Una alternativa a explorar en la lucha contra la pobreza extrema
Hace un tiempo, en la Universidad del Pacífico se presentaron los resultados del “Modelo de graduación de la extrema pobreza”, un programa de lucha contra la pobreza que ha sido replicado en ocho países luego de su éxito en Bangladesh. Hoy recién puedo escribir sobre este tema que llamó mucho mi atención.
Presentado por Dean Karlan, de la Universidad de Yale, este programa se diferencia de aquellos que vemos en nuestro país por dos razones básicas. La primera es que está orientado a la pobreza extrema; es decir, no a pobres urbanos o a jóvenes de escasos recursos, sino a los más pobres entre los pobres. Lo segundo es que implica combinar seis tipos de intervenciones complementarias entre sí: transferencias de dinero, entrega de activos productivos, entrenamiento técnico, visitas domiciliarias, incentivos al ahorro familiar y educación para la salud.
La idea del modelo es ofrecer herramientas que permitan a un hogar en situación de pobreza encaminarse hacia una situación económica mejor y sostenible. Empieza con una transferencia de dinero que busca evitar que la familia venda el activo una vez que lo reciba, continúa con la transferencia de activos (animales) y se complementa con la transferencia de conocimientos, cuyo objetivo es que la familia administre el activo de manera eficiente. Lo valioso de este programa es que reconoce que la pobreza es un fenómeno dinámico y que, si bien los ingresos de muchas familias pueden fluctuar por encima o debajo de cierta línea de pobreza, la única manera de asegurar su salida definitiva de dicha condición es con la formación de capacidades. Es decir, políticas de educación y capacitación de largo plazo que permitan a las personas y a sus descendientes mantenerse fuera de la pobreza. Lo que este modelo busca es un efecto similar, pero con una intervención de corto plazo.
Otro aspecto importante es que ha sido evaluado rigurosamente en siete de los ocho países donde fue implementado. El diseño de esta evaluación permite atribuir al programa los cambios observados en consumo, valor de activos e ingresos. Además, se midieron resultados al término del programa y un año después, para corroborar que sus efectos persisten en el tiempo. Se tiene resultados para seis de los siete países (en Yemen la guerra civil interrumpió la iniciativa) y son alentadores para cuatro de ellos. En India y Etiopía se muestra una clara mejora en el consumo, en el valor de los activos y en los ingresos de los hogares beneficiarios al finalizar el programa e incluso un año después; en Ghana y Pakistán la mejora es más discreta, pero se observa en casi todos los indicadores mencionados; en Honduras se aprecia un efecto discreto en ingresos, pero no en el valor de activos o el consumo, lo que se explica porque los animales entregados no sobrevivieron; y, en el caso del Perú, no se encontró aumentos significativos en el consumo de los hogares. Aunque al final del programa se incrementó el valor de los activos y de los ingresos, este no se mantuvo un año después.
¿Por qué en el Perú el programa no tuvo mayor impacto? Los datos son insuficientes para saberlo de manera concluyente, pero podrían responder a que se diferencia del resto de países en varios aspectos. Por ejemplo, su ingreso per cápita es mayor. Además, teniendo en cuenta la geografía de la zona intervenida, las visitas domiciliarias se realizaron solo una vez cada seis semanas, y no cada dos semanas o menos, como en los otros lugares.
Aun así, insistimos en lo atractivo de combinar intervenciones. Al respecto, podríamos plantearnos preguntas como si sería posible que una sola organización ofrezca todas las intervenciones, si podría iniciarse el trabajo sobre la base de Juntos, cuántas y qué intervenciones deberían ofrecerse, y en qué.
Una interesante lección sobre este programa fue presentada por la exministra de Desarrollo e Inclusión Social, Carolina Trivelli. Resaltó que, aun cuando este se enfoca en la pobreza extrema, para que la iniciativa sea exitosa es necesario que exista gente menos pobre en las localidades donde se implementa. El ejemplo que empleó es muy ilustrativo: si un poblador tiene diez cuyes y sus vecinos también, probablemente no exista oferta de veterinarios o servicios especializados. Pero si uno de ellos cría mil cuyes, existirá al menos un veterinario en la zona o aprenderá él mismo a atender las emergencias.
En suma, el aspecto más llamativo de este programa es, sin duda, la concepción de la cual parte para enfrentar la pobreza. Al no basarse en intervenciones con resultados en el corto plazo, sino reconocer explícitamente que la forma de combatir la pobreza es empoderando a los hogares de manera sostenida, busca un efecto exponencial: que el conjunto de elecciones se amplíe cada vez más.
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Este post fue escrito junto con Renzo Severino, analista de Videnza Consultores