El síndrome de Estocolmo a nivel laboral
Por: Lydia Arbaiza, Ph.D. Decana de ESAN Graduate School of Business
El llamado síndrome de Estocolmo tiene su origen en un incidente ocurrido en la ciudad de Estocolmo en 1973, cuando un grupo de rehenes decidió no testificar en contra de sus captores. En términos generales, este fenómeno describe una respuesta psicológica en la que las personas sometidas a maltrato desarrollan un vínculo emocional con quien ejerce el abuso. Este comportamiento puede presentarse en diversas situaciones de abuso de poder, incluido el ámbito laboral.
Justamente, en el entorno profesional, el miedo generado por ciertos líderes suele manifestarse, en mayor medida, en mandos intermedios. Paradójicamente, estos líderes suelen carecer de verdadero poder, aunque actúan como si lo tuvieran.
El desarrollo del síndrome de Estocolmo está influido por diversos factores:
- En primer lugar, la duración y la frecuencia del contacto entre el colaborador y su empleador. Para que este vínculo se forme, el tiempo de exposición debe ser prolongado.
- Otro factor relevante es el comportamiento del empleador, quien, a través de pequeños gestos amables, puede generar en el colaborador la percepción de un acto significativo en medio del miedo.
- Además, la manipulación psicológica juega un papel clave. Mediante diversas tácticas, el empleador puede convencer al trabajador de que es su aliado, reforzando la dependencia emocional.
- Por último, en una época que busca la equidad, persiste otro factor preocupante: en ciertos contextos, los prejuicios machistas llevan a que algunos grupos consideren a los jefes masculinos con mayor autoridad o “peso” que, a las jefas femeninas, perpetuando dinámicas de poder desiguales.
Si bien esta es una gran problemática que puede darse en las organizaciones, como cualquier síndrome, el síndrome de Estocolmo puede ser tratado, ya que guarda similitudes con el trastorno de estrés postraumático. Para ello, existen dos enfoques terapéuticos principales:
- Terapia cognitivo-conductual (TCC): Este enfoque ayuda al paciente a identificar y cuestionar creencias irracionales, promoviendo una percepción más saludable del mundo y de sí mismo.
- Terapia de exposición: Diseñada para que la persona enfrente sus miedos y reemplace patrones de pensamiento dañinos por otros más constructivos.
Ambos métodos son fundamentales para fortalecer la autoestima y la confianza del colaborador que ha sido víctima de esta dinámica psicológica. El objetivo principal de estas terapias es eliminar la lealtad irracional hacia el superior abusivo, permitiendo a la persona recuperar su independencia emocional y bienestar.
Reflexiones
El síndrome de Estocolmo, especialmente en el entorno de trabajo, ilustra cómo las dinámicas de abuso de autoridad y manipulación psicológica pueden generar conexiones emocionales alteradas entre las víctimas y sus perpetradores. Elementos como la prolongada interacción, la incertidumbre de algunos gestos de amistad y la manipulación para simular una alianza, demuestran la complejidad de este fenómeno. Adicionalmente, los prejuicios culturales, tales como la falsa “superioridad” de los líderes masculinos en comparación con las líderes femeninas, añaden un nivel de desigualdad que perpetúa estas relaciones perjudiciales, complicando aún más su eliminación en entornos de trabajo contemporáneos.
Por ello, resulta crucial entender que esta problemática no solo debe aspirar a liberar a las víctimas de estas dinámicas, sino también a fortalecerlas para reconstruir su autopercepción y su percepción del ambiente. Las terapias de exposición y cognitivo-conductual juegan un papel crucial al ofrecer instrumentos útiles para cuestionar convicciones irracionales y romper esquemas de dependencia emocional. Enfrentar este síndrome desde un enfoque holístico no solo favorece a las personas afectadas, sino que también fomenta la formación de ambientes de trabajo más sanos, inclusivos y equitativos, donde se fomente el respeto recíproco y la equidad como valores esenciales.