La creatividad también se cría
Existe una idea común de que el ser creativo es un don, fruto del azar y fortuna que nos cae del cielo como la manzana sobre Newton (pero sir Isaac llevaba desde niño un cuaderno donde anotaba todo lo que pensaba y le pasaba). Es cierto que buenas ideas pueden simplemente llegar, pero también existen métodos sistemáticos para dar con grandes hallazgos.
Primero que nada, tenemos que entender que TODOS somos naturalmente creativos, nacemos así y, parafraseando a Picasso, el reto está en mantenernos de esta manera cuando llegamos a adultos. Uno de los grandes problemas del sistema educativo tradicional es que nos enseña que no debemos equivocarnos, lo cual poco a poco va matando nuestra curiosidad y ganas de experimentar para aprender.
A veces pensamos que profesiones como la arquitectura y el diseño ejercen más nuestra creatividad que otras como la administración de empresas pero, aunque de maneras distintas, en ambos casos el pensar fuera de la caja es indispensable. En el mundo de los negocios a este arte le decimos “innovación”.
El iphone, con su pantalla táctil, sistema operativo e interfaz que tanto veneramos, no fue inventado por Steve Jobs. Él reclutó a un grupo de ingenieros para desarrollarlo en conjunto. Hoy en día, los think thanks y laboratorios de innovación son la nueva casa de los pensadores creativos, quienes encuentran aquí el equipo, estímulo y las herramientas necesarias para hacer que caiga la manzana. La pregunta es: ¿y qué podemos hacer los que no tenemos un think tank para criar nuestra creatividad?
El Design Thinking puede servirnos para darle estructura a nuestro proceso creativo y así encontrar soluciones radicales a nuestros retos (y felizmente no es necesario ser ingeniero de Apple para aplicarlo). Tener plena confianza en este proceso es una habilidad que se desarrolla con la experiencia y reduce muchísimo la ansiedad y ambigüedad cuando estamos creando productos o servicios que no existen todavía.
Cuanto más variados sean los perfiles en el equipo de trabajo (con experiencia y sin ella, clientes asiduos y no clientes, amigos y desconocidos, extranjeros y colegas, desconfiados y entusiastas), tanto mejor. Con ellos seguiremos estos cinco pasos: empatía-> definición -> ideación -> prototipeo -> testeo, para llegar a soluciones de lo más innovadoras.
Un caso emblemático de la aplicación de este proceso fue Airbnb, startup que contacta a turistas con personas que ofrecen alquileres. La idea inicial era buena pero los resultados no, hasta que Joe Gebbia, uno de los fundadores, usó el Design Thinking para ponerse en el lugar de sus clientes, y dio con el hallazgo (o insight) de que las fotos que los propietarios difundían eran pésimas y esto estaba espantando hasta a los usuarios más entusiastas.
Airbnb hizo un prototipo en Nueva York, contratando a un profesional para fotografiar las propiedades listadas en esa ciudad cuando todavía no eran muchas y el sitio web simplemente “despegó”. Hoy, solo en Perú han registrado 137,000 huéspedes al 2016 (69,000 solo en Lima). La clave fue empatizar con el usuario, definir cuál es el problema, idear una solución creativa, implementarla de manera sencilla (prototipo) y revisar los resultados.
El Design Thinking se basa en nuestra habilidad natural de ser intuitivos, reconocer patrones y construir ideas que tienen propósitos tanto emocionales como funcionales. Eso no quiere decir que este proceso propone que se dirijan las empresas basándose solamente en la intuición pero depender puramente de lo analítico puede ser igual de peligroso.
Si buscas aplicarlo en tu día a día, comienza a pensar como un viajero, cuestionando todo lo que ves y redescubriendo lo familiar prestando atención a los detalles. Ayuda muchísimo andar con una libreta para tomar nota de tus ideas en cualquier momento y hasta puedes hacer como David Kelley que cuenta que hasta se baña con un plumón de pizarra para anotar sus ideas ¡en las mayólicas de su ducha!