola. Entonces, el argumento de que hay que expandir la frontera agrícola sobre los bosques para aumentar la producción nacional agropecuaria no posee fundamento.
De lo anteriormente mencionado, podemos concluir que las acciones para detener el avance de la deforestación en la Amazonía deben de estar orientadas a producir incentivos para la utilización de la tierra que ya ha sido deforestada, la mayor parte de la cual se encuentra actualmente en desuso. Según el autor, dos medidas evidentes, pero que no son aplicadas en la actualidad son: (i) proveer asistencia técnica y económica a los pequeños agricultores para el correcto aprovechamiento de las tierras que ocupan; y (ii) otorgar derechos reales y claros sobre estas. Esta última medida es condición para la primera.
La liberación de las tierras de aptitud forestal para producción y protección que están deforestadas para su consecuente titulación beneficiaría a un gran número de pequeños agricultores y permitiría que sus futuros dueños, gracias a la seguridad de la tenencia de la tierra, puedan prosperar. Esta medida incentiva la inversión en la plantación de cultivos permanentes y facilita la obtención de créditos o avíos para las campañas agrícolas. Si bien esto puede considerarse como una medida injusta, “es mejor entregarlos en propiedad bajo condiciones determinadas y de paso resolver un grave problema social, que dejarlos abandonados como en la actualidad, creando mayores riesgos ambientales”.
Con respecto al objetivo de “materializar y consolidar la regularización de la tenencia de la tierra forestal deforestada como para establecer una frontera forestal o deforestación cero”, es esencial la creación de servicios eficientes de asistencia técnica y crediticia para los agricultores. Se debe de propiciar la creación de cadenas de valor a través del desarrollo de planes de negocio, asistencia para la organización de producciones en cooperativas, el establecimiento de centros de acopio y procesamiento y mejoramiento de vías, entre otras medidas. Finalmente, como menciona el autor, el resultado debe ser no solamente el uso integral del área deforestada, sino, especialmente, el mejor mecanismo para aumentar la producción con base en la mejor productividad y no en la expansión del área cultivada.