La importancia de la información para la acción en seguridad ciudadana
Hace años, un ministro del Interior, preguntado sobre si los delitos en el Perú habían disminuido o aumentado, respondió, con cierto desenfado, que no sabía, que no tenía información. “¿Cómo toman, entonces, las decisiones?”, fue la pregunta que siguió. El ministro respondió que se tomaban “de acuerdo a lo que aparecía en la primera plana de la prensa”.
Sin información confiable y oportuna, no había forma de refutar, tampoco de confirmar, lo que la prensa decía. No había forma de saber lo que estaba sucediendo en el país, si los delitos aumentaban o disminuían, mucho menos cuáles aumentaban y cuáles disminuían y por qué. Por tanto, la prensa imponía la agenda de los problemas que había que priorizar y atender, muchas veces desviando la atención de aquellos que eran realmente importantes.
Sin embargo, la información no es solo importante para responder o refutar lo que la prensa dice; es fundamental para aproximarse a un mejor diagnóstico y comprensión de los fenómenos y, por tanto, para formular las políticas, los planes y los programas de seguridad ciudadana y tomar decisiones sobre ellos.
Es a partir de la caracterización de los fenómenos en términos de su comportamiento temporal y espacial y de la identificación de los sectores sociales que más los sufren que se pueden generar acciones específicas y, por otra parte, realizar una distribución más racional de los recursos (por ejemplo, personal policial, videocámaras, acciones de educación en calle y medios de comunicación, construcción de puentes peatonales, etc.).
Sin embargo, la importancia de la información no se reduce al diagnóstico y el diseño de intervenciones. La toma de decisiones requiere la evaluación de sus efectos, que son los que confirman su acierto u orientan hacia la necesidad de una rectificación. Y los sistemas de información constituyen instrumentos valiosos para evaluar el impacto de diversas decisiones y para propiciar su enmienda.
Más allá de estos usos, que son los habituales —al menos en la tradición de la salud pública—, la información ha mostrado utilidad, también, en la defensa de las decisiones ante la opinión pública y, eventualmente, en los tribunales, frente a las acciones que pudieran interponer sectores afectados por ellas. Y, más importante aún, ha mostrado ser una herramienta fundamental en la acción educativa, para generar compromisos ciudadanos en función de metas y evaluación de resultados.
En Bogotá, durante la administración del alcalde Antanas Mockus, hace ya 20 años, el Sistema Unificado de Información de Violencia y Delincuencia (SUIVD) de dicha ciudad estableció que uno de los días con mayor frecuencia de homicidios y muertes por accidentes de tránsito era el “Día del amor y la amistad”. A raíz de ello, el alcalde decidió, unas semanas antes, decretar la ley seca para ese día, lo cual desató una fuerte polémica y la presentación de recursos de amparo por parte de los dueños de bares y tabernas. En la audiencia en la Corte Constitucional, el alcalde presentó las cifras de las muertes violentas y las curvas que mostraban su incremento en esa fecha y, al mismo tiempo, los resultados de la implementación de la “hora zanahoria”, que restringía el horario de funcionamiento de los establecimientos nocturnos (bares y discotecas) en los meses anteriores. Entonces, recordó a la Corte que “ningún derecho puede estar por encima del derecho a la vida” y que “ningún interés privado puede primar sobre el interés colectivo”. La Corte no tuvo otra opción que dar la razón al alcalde.
Al terminar la audiencia lo esperaban los medios de comunicación. El alcalde, en lugar de festejar su victoria, señaló que no era la intención de su gestión perjudicar a nadie, menos a quienes generaban riqueza y trabajo para la ciudad, pero que su compromiso mayor era con la vida; que si los dueños de bares tenían una propuesta razonable que permitiera prever que los índices de mortalidad no subirían, revocaría la medida. En tal sentido, los convocó a una reunión en la Alcaldía.
Propusieron que, por cada grupo de clientes, identificarían al “conductor elegido”; a él le regalarían una camiseta con una inscripción que lo distinguiese y todos los jugos de zanahoria o de frutas que deseara. En caso el “conductor elegido” hubiera bebido, le solicitarían las llaves de su vehículo —que cuidarían hasta el día siguiente— y le pedirían un taxi seguro. Ante tal propuesta, la administración municipal no solo suspendió la ley seca, sino que postergó el inicio de la hora zanahoria por dos horas, convocando a los propietarios a una reunión de evaluación, con la información del SUIVD procesada, para el lunes siguiente al “Día del amor y la amistad”.
Los resultados dieron “parte de victoria”: el número de muertes no solo fue menor que el del “Día del amor y la amistad” del año anterior, sino incluso que los fines de semana previos, que ya venían registrando reducciones sostenidas.
Ciertamente, la información no basta; se requiere de acciones y decisiones, de creatividad y conocimiento. Pero sin aquella, estas serán a ciegas.
En Perú, la situación respecto a la generación y usos de la información no ha cambiado mucho. Se entendió por “Observatorio de la violencia” llenar de cámaras la capital en lugar de implementar un sistema de información para la toma de decisiones (hoy casi todo lo que sucede se puede ver, para no saber nada, que era el propósito fundamental del Observatorio). Las decisiones se siguen tomando tardíamente como reacción ante los hechos consumados y en el ámbito estrictamente policial-judicial, casi nunca en el marco de políticas dirigidas a reducir sus causas, que es donde, sin preguntas ni interés por responderlas, sin información, sin diagnóstico de lo que acontece, sin posibilidad de evaluar, estamos condenados a continuar.
Alfonso Gushiken
Investigador principal de Videnza Consultores