¿Ética o algo más práctico?
“La gente aprende solo con mano dura” dice una persona como si no fuera “gente”. Nuestra inclinación es recurrir a la madre/padre que todos tenemos presente. El castigo es “la voz” (incluso el golpe para algunos). Por eso admiramos los modelos verticales que, dicho sea de paso, nos eliminan la libertad.
Veamos. Aquí hay dos partes. La primera es la norma (legal) que permite una aplicación dura. Entonces vamos a analizar quién legisla y cómo legisla. No creo estar equivocado en que existe mucha norma legal y de muy mala calidad en su gran mayoría. En muchos casos se trata de un iluminado/a que se despierta un día con ganas de regular algo. Sin estudio previo, sin participación previa, “a la mala”. Visto así falta ética en la producción de normas es más que evidente. Se impone el estándar de la popularidad.
La segunda parte está en la misma ejecución de la norma; aquella que permite, precisamente, la “mano dura”. El primer encargado de aplicar la ley es el sistema de justicia y digamos que este -sobre todo en realidades latinoamericanas- no funciona muy bien como se requeriría (tal vez ahí está la tarea pendiente). El segundo encargado lo constituyen, por ejemplo, aquellos reguladores como la Policía Nacional o los municipios. Huelga decir que tampoco vamos muy bien en ese lado. Incluso -en ese contexto- la aplicación de la “mano dura” muchas veces significa ser rudo o matón ante el mal comportamiento de las personas. Es decir, ir más allá de la misma norma que defendemos. No creo que eso sea muy ético.
¿Hay una solución desde esa perspectiva? Sí, la ética, la ética aplicada. No aquella ética que nos enseñaron (la histórica o conceptual); me refiero a la real, la de todos los días. Existen muchas definiciones sobre lo que es la ética y podríamos tomar varias horas en ello (además que no tengo la capacidad para solucionar un problema semejante). Me quedo con lo siguiente: saber distinguir entre lo correcto y lo que no es correcto. No hacer daño a nadie.
¿Cómo se llega a eso? Mediante el ejercicio constante de la reflexión hasta que se convierta en un hábito. Reflexión, pensar, esas prácticas que hemos abandonado por ser -aparentemente- una pérdida de tiempo. Pensar, reflexionar -se cree- no ayuda en nada. Entonces ¿qué nos diferencia de otros seres que no piensan o reflexionan? Aquí la receta es una: persistir e insistir desde todos lados, usando por qué no, elementos de psicología para reflexionar acerca de la razón por la cual nos comportamos de determinada manera.
Vayamos a un ejemplo muy común. Un medio de prensa dice en un titular “Persona de tal nacionalidad (ya sabemos cuál) roba y mata a empresario”. Pregunto ¿es ético resaltar la nacionalidad? ¿no estigmatiza? ¿ayuda en algo hacerlo? Tal vez solo ayuda en aclarar que preferimos a los delincuentes nacionales. Como vemos el problema ahí no es la nacionalidad, es la delincuencia.
Con ética no necesitamos de un policía que nos persiga para castigarnos. Tampoco de normas (menos las que tenemos). No necesitamos “mano dura” que, además, es indigno porque nos tratan como menores de edad (menores de edad maltratados lo que tampoco es muy ético que sigamos). Siendo así pregunto ¿hay algo más práctico que la ética?
Lima, 13 de julio de 2020
Eduardo Herrera Velarde.