Bootstrapping: claves para crecer sin capital externo
Por: Luis Mendiola. Profesor de los Programas de Finanzas de ESAN Graduate School of Business.
La práctica del bootstrapping, una modalidad de autofinanciamiento, ha sido clave para el éxito inicial de varias startups reconocidas. Empresas como Mailchimp, que operó durante años sin financiamiento externo, y Basecamp, que prefirió utilizar capital propio antes de recurrir a inversores, son ejemplos claros de cómo esta estrategia permite a las startups mantenerse ágiles y centradas en el cliente. Así, el bootstrapping se asocia con una eficiencia extrema y un control total, ya que obliga a los emprendedores a maximizar cada recurso disponible (Lahm et al., 2005). Sin embargo, comprender los matices y las condiciones específicas en las que esta estrategia resulta adecuada es esencial para evitar riesgos innecesarios y aprovechar al máximo sus beneficios.
Las modalidades de bootstrapping abarcan diversas estrategias diseñadas para optimizar recursos limitados y reducir la dependencia del financiamiento externo:
- Créditos personales: Un recurso inmediato y accesible, aunque arriesgado, es el uso de tarjetas de crédito o préstamos personales para obtener el capital inicial. En muchos casos, los emprendedores recurren a múltiples tarjetas de crédito, lo que puede generar una deuda significativa. Aunque este enfoque implica altos intereses, permite mantener las operaciones sin diluir la propiedad de la empresa. Este método es común entre los pequeños empresarios en EE. UU., donde aproximadamente el 46% de las pequeñas empresas utilizan tarjetas de crédito como fuente de capital. No obstante, es crucial emplear esta modalidad con cautela, ya que el endeudamiento personal puede convertirse en una carga difícil de manejar si la empresa no genera ingresos de manera rápida y constante.
- Venta de activos personales: La disposición de activos personales, como vehículos o bienes raíces, constituye una fuente inicial de financiamiento que permite evitar préstamos o inversiones externas. Aunque esta práctica asegura el control total de la empresa en sus primeras etapas, conlleva un sacrificio financiero significativo que puede afectar la estabilidad personal del fundador. Este enfoque es común en industrias con costos iniciales bajos, pero su éxito depende de una rápida generación de flujo de caja (Eric Fung, 2022).
- Capital de amigos y familiares: Común en las primeras etapas de una startup, esta fuente de financiamiento es informal y, por lo general, no implica intereses ni condiciones estrictas de devolución, lo que la convierte en una opción atractiva. Sin embargo, esta modalidad conlleva riesgos, ya que al mezclar relaciones personales con el riesgo financiero, puede poner en peligro los lazos familiares y amistosos si la empresa no prospera como se esperaba (FasterCapital, 2023). Además, aunque es una opción accesible, el capital obtenido rara vez es de grandes sumas, lo que limita su aplicabilidad a proyectos con necesidades de financiamiento más modestas.
- Intercambio y bartering: La práctica del trueque permite a los emprendedores acceder a servicios esenciales sin necesidad de efectivo, como lo demuestran numerosos casos de empresas que intercambian productos o servicios por servicios profesionales, como marketing o asesoría financiera. Este método destaca por su creatividad en la gestión de recursos y es especialmente útil en fases iniciales. Sin embargo, este enfoque puede limitar la expansión del negocio si no se estructura de manera que beneficie consistentemente a todas las partes.
- Preventas y promesas de rendimiento: Vender productos o servicios antes de su desarrollo permite a las empresas obtener capital sin recurrir a deudas. Esta modalidad no solo valida la demanda en el mercado, sino que también reduce el riesgo financiero. Ejemplos recientes demuestran cómo plataformas de crowdfunding han adoptado esta táctica para probar productos antes de su lanzamiento formal, lo que ha sido una herramienta clave para validar ideas de negocio y generar flujo de caja inicial (Bhide, 1992). Este enfoque es ventajoso, ya que permite construir una base de clientes comprometidos antes de tener el producto final, aunque también conlleva el riesgo de no cumplir con las expectativas iniciales de los consumidores.
La decisión de emplear bootstrapping u otras fuentes de financiamiento depende de diversos factores. Por ejemplo, en industrias de rápido crecimiento, el bootstrapping puede limitar la velocidad de expansión y restringir los recursos para investigación y desarrollo, factores esenciales para mantener la competitividad. En contraste, los concursos públicos ofrecen financiamiento sin diluir la propiedad y son útiles para startups alineadas con objetivos gubernamentales, como la innovación tecnológica o el impacto social (Lahm et al., 2005; Horváth, 2018). Sin embargo, acceder a estos fondos puede requerir que la startup ajuste su modelo para cumplir con requisitos específicos, lo que podría limitar su flexibilidad.
Por otro lado, el capital de riesgo puede ser una fuente poderosa no solo de financiamiento, sino también de asesoría y conexiones en el sector, aunque implica una pérdida de control. Autores como Bhide (1992) argumentan que esta modalidad es más adecuada en fases avanzadas, cuando la empresa ya ha alcanzado cierta estabilidad y tracción en el mercado. No obstante, esta opción conlleva sus propios riesgos, ya que la entrada de inversores puede generar presión para un crecimiento acelerado, lo cual no siempre es compatible con la visión original del fundador.
Para maximizar el éxito en el bootstrapping, es fundamental identificar factores críticos como la adaptabilidad, la eficiencia en el uso de recursos y la creatividad. Según Lahm et al. (2005), la capacidad para operar con presupuestos mínimos y una mentalidad de innovación constante son aspectos esenciales que distinguen a los emprendedores exitosos. Esta resiliencia les permite no solo sobrevivir, sino prosperar en entornos altamente competitivos. Por su parte, Goodman (1996) sostiene que los emprendedores que aplican bootstrapping desarrollan habilidades administrativas y financieras más rápidamente que sus pares, debido a la presión constante de minimizar costos. Además, deben dominar habilidades de negociación y cultivar redes de apoyo informales. Este aspecto resulta crucial en las etapas iniciales, cuando la empresa depende de recursos limitados y necesita construir alianzas estratégicas. Eric Fung (2023) subraya que estas conexiones pueden ser tan valiosas como el capital en sí, ya que aportan recursos tanto tangibles como intangibles que impulsan la sostenibilidad a largo plazo.
Según lo anterior, el éxito de una startup autofinanciada podría basarse en una estructura de costos sostenibles y un enfoque constante en la generación de flujo de caja, sin comprometer la calidad del producto. Esto podría ir acompañado de la implementación de metodologías ágiles y un enfoque en la escalabilidad controlada, lo que permitiría maximizar la eficiencia en el uso del capital. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿podría el bootstrapping ser un enfoque sostenible para startups en entornos de alta competitividad y cambios tecnológicos acelerados? La viabilidad de esta estrategia requiere un análisis profundo, no solo sobre las prácticas efectivas de austeridad financiera, sino también sobre cómo los emprendedores pueden equilibrar la autonomía con la escalabilidad y, en última instancia, con el impacto que desean generar en el mercado.
Referencias
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