¡Mami, quiero gaseosa!
Si tuvieras que hacer una evaluación de los hábitos alimenticios de los niños de tu familia, ¿qué nota sacarían? ¿Aprobarían?
Los niveles de sobrepeso y obesidad en la niñez peruana son alarmantes. El Centro Nacional de Alimentación y Nutrición (CENAN) estimó que, entre los años 2013 y 2014, en el grupo etario de 5 a 9 años la prevalencia de sobrepeso era 17.5% y la de obesidad 14.8%. Esto se traduce en que más de 900,000 niños presentaban problemas de peso. Los resultados son mayores en las áreas urbanas y las tendencias señalan que ambos indicadores se han incrementado en los últimos años.
La OMS advierte que padecer de los problemas mencionados se asocia con una mayor probabilidad de muerte prematura, dificultades respiratorias y problemas sicológicos. Hacia la adultez, incrementa el riesgo de padecer diabetes y, con ello, de enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.
A pesar de los conocidos efectos del sobrepeso y la obesidad, el CENAN identificó que los padres no eran conscientes de la gravedad de que sus hijos de entre 2 y 17 años sean obesos. El 25% tenía la percepción de que su peso era normal, el 63% lo consideraba algo excedido y solo el 12% reparaba en que el peso de sus niños era muy excedido. Esto resulta preocupante pues reducir los riesgos de padecer enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión está, en parte, en manos de las familias: la OMS indica que la razón principal del sobrepeso y obesidad es el desequilibrio energético, producto del consumo de alimentos altos en grasas y la inactividad física.
Los hábitos alimenticios se inician en casa, pues las preferencias de alimentación se establecen en los años iniciales de vida, desde los primeros alimentos que ofrecemos a los bebés cuando empieza la alimentación complementaria. No obstante, en una encuesta realizada en Estados Unidos en más de 3000 hogares con bebés entre 4 y 24 meses, se encontró que casi el 45% de aquellos entre 9 y 11 meses consumía alimentos y bebidas azucaradas. Lo mismo se encontró en dos tercios de los bebés entre 12 y 18 meses. Creemos que esta situación alarmante no es ajena al Perú.
¡Mami, quiero gaseosa! es una frase que escuchamos con frecuencia. Las fiestas infantiles son, generalmente, una bomba de azúcar. Las loncheras también suelen incluir malos contenidos nutricionales, entre otros ejemplos.
¿Qué podemos hacer? Debemos tomar conciencia de la gravedad de preservar malos hábitos alimenticios. ¿De qué sirve tener un producto etiquetado como “altamente azucarado” si igualmente se termina comprándolo?
Debemos cambiar los hábitos sobre la base de recomendaciones nutricionales confiables. Consumamos más frutas y verduras. Vivimos en un país con una amplia diversidad de alimentos naturales ricos y nutritivos, por lo que mantener una dieta balanceada no responde a problemas de acceso, sino de información y hábitos.
Hay mucho por hacer para mejorar el estado nutricional de los niños y para contribuir a que tengan una adultez saludable. ¡A hacer la tarea!
Claudia Zavaleta, Analista Senior de Videnza Consultores