Cuando el deporte dejó de ser negocio
Estadios con tribunas vacías. Cables en el suelo y cámaras prendidas.
Los jugadores en el vestuario, motivándose en un recinto en silencio, casi sepulcral.
Los árbitros sin el nerviosismo habitual previo a salir a la cancha, raramente extrañando la presión del chiflido unísono al compás de una decisión errónea en el campo de juego.
Los comisarios del partido se hacen escuchar detrás de una mascarilla.
Empieza el partido. Es un show para la televisión. Las casas de apuestas nos invitan a vivirlo con emoción.
Los clubes profesionales sobreviven. A su manera. Era necesario. El fútbol, es el fútbol. El vóley es el vóley. Siempre lo será.
En otras canchas, no reglamentarias, las de pasto sintético, las de cemento, las de la gente, las del pueblo, las puertas están cerradas.
El pasto artificial no ha resistido un año sin uso, sin mantenimiento quizá el daño ha sido peor.
Sus dueños tampoco han resistido, algunos están en la ruina. Un año sin trabajar en ese sueño que tanto empeño e inversión depositaron. El alquiler sigue pasando la factura, pero no hay dinero en la cuenta. Hay deudas. Preocupación. Olvido. Desesperanza.
Los clubes sociales deportivos, abren y cierran.
El temor de ser convertidos en elefantes blancos es preocupante. Aún así batallan por los socios con memoria.
Recuerdos de esos días donde reservar una cancha deportiva tenía un poco de gestión y un poco de suerte. Pero mucho de alegría.
Los almuerzos en el club con los amigos. Son cosas del ayer. El miedo es más fuerte. Porque ese trabajador del club al que tanto cariño le tenías no está más con nosotros.
Las academias dejaron de ser academias.
El tatami de Karate ni el saco de box nunca será reemplazado por una hora en Zoom. Apasionados emprendedores hoy con más dudas que certezas. No importa el deporte. Se repiten las historias.
Los gimnasios. El sudor ya no es el resultado de una rutina terminada, es una señal de peligro.
El parque de la esquina se convierte en el gimnasio imaginario. En la ruta de una carrera que no tiene ruta. Una vuelta rápida al mismo al mismo punto de inicio. Compitiendo ante uno mismo. Ante la monotonía.
Las carreras, esas multitudes hermosas a paso firme por las calles. De gente entrenando para el próximo gran reto de 10, 21 o 42 kilómetros. Tendrán que esperar. ¿Cuánto tiempo? Nadie lo sabe. Es una incógnita interminable.
El deporte mundial vive la mayor crisis de su historia. La pandemia del COVID-19 ha arrastrado al deporte en todos sus ámbitos a la peor y más difícil competencia. Con un adversario que no es más que la madre naturaleza. Difícil de ganarle. ¿Cómo? Ni las grandes potencias mundiales tienen la respuesta.
En esta nueva entrega de “El deporte de hacer negocios” quiero contarles la historia de aquellos deportistas y emprendedores del deporte peruano que siguen batallando por sus sueños y cómo piensan salir airosos de esta jugada esquiva de la vida que nadie tenía planeada. Una pandemia que les ha hecho jugar el partido más difícil de sus vidas. Nos vemos próximamente con el primer invitado.