Cómo no tomarlo personal
Conforme pasa el tiempo, me vuelvo más consciente de la importancia que damos a la opinión o crítica de los demás.
Si bien las opiniones y/o críticas pueden ser positivas o negativas; pero lo cierto es que muchas veces no las tomamos como lo que son, es decir, una oportunidad para mejorar, avanzar, corregir, hasta incluso comprender y conocer qué imagen estamos proyectando a los demás. Es frecuente que tomemos el lado negativo, justamente, tomando tales comentarios de manera personal e incluso añadiéndole una connotación muy emocional.
Esto de tomarnos las cosas de manera personal sucede en todos los ámbitos de nuestra vida. Pero ¿qué pasa cuando nos sentimos atacados y agredidos por las palabras de otros en nuestro entorno profesional? Reaccionamos. Y normalmente cuando reaccionamos de manera emocional (visceral), esto también afecta nuestra imagen personal y el manejo que tenemos sobre la misma.
En esta oportunidad, no hablaremos del trasfondo que existe detrás del por qué tomamos las cosas de manera personal, sino, de algunos consejos y recomendaciones que podrían ayudarnos a manejarlo, al mismo tiempo, que sigues trabajando y construyendo tu imagen personal.
1. No somos moneda de oro.
Es imposible ser agradable para todos, o que el resto sean capaces de ver tus cualidades y/o habilidades. Sólo procura ser el mejor profesional que puedas ser para aquellas empresas o clientes donde tu propuesta de valor sea atractiva. Si no te contrataron esta vez, o consideraron para ese nuevo proyecto, no has pensado que tal vez sea por que otra persona cumple mejor los requisitos? Por eso es que debemos preocuparnos de comunicar claramente cuales son nuestros servicios profesionales y nuestro valor diferencial.
2. Recuerda que las personas muchas veces están ocupadas
Pasa muy seguido. Resulta que estás emocionado y entusiasmado con un proyecto, un nuevo trabajo, una entrevista, etc., sin embargo, pasan los días y aún no recibes respuesta a tu correo o a tu llamada. Es importante que comprendas y recuerdes, que existen imprevistos y temas que podrían ser prioritarios en la agenda de tu interlocutor o que tal vez la decisión final no está en esta persona.
3. Cuidado con los correos electrónicos
Es muy fácil caer en malas interpretaciones en lo que a comunicación escrita se refiere. No todos son muy habilidosos en su gramática, ni usan un lenguaje amigable o connotación positiva. También es cierto, que solemos incluir emociones al momento de leer un correo, ya sea por tu actual relación con la otra persona, o simplemente por cómo te encuentres tu en esos momentos (si es un día estresante, recargado, con problemas personales, o todo lo contrario). Lo mejor es alejarse del tema por unos minutos y volverlo a leer mas tarde. Recuerda la regla de oro de jamás responder con la cabeza caliente. Nada es tan grave que no pueda esperar un par de horas o incluso hasta el día siguiente.
4. Ante la duda, es mejor preguntar.
Muchas veces asumimos o creemos saber lo que las otras personas necesitan o esperan de nosotros, como por ejemplo cuando nos asignan una tarea o un encargo. Del otro lado, quien nos da el encargo asume que todo está claro. Sin embargo, los problemas de comunicación en nuestro día a día son muy comunes y estos se dan básicamente porque a) no fuimos lo suficientemente claros o específicos o b) no quisimos parecer incompetentes y preguntar claramente lo que se esperaba.
5. Habla menos y escucha más.
Esta es una práctica poco común en estos días. Nos hemos vuelto tan egoístas, que casi creemos que todo gira a nuestro alrededor. Lo cierto es que no es así. Escucha detenidamente las palabras de tu interlocutor. ¿Qué está diciendo? ¿Por qué lo está diciendo? ¿Qué quiere conseguir con eso? Te darás cuenta rápidamente que todo tiene un por qué, una razón de ser. La mejor forma de entederlo es preguntarte qué harías tu en una situación similar y entenderás que sólo es parte del trabajo.
6. Pensamiento racional
Muchas veces ante los problemas o discusiones, solemos pensar “me quieren echar la culpa del error”, “creen que no soy competente” o cualquier otro pensamiento con un enfoque muy emocional. Si te pones a analizarlo racionalmente, te darás cuenta que no tienes realmente motivos para pensar así y que más bien, una actitud conciliadora y proactiva será muy apreciada por los demás.
7. El jefe sabe lo que hace
Si, aunque nos cueste aceptarlo esto es así. La mayoría de las veces, recibimos una instrucción o encargo, sin conocer mayores detalles o el transfondo que lo generó. Sin embargo, es importante que tengas en consideración que los jefes tienen experiencia y que seguramente también un buen motivo para hacer, pedir o decir algo en particular. Debemos aprender a confiar un poco más y como decíamos anteriormente, ante la duda, siempre es mejor preguntar, que asumir.
Somos seres complejos y es imposible que no involucremos nuestros sentimientos, pero si debemos trabajar en el manejo de nuestra inteligencia emocional, por que esto a su vez será un punto muy fuerte en el manejo y gestión de nuestra Marca Personal. Por suerte hoy encontramos a nuestra disposición muchas empresas que invierten en la salud emocional de sus colaboradores con sesiones de Coaching Personal o incluso con talleres de manejo de estrés o situaciones complejas.
Mi recomendación final, y que me ha tomado muchos años entenderla, aprenderla, interiorizarla y practicarla, es que nadie tiene control sobre nuestros sentimientos ni emociones más que nosotros mismos. Somos quienes decidimos como vamos a asumir o afrontar cada situación y si las críticas o comentarios los tomamos de manera positiva o negativa.
Les aseguro que si prestan atención a estos pequeños detalles y dejamos de tomarnos las cosas de manera personal, nos sentiremos más liberados, trabajaremos mejor en equipo y podremos seguir enfocándonos en desarrollar la imagen de marca personal que tanto ansiamos.
“Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento”. (Eleanor Roosevelt)
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