El reto de los Tambos
En la época incaica, un tambo era una estructura con diversos fines. Servía como centro administrativo, brindaba refugio a los chaskis, militares y otros emisarios del imperio, pero también era un centro de acopio de alimentos, lana, leña, entre otros productos que luego servían en casos de emergencia.
En la actualidad, se ha tomado el concepto de esta institución inca para implementar una interesante y muy prometedora política pública. Los tambos hoy en día son locales que sirven de plataformas multiservicios mediante las cuales las instituciones del Estado en sus diferentes niveles (nacional, regional y local) pueden hacer llegar sus servicios a las poblaciones de las zonas más alejadas del país. Por ejemplo, si el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC) tiene que tramitar Documentos de Identidad (DNI) en una localidad muy remota, coordina con el tambo para utilizar sus instalaciones.
Estos establecimientos se vienen implementando como parte del Programa Nacional Tambos del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento. Los tambos de hoy en día poseen salones de reuniones comunales, dormitorios, cocinas, almacenes y oficinas que han sido equipadas con proyectores, computadoras, mobiliario, acceso a Internet satelital, luz y agua. Su fin es ser el nexo entre el Gobierno y la población. Gracias a ellos, los ministerios de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), de Salud (MINSA), de Educación, de Energía y Minas, de Comercio Exterior y Turismo, de Justicia y Derechos Humanos, y de Vivienda, Construcción y Saneamiento, así como el Banco de la Nación, el Banco Agrario, el RENIEC, el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) y el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (SENAMHI) pueden hacer llegar sus servicios a las poblaciones que habitan en zonas rurales dispersas.
¿Qué ha logrado este programa? Según el Ministerio, desde el 2012 se han implementado 222 tambos y el programa ha llegado a 281 mil beneficiarios directos. Su rol de articulador multisectorial ha sido desempeñado con mayor énfasis en las épocas de heladas y friaje, cuando han servido como plataformas desde las cuales las entidades públicas han atendido a las poblaciones afectadas en las zonas altoandinas. El MIMP distribuyó kits de abrigo, Agrorural los equipó de congeladoras, termos, vacunas pecuarias, vitaminas y otros; el INDECI, de kits de emergencia; y el MINSA, de equipamiento para los tópicos de salud. Así, los tambos son un medio o canal para que otras instituciones del Estado brinden sus servicios a las poblaciones más vulnerables.
Aunque la construcción de tambos se ha concentrado en zonas altoandinas, la mayor dificultad de este programa es su poco acercamiento a la selva, la región con mayor superficie geográfica y menor tamaño demográfico del país. Según el MIMP, al 2007 en la selva vivían más de 3 millones de personas en 14.245 centros poblados, de los cuales el 95% tenía menos de 500 habitantes. Y, como constata el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los menores valores de Índice de Densidad del Estado (IDE) se encuentran en la selva baja y selva alta.
Lo que le queda por hacer al Programa Nacional Tambos es, por lo tanto, incluir a la selva y lograr que el Estado tenga presencia en esta región. Recordemos que según el Censo de Comunidades Indígenas de la Amazonía Peruana 2007, las comunidades nativas de la Amazonía agrupan a unas 59 etnias distribuidas en 1509 comunidades. Son más de 300.000 habitantes localizados en pequeños caseríos ubicados en las riberas de los ríos amazónicos. Por cierto, estos grupos también carecen de los servicios básicos: más del 54% vive en chozas con piso de tierra, solo el 5% tiene acceso a agua potable, menos del 1% cuenta con desagüe y menos del 14% tiene luz eléctrica en sus viviendas. En consecuencia, un reto actual de los Tambos es superar uno de los mayores desafíos del Estado peruano: llegar a la selva.
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Este post fue escrito con la colaboración de Alejandra Sota, analista de Videnza Consultores